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8 Columnas
Sábado 19 septiembre, 2020

Amor lí­quido


La mercantilización del amor en el siglo XXI/Gonzalo López Barradas

Es probable que, en algún momento de tu vida, hayas oí­do hablar del sociólogo polaco Zygmunt Bauman y de su concepto “amor lí­quido”. La enunciación no puede ser más gráfica: amor lí­quido, una imagen que es la metáfora perfecta para algo frecuente en nuestra sociedad:

la fragilidad de las relaciones sentimentales.
Es propio de la sociedad de la información y el consumo en que nos encontramos. Las personas dan más valor a la experiencia presente, a la libertad sin ningún tipo de ataduras, al consumo puntual y poco responsable y a la satisfacción inmediata de las necesidades corporales e intelectuales. Todo aquello que no cumple con el requisito de la inmediatez, del “usar y tirar”, es desechado.
El amor lí­quido, hace referencia a la fragilidad de los ví­nculos sentimentales, alude a la necesidad de no establecer raí­ces emocionales profundas con las personas con que nos cruzamos en la vida, a fin de permanecer desvinculados emocionalmente y así­ poder encajar en un entorno en constante mutación. Sin embargo, el amor lí­quido no sólo refiere a nuestras relaciones con los demás, sino también a nuestra relación con nosotros mismos, pues Bauman considera que vivimos en una cultura que destaca por la “liquidez del amor propio” de los individuos.
Muchas personas no logran entender que para querer a otro individuo de forma profunda es necesario amarse a uno mismo primero. Esto, que es una realidad que pocos ponen en duda, no suele ser la base en que se construyen muchas relaciones de pareja, en las que prevalecen otros valores y necesidades que poco tienen que ver con el bienestar emocional.
Esta es una de las carencias de nuestra cultura, que nos empuja a tener pareja aun cuando lo necesario serí­a que los individuos se conocieran y construyeran su autoestima antes de salir a buscar apoyo emocional y sentimental en otro ser humano. Esto nos lleva a la dependencia emocional, es decir, a depender de la aprobación y estima de los demás para sostener nuestra autoestima, cosa que puede generarnos sufrimiento y malestar.
También puede deberse al miedo de sentirnos defraudados o heridos. El miedo al amor o filofobia suele paralizarnos y rehuir todo lo que nos suene a compromiso, imposibilitando que creemos relaciones sólidas y profundas.
Zygmunt Bauman desarrolla en sus múltiples ensayos varias teorí­as y reflexiones sobre el amor en nuestra época. Hoy en dí­a, asevera, las relaciones amorosas se basan más en la atracción fí­sica que en una conexión profunda a un nivel más personal. Son relaciones marcadas por el individualismo de ambos miembros, en que el contacto es efí­mero, y esto es sabido de antemano, cosa que aumenta su condición de relación esporádica y superficial. Un amor que nace para ser consumido y consumado, pero nunca para ser sublimado.
La idea de amor lí­quido de Bauman pone en el punto de mira el individualismo de nuestras sociedades, la constante búsqueda de la satisfacción inmediata de nuestros deseos, las experiencias de usar y tirar y la mercantilización de las relaciones personales. De ahí­ aparece la noción de amor lí­quido, en el sí­ de una sociedad que no quiere mostrar emociones fuertes y duraderas, sino que prefiere ir saltando de flor en flor al acecho de placeres fugaces y anodinos.
Tal vez la aparición de las redes sociales y las nuevas tecnologí­as haya tenido un papel a la hora de consolidar esta tendencia que sufren muchas personas. Vivimos en un mundo en constante cambio, donde lo virtual y lo real se confunden con pasmosa facilidad.
A veces esto puede desesperar a las personas más sensibles, porque el alto ritmo de vida dificulta enormemente que podamos conectar con otras personas a un nivel emocional.
Si mantenemos relaciones con fecha de caducidad es porque la sociedad nos empuja a ello, a tener cada vez ví­nculos más débiles y flexibles, a echar pocas raí­ces allá donde vayamos. Así­ nos educan, así­ somos. A los niños les enseñamos que pueden disponer de juguetes y gadgets tecnológicos si aprueban el siguiente examen, y los vamos introduciendo en una cultura mercantil donde uno solo debe sentirse motivado por las recompensas que vaya obteniendo a cambio de su trabajo, anulando así­ las motivaciones intrí­nsecas y los gustos genuinos de cada persona.
Esto promueve la sensación de que no sólo los objetos sino también las personas son consumibles, y por tanto se objetiviza a las potenciales parejas sexuales. Esa persona que nos atrae no es más que un trozo de carne que debe ser degustado, y no es necesario que nos preocupemos por sus anhelos, preocupaciones, necesidades, gustos… ¿cómo vamos a conectar emocionalmente con alguien si sólo estamos interesados en tener algo carnal?
Otro de los grandes pilares en el que sostiene el amor lí­quido es la cosificación de las personas. Es decir, la tendencia a percibir y valorar a las personas como objetos, cosas. Medios, a fin de cuentas, para conseguir un fin: el placer fí­sico, la aceptación social de otros, etc.
Obviamente, hay que combatir la escala de valores de nuestras sociedades para combatir el amor lí­quido y sus indeseables efectos en nuestro bienestar. Los seres humanos no somos objetos que esperan a ser consumidos: pensamos, anhelamos, fracasamos, sentimos… Para empezar a subvertir el orden establecido, es necesario empezar a valorarnos más, y a sentir que somos dignos de ser respetados y valorados, del mismo modo que cualquier otro individuo.
El amor lí­quido puede ser divertido, pero también es efí­mero, cosa que nos puede dejar una sensación de vacio existencial. Las personas consumistas siempre están deseosas de comprar más cosas, pero eso no las hace felices porque lo material siempre acaba desvaneciéndose. ¿Queremos ser consumistas también con las relaciones personales?

Causas del amor lí­quido:

1. Inseguridad

Una de las causas del amor lí­quido es la inseguridad y la falta de autoestima. Si no nos percibimos a nosotros mismos como totalmente capaces y merecedores de tener una relación de pareja seria, leal y profunda, es complicado que lleguemos a encontrar a una persona que sí­ desee mantener un ví­nculo estrecho con nosotros.

2. Autoestima baja

Siguiendo con el punto anterior, la inseguridad y una pobre autoestima son dos caras de una misma moneda. Si sólo perseguimos satisfacer momentáneamente nuestra necesidad de relacionarnos, es porque no tenemos la suficiente madurez emocional como para llegar a contactar profundamente con esa persona que nos atrae. No queremos poner en jaque nuestro bienestar emocional entregándonos demasiado rápido a alguien, cosa que está bien pero que puede hacernos daño si lo llevamos a un extremo y nos ponemos una coraza ante los demás.
En cambio, si confiamos en nosotros podemos ir avanzando poco a poco, notando cuáles son los deseos de la otra persona y pudiendo desarrollar buenos sentimientos de forma recí­proca, con relaciones más duraderas y estables. El compromiso bien entendido nace de la unión de intereses y gustos, y también de la ternura que se profesan ambas personas.

3. Esclavitud

Si queremos ser más felices, sentencia Bauman, tenemos que inspirarnos en dos valores universales: la libertad y la seguridad. Rehuir de la esclavitud es reconocer que los dos valores mencionados deben coexistir en armoní­a. Esa es la clave del amor y una de las máximas para que una pareja sentimental funcione.


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