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Malecón del paseo
Martes 01 diciembre, 2020

Aventura en un banco

•Fila mortuoria para entrar
•Senil, más jodido me siento

EMBARCADERO: Es lunes, dí­a de quincena... Voy al banco hacia el mediodí­a... Deseaba ir a primera hora, antes de las 9 de la mañana... Pero la vieja dice: “Al mediodí­a, el banco está vací­o”... Convengo, “por no alegar”... Llego y de entrada hay una fila larga, inmensa, gigantesca, fuera de lo común... Unas diecisiete personas en total... Y como el espacio es tan corto, entonces, la Sana Distancia al demonio... La mitad de los 17, sin cubre-bocas... El colmo: un chico vigila la entrada y el gel se le acabó

Luis Velázquez

Y el aparato portátil para medir la temperatura quedó sin pilas…Y no hay pilas en el banco… Y nadie que vaya por ellas…

ROMPEOLAS: Soy el número 16 en la hilera… Hipocondrí­aco que he sido toda la vida, de pronto, me siento contagiado… Fue cuando una señora de la séptima década, sin tapabocas, primero, tosió sin ponerse el brazo, y luego, estornudó sin ponerse, digamos, las manos o un pañuelo… Más infectado me siento cuando miro a la mayorí­a de personas, todas, al parecer, pensionadas… Y como también pertenezco al club de los seniles más jodido me siento…

ASTILLEROS: Incluso, hipocondrí­aco, siento que he empezado a morir, contagiado por el coronavirus de los presentes… Y la pinche fila que no avanza… Un señor, al parecer ingeniero porque trae camisa con el logotipo de una constructora, se asoma hacia el interior del banco y en la cola para la ventanilla hay, desde hace rato, el mismo número de personas… Seis en total… El señor se irrita… Lleva, dice, una hora en la cola… Tal cual, me siento muerto en vida… El COVID ya acabó conmigo, me digo… Más, mucho más, porque 9 meses después me sentí­a un feliz y dichoso sobreviviente… Todo, por la gigantesca fila del banco para cobrar la pensión…

ESCOLLERAS: Un chico del banco entreabre la puerta del acceso a la tierra prometida (la ventanilla) y pregunta si hay quiénes solo verán a los ejecutivos… Una señora de unos 60 años levanta la mano y dice “Yo”… Y de inmediato la dejan entrar… Pero resulta que cuando está adentro se va a la ventanilla y un compañero de la hilera protesta, se inconforma, se molesta, pero el chico del banco lo ignora…

PLAZOLETA: Entonces, un hombre que carga unos panecillos tlacoltalpeños comprados a la entrada del banco habla al chico bancario y le dice que lleva el pedido para una ejecutiva… Y se lo muestra… Y el chico, buena persona, amable, confiado, ingenuo, gana indulgencias en el otro lado y lo deja pasar… Y de igual manera que la señora audaz, también se va a la ventanilla… El señor de la constructora se encabrita y reclama y reclama y reclama y para llevar la fiesta en paz, el chico bancario lo deja entrar… La fila, entonces, se convierte, en un caos… La ingobernabilidad… “¡Al diablo, las instituciones!” habrí­a exclamado López Obrador si estuviera en la fila…

PALMERAS: Una hora y cuarto después, logro entrar al paraí­so… Pero para entonces, los nervios estallados y la hipocondrí­a en su más alto decibel… Incluso, con el rebrote me doy por muerto antes “de que se meta el sol y salga la luna”… Me sentí­ como una sardina en medio de un mitin de vivos y muertos… “Atrapado y sin salida” en la pandemia… Porfis, ojalá alguien avise al secretario de Salud de mi inminente fallecimiento para cuando menos aparecer en la lista de los muertos reportada todos los dí­as…


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