Pedazos de Historia de Veracruz
•Los asesinatos de San Bruno en Jalapa/Gonzalo López Barradas/Parte II
Algunos obreros, dirigentes del sindicato habían sufrido atentados en sus domicilios por parte de grupos armados no identificados. En la fábrica se vivía gran inquietud por esos hechos atribuidos al gobierno que de varias maneras seguía presionando para...
reincorporar a trabajadores que fueron despedidos.
El sindicato se fortalecía con la integración de comisiones: de cultura, de deportes y las agrupaciones de mujeres, "Rosa de Luxemburgo" y el "Socorro Rojo" de tendencia comunista que, entre otras actividades, se encargaban de regar propaganda en contra del gobernador Tejeda que ya sonaba como aspirante a la presidencia de la República.
Eran las nueve de la mañana del 28 de agosto de 1924, el silbato de la fábrica había sonado raro, no como otras madrugadas. Los trabajadores se miraban como presintiendo que algo malo iba a pasar. Los problemas sindicales y la tirantez con el gobernador Tejeda, estaban latentes. Mujeres y hombres trabajaban como lo habían hecho todos los días. De repente varios sujetos con pistola en mano encabezados por Cruz Arenas, Miguel íngel Alarcón y David Franzoni, identificados como matones de Marcial Montano, irrumpieron intempestivamente en la fábrica y al grito de “no se muevan cabrones, esto es un asalto”, comenzaron a tomar paquetes de telas y encañonaron a obreros, entre ellos al encargado de apellido Fernández, al secretario general del sindicato, José Hernández, al tesorero, Francisco Moreno, a Alberto Calderón, Ezequiel Alatriste, Manuel Hernández, Isauro Sánchez, Ignacio Viveros, Isidoro Avendaño y Armando Ramírez, todos integrantes del comité ejecutivo del sindicato. Varios operarios se escondieron en los telares, otros alcanzaron a huir y las mujeres gritaban histéricas.
Minutos antes habían dado muerte a Fidencio Ocaña, a tiros y puñaladas, del sindicato de Panaderos quien después de haber terminado turno se fue a su panadería y regresó para repartir el producto como lo hacía todos los días en el sindicato y a los trabajadores. También fue asesinado Honorio Rodríguez, viejo luchador de la agrupación y quien intentó salir de la fábrica por la fuerza; dos trabajadores campesinos lograron escapar pero fueron acribillados frente a la presa de agua que estaba a un costado de la factoría.
Los sacaron de la fábrica y obligaron a cargar las telas, herramienta (picos y palas) y otros objetos; caminaron hacia san Andrés Tlalnehuayocan. En el trayecto, y al pasar por el lugar denominado “la bola”, un muchacho de nombre Herón Pérez, preguntó qué pasaba y reclamó el por qué se los llevaban y a él también lo enrolaron y obligaron a sumarse con los secuestrados. Se perdieron en el camino de herradura hasta llegar a un lugar conocido como “Plan de Naranjillo”. Faltaban como trescientos metros para llegar a ese lugar y el español pidió permiso para orinar y logró escapar. Llegó por la tarde-noche a la fábrica y narró lo sucedido.
Durante mucho tiempo los obreros y familiares, buscaron, preguntaron a gente de por allá y nadie sabía nada, nunca dieron con ellos. Pasaron los días, las semanas y los meses. Un lunes por la mañana del mes de julio 1925, llegó un campesino enguarachado, de San Andrés Tlalnehuayocan llamado Adán Utrera, a la entrada del sindicato, morral al hombro, machete en la cintura, preguntando por los jefes; una secretaria le dijo que no estaban que qué quería, porque trabajo no había. Dijo que no iba a eso que iba a otra cosa que con quién de los jefes podía hablar. Venga mañana, le dijeron. Salió y un trabajador alcanzó al hombre y le preguntó que si lo podía ayudar. Dijo que a lo mejor sí. Pues dígame. Adán empezó hablar y le contó que él vio todo ese día en el Naranjillo, pero por miedo no quería hablar. El obrero llamado Isaías Aguilar quedó estático y amarillo el rostro. Espéreme tantito, no te vayas. Corrió desesperado hacia la fábrica que estaba pegada a las oficinas del sindicato y le gritó a un compañero: vente "apriesa" y tráete a otros, pero córrele. Salieron hacia donde estaba Adán y éste les contó todo:
“Acabé de trabajar en mi parcela y agarré camino pa´irme a mi casa allá en San Andrés, y llegando al Naranjillo vi un montón de gente, unos iban con pistolas y otros cargando cosas. Me asusté y me escondí en un matorral, para que no me vieran. Se pararon y a gritos y mentadas a los que iban cargando, parecían telas, y les dieron palas y piochas y les dijeron que escarbaran una zanja. Los hombres pedían clemencia y les preguntaban que qué querían, que por su mamacita no les fueran hacer nada porque tenían hijos y familia. Los pistoleros gritaban que se apuraran. Terminaron el trabajo y los pusieron en la orilla del hoyo y les dispararon para que cayeran allí; luego les tiraron encima unas telas y los taparon con tierra y pusieron muchas piedras encima y el terreno quedó como si nada y se fueron tranquilos. Yo, temblaba de miedo y casi anocheciendo corrí a mi casa, como alma que lleva el diablo”.
