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Diario de un reportero
Sábado 14 noviembre, 2020

Comuna de 20 mujeres

•Filosofí­a salomónica
•Amigas para siempre…

DOMINGO
Una comuna excepcional


Son unas veinte señoras. Cultivan una amistad de unos quince años. Están unidas por el gusto de ser y estar, a partir de la zumba, la manualidad y la artesanía y las tardes pasteleras.
Se quieren tanto que a cada rato organizan desayunos y en el cumpleaños cada una aporta una cuota para comprar un regalo a las otras, o en todo caso, para entregar el dinerito en efectivo.En su grupo tienen una filosofía salomónica. Nunca hablan de temas espinosos, llenos de cardos. Entre otros, de religión, sexo y política.
Y más, porque algún día hablaron de religión y se pelearon, aun cuando, y en nombre de la amistad, se perdonaron, y lo más importante, olvidaron agravios.
Después, hablaron de sexo refiriéndose a otras amigas divorciadas y con amantes. Y también, se rasparon.
El colmo fue cuando la política se les atravesó.

Luis Velázquez

Primero, con López Obrador, y después, con el góber machetero de Veracruz.
Y como de igual manera se irritaron, unas cuantas, a favor, y la mayorí­a en contra, entonces, asumieron la mejor filosofí­a de vivir y dejar de ocuparse del peor trí­o de los males emanados de la caja de Pandora.
“En boca cerrada no entran moscas” se dijeron, y levantaron el cafecito para brindar. “Somos invencibles” se declararon.

LUNES
Filosofí­a salomónica

Dos de ellas votaron por López Obrador y Cuitláhuac a mediados del año 2018. Sufragaron, soñando con un cambio polí­tico, social y económico. También, por una república y un Veracruz pacificado.
Pronto, sin embargo, llegó el desencanto. Ahora, les guardan rencor explosivo. Incluso, a veces, luego de una noticia publicada por ahí­, se expresan de ellos de manera violenta, intensa, volcánica, frenética.
Es un rencor creciente, multiplicado como los peces y los panes, los ácaros, la humedad y los conejos.
El paí­s “atrapado y sin salida” en la pobreza y la miseria, los abusos y excesos del poder, la desigualdad económica, social, educativa y de salud, el tiradero de cadáveres, Veracruz oliendo, más que a pólvora, a sangre, mantiene irritadas a las veinte señoras.
“Todos (priistas, panistas, morenistas, perredistas, etcétera) son iguales”, les dice una. “Allá ustedes que creyeron”, remata.
Las pasiones, encendidas. Ninguna pertenece a un partido polí­tico ni hace activismo por candidatos a puestos de elección popular. Tampoco cabildean por el celular con las amigas para inducir el voto. La credencial de elector la usan para la identificación y, claro, para votar en cada proceso.

MARTES
Una señora enfurecida

El miércoles 4 de noviembre, una de las veinte señoras cumplió años. Desayunazo en su casa. Una amiga llegó con el periódico en la mano. Dijo:
“Está prohibido hablar de polí­tica. Pero, disculpen, han de saber las siguientes noticias”.
Y las leyó:
Una. El góber machetero inculpando al coronavirus de que la Auditorí­a Superior de la Federación le hiciera observaciones por irregularidades en el manejo de 2 mil 400 millones de pesos federales.
Dos. El pachangón del diputado local de MORENA, Magdaleno Rosales Torales, con los quince años de su hija.
Tres. El alcalde de Medellí­n, Polito, ajá, Deschamps, en el triunfalismo enloquecedor asegurando que es más popular y conocido que López Obrador.
Cuatro. El director general de PEMEX, el tabasqueño Octavio Romero Oropeza, con trece familiares en la nómina según documento de los diputados federales del PAN.
Y cinco, entre otros. La esposa de López Obrador ascendido al Nivel I del Sistemas Nacional de Investigadores del CONACYT.
Enfurecida, irritada, la señora mentó la madre a diestra y siniestra y rompió el periódico, su único consuelo.

