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Lunes 26 octubre, 2020

Veracruz, un polvorí­n

El estado de los derechos humanos en Veracruz se calibra a partir de los siguientes hechos concretos, especí­ficos y macizos, entre otros:
Uno. Hay mil doscientos cadáveres sin identificar por la Fiscalí­a General.
¡Ah!, pero la Fiscal, la primera mujer en la historia local, "se lava las manos" diciendo que a su llegada al palacio de la justicia existí­an mil cadáveres en el limbo y con ella, solo doscientos se añadieron.

Luis Velázquez

Insólito: cada cadáver es una vida humana. Cada cadáver un dolor y un sufrimiento de una familia. Cada cadáver sin identificar, el gobierno de Veracruz evidenciado.
Dos. En los últimos dos años, un aproximado de cuatrocientos setenta y tres (473) secuestros y que pusieran a Veracruz en el primer lugar nacional de secuestros, de igual forma como con Javier Duarte Veracruz brincara "al peor rincón del mundo para el gremio reporteril".
De esos 473 secuestros, únicamente noventa y tres (93) llegaron a juicio.
La mayorí­a, en la impunidad.
Tres. En Orizaba, la rebelión ciudadana. Los actores sociales formaron el Consejo de Participación Ciudadana para luchar y enfrentar y confrontar el tsunami de violencia, inseguridad, zozobra, incertidumbre e impunidad.
Los dí­as y noches más oscuros, sórdidos, siniestros y sombrí­os de todos los tiempos.
Igual que en Tierra Blanca, por ejemplo, declarado el peor infierno de Veracruz con atracos, extorsiones, violaciones y asesinatos a los migrantes sin papeles originarios de América Central (Honduras, Guatemala y Salvador) en su paso por Veracruz camino a Estados Unidos.
Todo Veracruz, un polvorí­n, y en donde los malandros, sicarios, pistoleros, carteles y cartelitos tienen fósforos y tanques llenos de gasolina para arrojar al fuego social.
En otras demarcaciones locales, las guardias comunitarias, las autodefensas, los comités de barrios con los vecinos organizados para vivir todos los dí­as y noches al acecho de los ladrones y rateros, y en muchos casos, echarles montón, golpearlos, desnudarlos, amarrarlos de pies y manos y atarlos a un poste y avisar a la policí­a.
Cuatro. A los hechos anteriores han de agregarse los más de veinte Colectivos integrados con padres con hijos desaparecidos buscando a los suyos en fosas clandestinas y sin el apoyo del gobierno de Veracruz.
Cinco. Veracruz, primer lugar nacional en feminicidios, con montón de hogares con hijos huérfanos y esposos y parejas viudas.
Lo peor: cada mes aumentan los asesinatos de mujeres y nada ni nadie, ninguna autoridad, frena, detiene, termina la irracional ola de violencia contra las mujeres.
Veracruz, en el peor de los tiempos con los derechos humanos, el estandarte polí­tico y social de la izquierda, la izquierda encarnada en la 4T, el tiempo de la purificación moral, la honestidad valiente y la austeridad republicana.
Lo peor entre lo peor: ningún funcionario del gobierno de Veracruz responsable del área mira los hechos.
Indiferencia. Desdén. Menosprecio. Desprecio.

MUCHO SUFRIMIENTO EN EL RíO DE SANGRE

Cada cadáver, cada vida humana segada, interrumpida, se convierte en un grave pendiente social y moral en Veracruz.
De norte a sur y de este a oeste de "la noche tibia y callada" de Agustí­n Lara, el rí­o de sangre continúa dejando mucho, demasiado, excesivo sufrimiento.
En Veracruz, 6 de los 8 millones de habitantes están en la miseria y la pobreza. Medio millón solo hacen dos comidas al dí­a y mal comidas por la precariedad en que viven. Uno de cada 3 jefes de familia lleva el itacate a casa con el ingresito derivado del changarrito en la ví­a pública. Un millón de paisanos, migrantes en Estados Unidos. Veracruz, primer lugar nacional en producción y exportación de trabajadoras sexuales.
Y de ñapa, como una maldición terrenal, el maremoto de inseguridad que todos los dí­as y noches se padece, como si los malosos tuvieran la pelota en la mano y únicamente ellos la jugaran.
El atropello a los derechos humanos como si todas las horas existiera una procesión al sótano del infierno para toparse con la muerte inevitable.
El secuestro. La desaparición. El asesinato. La fosa clandestina.
¡Vaya mundo los depósitos de los mil doscientos cadáveres sin identificar!, como si fueran de viaje al peor espacio de la historia.
Triste, doloroso, angustiante, los cientos de padres de familia buscando a sus hijos en las fosas clandestinas esperanzados, en todo caso, en hallar sus cuerpos para la cristiana sepultura y tener un lugar donde llevar flores y veladoras.
La vida, en su decibel más recrudecido, cuando de pronto, un hijo, un hermano, un primo, un tí­o, unos padres, desaparecen sin dejar huella, rastro, pista alguna, y por más y más que se le busque nunca encontrarse.
Significa el más terrible y espantoso atropello a los derechos humanos.
Casi casi como la desaparición en el tiempo de las dictaduras militares en América Latina. Anastacio Somoza en Nicaragua. Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana. Jorge Videla en Argentina.
Y el tiempo de las desapariciones en Alemania con Adolf Hitler y en Rusia con José Stalin y en Italia con Benito Mussolini y en España con Francisco Franco.
Peor aquí­ en Veracruz, porque en aquellos lugares del infierno habí­a guerra de por medio luchando por adueñarse del poder polí­tico, y aquí­, en Veracruz, tiempo de paz.
La paz de los sepulcros, claro.
Veracruz, hacia 1930, con el asesinato de los cuarenta mil ejidatarios en aquella enconada lucha agraria con los latifundistas con su operador del mal, el cacique de la hacienda de Almolonga, en Alto Lucero, Manuel Parra, "La mano negra".
Un infierno llamado Veracruz.

DESENCANTO SOCIAL Y POLíTICO

Cada gobernador tiene su tiempo histórico. Desde Patricio Chirinos Calero, en el salinismo, empezó la noche más sórdida de Veracruz con el primer capo establecido en la ciudad jarocha, José Albino Quintero Meraz, muchos años después detenido y condenado en la cárcel de Almoloya de donde fue liberado.
Desde entonces, Veracruz en el infierno. Ahora, gobierna MORENA, luego del PRI y el PAN. Y la vida sigue igual, o peor, porque las tribus de MORENA levantaron demasiadas esperanzas de un mundo mejor y una extraordinaria calidad de vida, tanto con el empleo seguro, estable y pagado con justicia laboral como en la mejor polí­tica de salud pública.
Y con la bandera victoriosa de los derechos humanos.
Y cuando los secuestros aumentan y cientos de cadáveres están sin identificar y hay una masacre de mujeres y los vecinos han de organizarse para defenderse entre ellos como en Orizaba, las cumbres de Acutzlngo, Las Choapas y Cacahualco, entonces, el desencanto social y polí­tico.
Es el Veracruz que nos ha tocado vivir, sin que ninguna lucecita alumbre el largo y extenso viaje en el túnel del menosprecio y el desdén, la incapacidad y la ineficiencia oficial.


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