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Viernes 25 septiembre, 2020

50 mil despedidos

Los signos son ominosos y anuncian los dí­as más oscuros. Sabrá el chamán epidemiológico la fecha para que la pandemia se vaya. Pero por lo pronto, la recesión causa peores estragos. En un semestre, dice al alcalde jarocho, solo en el municipio se perdieron cincuenta mil empleos.
Es decir, 50 mil trabajadores despedidos. 50 mil familias, a la deriva económica. 50 mil jefes de familia en la peor desesperación social y económica.

Luis Velázquez

La crudeza de “El coronel no tiene quien le escriba”, la novela de Gabriel Garcí­a Márquez filmada en Chacaltianguis con Fernando Luján y Salma Hayek, ejemplifica la realidad avasallante.
Sin dinero, agotados los pocos y limitados bienes materiales que han ido vendiendo para comer, muchos años esperando la llegada de la pensión, la esposa pregunta al coronel que como jefe de familia le diga que comerán al dí­a siguiente.
El coronel queda sentado a la orilla de la cama dando vueltas a la vida y las posibilidades y entonces pronuncia frase fatí­dica:
“¡Mierda!”.
Y es que con 50 mil empleos dados de baja, hablamos de 50 mil familias. Lo peor, sin ninguna esperanza de que una lucecita alumbre el fondo del túnel pues recuperarse, dijo el presidente municipal, está en chino.
“Es un tema inédito que está pegando a nivel mundial” (Diario de Xalapa, Danytza Flores).
Solo en el puerto jarocho, la ciudad tí­pica, simbólica, indicativa y significativa por excelencia de Veracruz. De hecho y derecho, la sala grande de la gran casa llamada Veracruz. El puerto por donde ha entrado y salido lo peor entre lo peor. Desde Porfirio Dí­az Mori, al exilio dorado, hasta el CJNG como campeón invencible del tráfico de droga internacional.
“Muchas cornadas da el hambre” intituló Luis Spota a una de sus novelas donde cronica una huelga obrera.
Simple y llanamente, está en chino recuperar, primero, los 50 mil empleos esfumados, y segundo, nivelarse con la demanda laboral existente antes del mes de marzo cuando el coronavirus se recrudeciera.

WATERLOO JAROCHO

Cierto, se viven y padecen tiempos inéditos. Por ejemplo:
Los meseros de la zona conurbada Veracruz-Boca del Rí­o pidiendo limosna en la ví­a pública para llevar unos centavitos a casa.
Las trabajadores domésticas en plantón en la Plaza de la Solidaridad reclamando ayuda.
Las trabajadoras sexuales en plantón en el Zócalo pidiendo la reapertura de los antros.
Las taiboleras ofreciendo table-dance a domicilio, con o sin sexo, a gusto del cliente.
Las familias, corriendo al Monte de Piedad para empeñar el único patrimonio a la mano, como es el anillo matrimonial.
Los trabajadores informales (albañiles, pintores, carpinteros, fontaneros, jardineros, etcétera) pidiendo chamba de casa en casa.
Los volovaneros, ausentes por completo de la ví­a pública porque la clientela se cayó.
Los ancianos poblando los cruceros en el semáforo rojo extendiendo la mano a los conductores para una limosnita por el amor de Dios.
Un semestre después del confinamiento la autoridad enfrenta realidad avasallante:
Sigue el enclaustramiento en casa para salvar vidas o se reabren los negocios para reactivar, si posible fuera, la vida económica.
Casi casi, el gobierno entre la espada y la espada. Entre la vida y la muerte. Entre el infierno y el paraí­so.
Cincuenta mil empleos perdidos en un semestre en el puerto jarocho fundado hace 500 años por Hernán Cortés son palabras mayores.
Y si así­ estamos aquí­, de cara al Golfo de México, peor, mucho peor estarán los otros municipios.
La secretarí­a de Desarrollo Económico, SEDECO, por ejemplo, promoviendo la venta de higos y mangos, y el Ayuntamiento de Xalapa promoviendo la feria del pambazo de manera virtual y presencial para que los productores reciban unos centavitos.

SANGRE, DOLOR Y LíGRIMAS

Los signos son ominosos.
Uno. La secretarí­a de Salud de Veracruz, SS, ya reconoció el rebrote del COVID.
Dos. El titular de la SS, Roberto Ramos Alor, muy quitado de la pena “se lavó las manos” e inculpó a la población del rebrote que porque es desobediente y anda en la calle y los centros comerciales y los antros… como si nada.
Tres. En vez de planear y aterrizar salidas dignas en materia económica y social, el góber agarró el machete para cortar el monte y se puso botas para reforestar el Valle de Perote.
Cuatro. La divina ocurrencia de la SEDECO de vender higos y mangos.
Cinco. El cacareo oficial de que pronto, pronto, pronto, “antes de que el gallito canijo cante 3 veces”, habrá recuperación económica.
Seis. Ningún negocio, dice el alcalde Fernando Yunes Márquez, resiste seis meses cerrado y de pronto, ajá, puede “regresar de manera inmediata a sus niveles normales”, (Ibí­dem), y por tanto, más, mucho más lejos la esperanza de la normalidad.
Siete. 50 mil jefes de familia desempleados significan el riesgo de despertar el llamado “México bronco” de Jesús Reyes Heroles, el último ideólogo de la revolución mexicana.
Por añadidura, dice el polí­tico Ramón Bení­tez, un graví­simo peligro social pues nada irrita y encorajina tanto como mirar con hambre a los hijos, la esposa y los padres ancianos.
Y aun cuando muchos, digamos, tendrí­an ahorritos los habrí­an agotado, y los meses por venir serán peores.
Ocho. Así­ y con todo y el anuncio de la reapertura, con 50 mil jefes de familia desempleados y sin recursos difí­cil esperar y soñar el movimiento económico en el municipio.
Los dí­as y los meses, quizá los años, serán más oscuros que nunca y la autoridad solo podrí­a ofrecer “sangre, dolor y lágrimas”.


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