MIÉRCOLES
Mero ejercicio cí­vico

La mayor parte de las veinte señoras son de la clase media. Unas pocas, excepcionales, clase alta. Una parte, casada. Otra, divorciada y viuda.
Nunca han pertenecido a un partido polí­tico, pero tienen credencial de elector y sufragan en las urnas.
Pero, además, son agentes polí­ticos de primera, pues cuando es necesario argumentando el voto útil suelen hacer proselitismo solo en la familia para inducir y conducir el voto a favor o en contra de un candidato y un partido.
Y al mismo tiempo, en cada comicio se definen por un candidato y las veinte votan a su favor.
Su felicidad está en el ejercicio cí­vico. Sentir que forman parte de la victoria de un aspirante y suspirante y de la derrota del adversario.
Nunca han ocupado un cargo público ni se angustian por la posibilidad. Bastarí­a referir que ninguna ha visitado jamás un palacio municipal. Menos, la oficina del alcalde, un sí­ndico, un regidor.
Votan, pero sin ninguna cercaní­a con el poder. Y aun cuando en algunas ocasiones, una que otra presidenta del DIF local las ha invitado a la tarea social, ninguna ha aceptado.
Por el contrario, hacen activismo, digamos, religioso, en las colonias populares, enseñando la manualidad y la cerámica, organizando grupos de samba y compartiendo el cafecito caliente con panecillos con las señoras.

JUEVES
“Amigas para siempre”

Las veinte mujeres son solidarias entre ellas y con los demás, las personas a quienes cada semana imparten clases de zumba, manualidad y religión.
Entre ellas se apoyan, más en el tiempo de las vacas flacas. Juntas, toman una decisión colectiva para “sacar del barranco” a quien esté en un atolladero. Son una lámpara votiva en el largo y extenso túnel adverso.
Incluso, si se trata de un pendiente económico se auxilian, sin reserva. Incluso, y si es necesario un préstamo bancario, sirven de aval.
La causa de una es la causa de todas. La utopí­a social de Tomás Moro, alcanzada a la plenitud.
Nunca entre ellas envidias, intrigas, chismes, difamaciones, calumnias.
Don Julio Scherer Garcí­a, el mí­tico director de Excélsior y fundador del semanario Proceso, aseguraba que los amigos son “piedras que rodando en la ladera se encuentran y complementan”.
Ellas se hallaron. Y su lema es sencillo. “Amigas para siempre”. Y se abrazan. Y son dichosas y felices.

VIERNES
Transformar al hombre…

Si las veinte señoras dieran curso a la ideologí­a en sus relaciones humanas, entonces, luego luego confrontarí­an.
Si una que otra se definiera con trabajo por un partido polí­tico o un candidato a un puesto de elección popular, “antes de que el gallito cantara 3 veces”, la amistad serí­a contrapunteada.
Si alguna tomara partido por una causa polí­tica, entonces, la distancia se interpondrí­a entre ellas.
Por eso, cierto, imparten clases de religión, pero apegándose al relato bí­blico, tal cual, como está contado.
Y en cada proceso electoral van a las urnas como el ejercicio de un legí­timo derecho ciudadano.
Y lo más importante, todas son vigilantes para evitar que la relación amical se enlode y quede salpicada con las pasioncillas polí­ticas.
Ellas viven su comuna y sueñan con una vida mejor para todos, empezando por ellas, y en ningún momento significa egoí­smo, sino la más alta expresión solidaria.
Son dichosas. Unas a otras se dicen: “Tú no eres mi hermana, y eres mi amiga, pero me tratas como mi hermana mayor”.
Max Weber lo decí­a de la siguiente manera: Primero, ha de transformarse al hombre para después transformar a la sociedad.
Ellas son la sociedad y les basta.


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