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Escenarios
Sábado 14 noviembre, 2020

Asalto en carretera

•Pasajeros sicarios
•Violencia en pleno dí­a

UNO. Asalto en carretera

Eran cerca de las 4 de la tarde sobre la carretera federal Veracruz-La Tinaja. En el duartazgo, ahí­ mismo, unos policí­as estatales secuestraron y entregaron a los malandros a cinco jóvenes, originarios de Playa Vicente, una chica menor de edad y 4 hombres.

Luis Velázquez

Un autobús del AU circulaba hacia la Cuenca del Papaloapan. Unos quince pasajeros dormitaban en los asientos. El sol cuenqueño, uno de los más altos duros y rudos se desplomaba sobre el techo y encendí­a la temperatura.

DOS. Nadie recuerda a los sicarios

De los quince pasajeros, unos tres permanecí­an como panteras, el ojo de tigre escudriñando con ojos filosos a los demás compañeros de viaje.
De pronto, cuando faltaban unos tres minutos para las cuatro de la tarde, los tres hombres se levantaron de los asientos.
Ningún pasajero alcanzó a ver que los tres cargaban una pistola. Únicamente lo registraron cuando escucharon el grito avisando de un asalto. “Y que nadie se mueva”, gritoneó uno de ellos encañonando al conductor.
Los otros se fueron apuntando a uno por uno, doce en total, para que les entregaran pertenencias.
Ninguno iba con un pasamontañas, o cuando menos, un tapabocas. Muy valientes, bragados y osados.
Y hecho curioso, ningún pasajero recuerda sus rasgos fí­sicos. Una cicatriz. Un tip.

TRES. Con sus ojos anunciaba la muerte

Sólo Felí­citas, una comerciante de unos 47 años, recuerda la mirada del bandido que le tocara. “Miraba como un buitre”, dice. En su mirada anunciaba la muerte. La muerte estaba en medio de sus ojos.
Ella, entonces, les entregó los quinientos pesos que llevaba. Y un celular marca ZTE color negro, Y la tarjeta de Saldazo. Y las credenciales que usa para identificarse, entre ellas, la del INE.

CUATRO. Se perdieron en la tarde salvaje

Luego, cuestión de minutos, un malandro encañonó de nuevo al chofer y le ordenó detenerse en despoblado, a orilla de la carretera, el monte enfrente.
Y los tres bajaron apuntando a los pasajeros y perdiéndose en la tarde salvaje y violenta que apenitas comenzaba.
Ellos corrieron, dice la comerciante, y se perdieron en el monte, sin que ningún pasajero los pudiera recordar para el retrato hablado.

CINCO. Atraco en pleno dí­a

Todo fue tan rápido el miércoles 28 de octubre. El mismo dí­a cuando en el sur de Veracruz fuego cruzado entre policí­as de la Fuerza Civil y civiles armados. Autos incendiados. Carreteras bloqueadas.
Como si “la muerte tuviera permiso”. Como si los malosos fueran dueños de todas las pelotas y las canicas y los únicos al volante.
Un atraco más a pasajeros de autobuses. Antes, semanas anteriores, el penúltimo fue a la mitad de la noche. Ocurrió en la carretera de San Andrés Tuxtla a Acayucan. Ahora, en pleno dí­a.

SEIS. Miedo al miedo

“Ningún testigo los delató. Ni siquiera el conductor del transporte” (Jan Martí­nez Ahrens, El Paí­s).
Fue en el dí­a, el sol cayendo. Pero quizá por el nerviosismo, el miedo a un tiro, morir en el intento, ninguno de los quince pasajeros ha dado pistas.
Y, bueno, cuando Veracruz está flagelado “por todas las formas posibles de violencia”, amarrarse la lengua, ver, oí­r y callar como los monitos de la cerámica, significa la mejor protección.
El rastro del trí­o de asaltantes, igual como ha sucedo con atracos a otros autobuses, se ha diluido “en el miedo al miedo” ciudadano.
La población de Veracruz sabe que cada dí­a amanece viva. Ignora si llegará a la noche…


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