Historias Memorables
•Filme de García Márquez
•Su novela más triste
•Nostalgia de París
Héctor Fuentes
Gracias al coronavirus y la encerrona, he visto dos veces la película "El coronel no tiene quien le escriba", basada en la novela de Gabriel García Márquez, interpretada por Fernando Luján y Salma Hayek, en papeles estelares.
La pobreza, de hecho la miseria, en su más alta dimensión.
Más, porque flagela al coronel y a su esposa.
Ambos, en la vejez.
Una historia desgarradora de un hombre que como militar ha servido al país y durante más de treinta años sigue esperando el aviso de la pensión.
Y cada viernes, a primera hora, con su único trajecito color blanco llega al embarcadero del pueblo, filmada en Chacaltianguis, Veracruz, a esperar la lancha con la noticia y nunca la carta llega.
Entonces, poco a poco van vendiendo las pocas, escasas, limitadas pertenencias, todas viejas, que les restan para comer.
El único patrimonio, digamos, fuerts, que tienen es un gallo que el coronel mantiene para pelear en el palenque en la fiesta anual del pueblo y como le tiene tanta esperanza está seguro de que ganará y saldrán de jodidos.
Llega un momento, sin embargo, en que la esposa del coronel lo presiona para comerse el gallo en un puchero y las desaveniencias se dan con la mujer.
En realidad, la novela cuenta la historia cuando de igual manera, García Márquez vivía en París en la buhardilla de un edificio que le alquilaban pero fiado para cuando terminara de escribir y publicara la novela y tuviera el éxito suficiente para saldar deudas, en tanto esperaba que los amigos en Colombia le enviaran dinerito para sobrevivir.
Y el dinerito nunca llega.
Por eso, el Gabo aseguraba que su mejor novela era "El coronel no tiene quien le escriba" porque era hija de la miseria y la pobreza, el dolor y el sufrimiento y la esperanza y la utopía.
UNA NOVELA TRISTE Y DESGARRADORA
El coronel y su esposa tuvieron un hijo asesinado en el prostíbulo del pueblo donde Salma Hayek interpreta a una prostituta y es amante del chico.
Y es una cortesana tan cotizada, la más bonita del antro, que vaya paradoja, termina de amante del homicida.
La pobreza del coronel es tanta que, por ejemplo, inspira mucha, demasiada, lástima al pueblo, incluso, hasta un compadre, su compañero en la guerra, pero rico, el caciquito del pueblo.
Es el cacique gordo, inmensamente gordo, frente a un coronel, Fernando Luján, inmensamente flaco que por los años camina encorvado y despacito, pian pianito.
Y su miseria es tanta que cuando el caciquito tira a medio consumir los cigarros, el coronel los levanta de manera disimulada para luego en casa fumarlos.
Y los fuma con una pobreza impresionante.
Por ejemplo, les da dos, tres fumaditas y los apaga para a la hora de acostarse volverlos a prender y darles otras 2, 3 fumaditas.
Hay días cuando el coronel levanta temprano y se hace café, pero como la esposa despierta cuando escucha los pasos en la cocina, el coronel se le acerca y le da el café.
--¿Y el tuyo? le pregunta.
--Ya me lo tomé, responde el coronel, mintiendo.
Días en que de plano, la pasan sin comer, como cuando en París, García Márquez esculcaba el bote de la basura del edificio donde vivía buscando restos de comida.
Es un filme sobre la esperanza y que a nada lleva porque la pensión jamás aterriza.
Sobre la pobreza más terrible y espantosa de una pareja de ancianos.
Sobre la impunidad, pues el asesino del hijo nunca es detenido, escolta que es del gobernador en turno.
Y sobre la prostitución, con una cantina en el pueblo donde los hombres dejan el dinero en el alcohol y las trabajadoras sexuales.