Le preguntaron si los podía llevar, que le iban a pagar y de inmediato juntaron a mucha gente entre familiares y compañeros trabajadores. Llegaron al lugar y efectivamente ahí estaba el montón de piedras. Empezaron a escarbar y comenzaron los lloridos de los familiares y las mentadas de los obreros. Sacaron los restos, los envolvieron en mantas y zarapes y en la tarde los estaban velando en el sindicato.
Fueron sepultados en el Panteón Palo Verde, ahí permanecieron hasta que durante una asamblea celebrada a fin de año se les declaró “Mártires del 28 de agosto” y se decidió trasladarlos al panteón Jalapeño, pasado el tiempo trabajadores y amigos pidieron a las autoridades que en la calle principal de la colonia que habitaban varios obreros se hiciera un monumento en su memoria y que sus restos fueran trasladados ahí. Esa petición no fue concedida, sin embargo, se construyó una gran estatua portando una enorme antorcha sobre la avenida principal.
En ese mismo año, también se creó la colonia Obrero Campesina cuyas calles llevarían el nombre de cada uno de ellos.
El sindicato ya no fue el mismo. Los obreros estaban "aplacados" porque a partir de esa fecha sólo había líderes que estaban alineados con el gobierno y los caciques de la región. Peor aún, fue nombrado como secretario general del sindicato, Enrique Cerón para tratar de calmar a los trabajadores porque seguían en rebeldía la cual duró hasta 1932 porque llegó como secretario general Melquiades Ruiz, quien terminó con los rebeldes y dio entrada a personajes enviados por los caciques. En 1935 el propio Ruiz junto con Roberto Celis y Ponciano Villalba manejaron el sindicato a su antojo dándole poder al cacique Isóforo Cortez para que iniciara la donación y venta de terrenos que los obreros tenían en la avenida Jalapa, el de la Normal Veracruzana y parte donde se construyó la Unidad Magisterial. Para los obreros supervivientes ahí empezó el saqueo del sindicato.
Posteriormente surgieron nuevos líderes, pero ya la fábrica textil había bajado su producción por eso el nuevo secretario general Silvestre Bustamante Martínez continuó con la venta de los bienes del patrimonio sindical, incluso después del cierre de la fábrica en 1990. El sindicato desapareció el 1 de mayo de l991 y se creó la Comisión Liquidadora del Patrimonio sindical a cargo del mismo Silvestre quien permaneció en ese cargo durante 23 años siendo su última venta un edificio que durante 20 años se le rentó a la Universidad Veracruzana y a la Orquesta Sinfónica de Jalapa para sus ensayos.
De todas las ventas que se realizaron no se dio nada a los agremiados, incluso se depuró una lista con el propósito de beneficiar a unos cuantos dejando fuera a extrabajadores, viudas y pensionados a pesar de que pagaban sus cuotas sindicales.
El día 29 de marzo de 1956, en una gira de trabajo que hacía a Jalapa el presidente Adolfo Ruiz Cortines acompañado por el gobernador Antonio Modesto Quirasco, fundó la colonia Obrero-Campesina, en memoria de los asesinado en la factoría de San Bruno. Y por acuerdo de cabildo jalapeño la calle Calzada de san Bruno, se cambió a Av. Mártires del 28 de agosto.