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Miércoles 23 diciembre, 2020

Adiós a un periodista

•Murió Guillermo Wong. Pasó por Televisa. Pasó por Telever. Creó su propio medio digital y televisivo. Honró al periodismo

•Nunca miró la superficie, siempre la profundad sociológica y el sentido social de los hechos y las noticias. Miró lejos...

•La intimidad más cerca que tuvimos fue el saludo en el café, pero era suficiente porque siempre vivimos pendientes del producto periodístico

•"Siento decepcionar a todos. Soy un simple reportero" exclamó Julio Scherer García y el auditorio estudiantil se desbordó hipnotizado/Luis Velázquez

Fotos tomadas de Facebook José Guillermo Wong Saavedra

  • Guillermo Wong Saavedra. Q.E.P.D.

  • Guillermo Wong Saavedra. Periodismo diferente

Vivimos lejos, pero cerca. Nunca fuimos amigos de quitarnos la camisa y dárnosla. Nunca estuvimos cerca en la enfermedad ni en la desgracia, pero siempre, creo, parece, tuve la suerte, sentí, presentí, la sensación religiosa de su amistad. En todo caso es como cuando se siente que un escritor muerto, vivo, pero sin ningún contacto, nos une a través de la palabra, su obra literaria, un cuento, una novela, un poema.
Falleció Guillermo Wong. De oficio reportero toda la vida. Contando historias.
Nunca la amistad estuvo descarillada ni agrietada, pero un hilo invisible y, como suele ocurrir en la vida, se tejía entre ambos a tono con aquella conseja popular repetida por el viejito del pueblo, "entre más lejos, más cerca".
Pasó por Televisa. Pasó por Telever. Tuvo su medio digital como destino final de la travesía periodística, su legítimo sueño.
Y siempre construyendo un periodismo diferente. La crónica y el reportaje televisivo. La conjunción de la imagen y la palabra, los hechos y las acciones.
Nunca miró la superficie. Siempre la profundidad sociológica, como un róbalo en el fondo del mar, como las raíces de un árbol desperdigándose en el subsuelo.
Y era su atractivo singular.
A veces nos topamos en el café, cada uno en mesa distante.
Generoso, cuando me daba cuenta ya estaba a un paso con una sonrisa gigantesca que le llegaba a los ojos saludando con una insólita cortesía.
Era el saludo. ¿Cómo está? El apretón de manos. Luego, se retiraba. Y era y fue aquella, la intimidad más cercana que tuvimos.
Pero era suficiente.
Inició aquí, en el rancho grande, en la aldea, en la provincia, en el periodismo.
Luego, voló a las grandes ligas en la Ciudad de México.
Y con los años regresó aquí, nunca para tirarse en la hamaca y mecerse mirando y admirando las gaviotas volando encima de la bahía en el Golfo de México, sino para estar, ser y trascender.

TRANSMITÍA ENERGÍA POSITIVA, BUEN KARMA

Siempre sonriendo. Nunca se le vio enojado, molesto, desencajado.
Buen karma, mejor vibra, era su halo, como si nunca hubiera conocido la tristeza, la nostalgia, la pesadumbre, digamos, como en aquella película donde Rachel Adams es la jefa del noticiero televisivo, jefa, caray, de Harrison Ford, el experto reportero, y siempre andaba alegre, contenta, dichosa, feliz, transmitiendo la buena vibra.
No era, quizá, el reportero más alegre que había conocido, pero quizá lo era.
Por ejemplo, no era el clásico jarocho gritón, bullicioso, desmadroso, ademanero, prendido, encendido. Pero siempre miraba los días y las noches con optimismo.
Como aquella ocasión cuando nos topamos en un café y me invitó a tener un noticiero en su medio digital.
O como cuando se mostraba como era, al natural en su identidad, en aquel restaurante con chicas que tenía dada la aventura empresarial con uno de sus jefes en Telever, Mario Díaz y/o un hermano.
Como si en las horas del día caminara feliz porque en la mañana había descubierto un pozo petrolero en el patio de su casa.

EMPUJANDO SIEMPRE LA CARRETA

La madrugada cuando Memo Wong falleció la ciudad jarocha amaneció con neblina en las calles y avenidas.
El Centro Meteorológico anunciaba un viento atroz al día siguiente, pero el cielo estaba claro, azul, azul, y las nubes blancas, muy blancas, y al ratito salió el sol.
Fue un buen día para morir.
Salí a caminar antes de las 6 horas y el parque, solitario, una ardillita había despertado demasiado temprano, quizá víctima del insomnio, y me fue persiguiendo, o al menos eso creí, pensando que acaso era el espíritu de un duende disfrazado.
Me senté en una banca para contemplarla y mirarla y admirarla cuando trepaba un poste de luz y brincaba al cable tendido de la Comisión Federal de Electricidad, sin perder el equilibrio, como una buena trapecista en el circo pueblerino.
Así creo, estoy seguro, caminó Memo en la vida.
Firme. Seguro. Empujando la carreta sin saber, quizá, el destino final, pero cierto de que sería radiante.
Entonces, sentado en el parque solitario, la ardillita jugando en medio de las ramas del árbol y entre las hojas, me acordé de una conferencia magistral en Monterrey, donde los invitados eran un montón de mentes brillantes entre académicos, investigadores, políticos, activistas sociales, empresarios y un solo periodista.
Uno a uno se fueron presentado luciendo su currículo como toreros en tarde de luces.
Todos, con posgrados en el extranjero, Harvard, Massachussets, Austin, y en Francia, etcétera.
Y cuando hacia el final le tocó a don Julio Scherer García, sentado en la última silla, por allí, perdido en el otro extremo, se puso de pie y dijo: "Siento decepcionar a todos. Soy un simple reportero y me llamo Julio Scherer".
Y don Julio sonrió con esa sonrisa gigantesca que daba luz, magnetismo, amistad, y los estudiantes se desbordaron aplaudiendo y poniéndose de pie.

SE VIVE PARA RESUCITAR

En el café, un mesero dijo: "Era muy sencillo. Y muy respetuoso. ¡Era flota! ¡Tenía amigos muy petulantes! ¡Pesados, pesadísimos! Y, caray, el COVID se está llevando a quienes no deben morir!".
En la mañana tibia y fresca seguí caminando alrededor del parque. En la rama de un árbol a la ardillita le brillaban los ojillos de cara al sol que se anunciaba parpadeante atrás de una nube.
Entonces me di cuenta que en la vida se muere para resucitar en la nostalgia y el recuerdo con más fuerza emocional como cuando, por ejemplo, murieron mis padres y desde entonces laten en este corazón viejo con más intensidad que nunca.


1 comentario(s)

Nieves Sánchez Gomez 25 Dic, 2020 - 00:10
Abrazos con Profundo Cariño Admiración y Respeto.. Vibra el Corazón con su Elocuencia Maestro.

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