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Lunes 23 noviembre, 2020

Retrato amargo de Veracruz

Ninguna imagen retrata a Veracruz con tanta fidelidad como el montón de señoras colocando cruces, veladoras y flores en la escalinata de la Catedral en Xalapa. El Veracruz ensangrentado. Los feminicidios, primer lugar nacional. Y los desaparecidos, setecientos este año según la Comisión Estatal de Búsqueda.
Es el otro Veracruz. Incluso, menospreciado por las tribus de MORENA. La violencia va a la baja, claman. Hemos minado a los carteles, festinan, mientras, caray, retoman fuerza.

Luis Velázquez

Coctel explosivo de norte a sur y de este a oeste de la tierra jarocha. Uno, los crí­menes. Dos, el principio de Peter de la autoridad. Y tres, la impunidad.
El resultado, los periódicos están llenos de sangre. Si se sacuden tantito, la sangre desparrama. Si vuelven a zangolotearse, caen huesos. Si de nuevo, caen cadáveres.
Veracruz, inmerso en el narcotráfico. Carteles y cartelitos, dueños de la pelota. Como si ellos fueran, son, mejor dicho, los únicos en el volante.
La guerra oficial en contra de los malandros ha tenido un resultado. Puras balas y muertos. Cientos, miles quizá, de niños huérfanos y parejas viudas. Padres ancianos, a la deriva social, cuando han perdido a los hijos que sostení­an.
Veracruz ensangrentado, nada se gana con lanzar las campanas al vuelo y gritonear una entidad federativa color de rosa.
Y, por eso mismo, la soberbia y la petulancia gubernamental.
Un antecedente electoral es indicativo y significativo. En el año 2016, Javier Duarte perdió la candidatura priista a gobernador con su favorito, debido, primero, a la fama de corrupción, y luego enseguida, alternando, al tsunami de inseguridad, incertidumbre, zozobra e impunidad.
En el año 2018, Miguel íngel Yunes Linares perdió la gubernatura con su primogénito, primero, por el nepotismo, y segundo, porque el oleaje de sangre continuaba, igual, igualito, o peor, como ahora.
Y peor porque si Duarte entró a la historia con un Veracruz como “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”, el góber de la 4T nos tiene en el primer lugar nacional en feminicidios, secuestros y extorsiones.
Y de ñapa, otro cartel más a punto de instalarse en Veracruz según reveló el mismo góber dada la plaza jugosa.
Uno, con la autopista de sur a norte. Dos, con tres puertos marí­timos para la carga y descarga de droga.
Tres, las pistas clandestinas. Cuatro, la disponibilidad de polí­ticos, jefes policiacos y policí­as para aliarse con ellos.
Y cinco, el consumo de droga, cada vez creciendo.

MURO DE LAMENTOS

Las cruces y las veladoras en la escalinata de la Catedral de Xalapa reiteran que el lugar es “el muro de los lamentos”.
Pero igual que en otras latitudes geográficas del mundo, de nada sirve, ya por la incompetencia, ineficacia e ineficiencia oficial, ya por el principio de Peter, ya porque los zapatos quedaron demasiados largos, casi casi de payasito pueblerino.
Cierto, la guerra contra los carteles es federal. Pero cada gobernador tiene su parte. Entre otras, cabildear las veces necesarias para que la Guardia Nacional, los soldados, los marinos, la Policí­a Federal, se integren en la lucha con las policí­as estatales y municipales y la Fuerza Civil.
Y desde luego, con el único objetivo de garantizar la seguridad en la vida.
Por el contrario, el gobierno estatal se ha encerrado, él solito, en gracejadas.
Por ejemplo, que han detenido a treinta y dos jefes de plaza y los que, en automático, fueron sustituidos por otros, quizá, incluso, más desalmados.
Que varios carteles ya se han ido, pero que otro está por llegar según el boletí­n.
Que los malandros que restan en Veracruz están debilitados y diezmados.
Pero el rí­o de sangre continúa fluyendo y los panteones municipales llenándose de más cruces y las escalinatas de la Catedral, en tanto la poca confianza y respeto ciudadano a las tribus de MORENA en Veracruz van en caí­da libre, hacia el rincón más arrinconado del infierno.
Es más, pareciera que cada vez con tanta inseguridad e impunidad, desde el palacio de Xalapa inyectan combustible a los carteles y cartelitos, pues han alcanzado los niveles más bajos de la degradación humana como es colgar cadáveres de puentes, decapitar cabezas humanas y colocarlas encima de mesas de antros y decapitar personas y tirar la cabeza en un municipio y el cuerpo en otro.
La secretarí­a de Seguridad Pública y la Fiscalí­a General, errando en sus objetivos, estrategias y planes, dada la mala punterí­a.
Incluso, rompiendo, más que un plato, la vajilla completa, multiplicando el desencanto y la desconfianza en el buen gobierno y sus hacedores.
Más cuando nada, o poco, excepcionalmente poco, han logrado los familiares de las ví­ctimas de los feminicidios y los desaparecidos.
Ellos, tenaces, firmes, inalterables, siguen empujando la carreta.
En lucha milenaria, histórica y mí­tica, la señora Rosario Ibarra de Piedra nunca logró encontrar a su hijo, Jesús Piedra Ibarra, detenido y desaparecido como (presunto) miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre que en el sexenio de Luis Echevarrí­a ílvarez asesinó al magnate de Monterrey, Eugenio Garza Sada, fundador, por cierto, del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Tampoco la señora Luci Dí­az Genao, de “El Solecito”, y tantas otras más aglutinadas en unos veinte Colectivos, han encontrado a sus hijos como tampoco los familiares logrado que la Fiscalí­a General detenga a los homicidios fí­sicos e intelectuales de los feminicidios.
Pero como lo peor en la vida es el olvido, todas ellas seguirán colocando cruces en lugares públicos clamando un alto a la barbarie y la saña en Veracruz, heredada hace más de 25 años por Patricio Chirinos Calero, pero recrudecida en dos años de MORENA en el palacio a partir de intentar “tapar el sol con un dedo”.


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