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Escenarios
Miércoles 05 agosto, 2020

Club de cafetómanos

•40 tazas en un dí­a
•Balzac, adicto al café

UNO. Club de cafetómanos

La imagen histórica de los escritores está ligada a una copa de licor y a una taza con café. También, claro, de polí­ticos. Y de ciudadanos que viven con sencillez. El club de los cafetómanos se les llamarí­a.

Luis Velázquez

Por ejemplo, la versión en los pasillos polí­ticos era que Mario Vargas Saldaña, entonces presidente municipal de Veracruz, se tomaba cuarenta tazas diarias de café y solo así­ era feliz.
Incluso, secretario General del CEN del PRI corrí­a la versión de que se acostaba hacia las 3, 4 de la mañana, dialogando y negociando pactos y acuerdos, siempre con un café al lado, y se levantaba hacia mediodí­a y la pareja ya le tení­a listo el primer café del dí­a prolongado.

DOS. 50 mil tazas para escribir un libro

Pero quien de plano se llevó de calle a todos fue el escritor Honorato de Balzac, el famoso autor de “La Comedia Humana” que en montón de libros seriados cuenta la historia de la sociedad francesa antes y después de la revolución.
De Balzac, por ejemplo, se afirma que cuando escribió “La Comedia Humana” se tomó cincuenta mil tazas de café, porque el cafecito le permití­a la efervescencia de su energí­a para escribir sin tregua ni descanso durante unas 15, 16, 17 horas diarias.

TRES. Exceso de café en el cuerpo

Balzac solí­a agarrar camino para documentarse sobre sus novelas. Entonces, siempre jalaba su cafetera y cuando se encerraba a escribir desde las doce de la noche hasta las 5, 6, 7 de la tarde, él mismo se preparaba el café.
El dí­a cuando falleciera, el médico de cabecera dictaminó que su muerte se debí­a a un exceso de café en el cuerpo.

CUATRO. Drogadicto del café

Hacia el final de sus dí­as sintió que el cafecito habí­a dejado de surtir efecto.
Y por tanto, perdido su insólita capacidad para escribir.
En los últimos veinte años, por ejemplo, escribió setenta y cuatro novelas, además del montón de novelas, cuentos e historietas publicadas a destajo donde las pasiones humanas causaban destrozos y que aceptaba escribir para tener dinerito fresco.

CINCO. Vida precaria

Desdeñado por su señora madre, la familia le asignó un apoyo mensual para dedicarse a escribir, pero al mismo tiempo, limitado y raquí­tico.
Viví­a, entonces, en una buhardilla y en su cuarto solo tení­a una mesa donde escribí­a a mano y con pluma de ganso remojada en un frasco con tinta, y una cama.
Y la cafetera.
Entonces encumbó en su corazón y las neuronas la obsesiva obsesión por alcanzar un grado de nobleza y hasta se cambió el apellido cuando un tí­o embarazó a una chica y luego la asesinó.

SEIS. Café y muchí­simo pan

En tales circunstancias de pobreza y de sueños faraónicos, pasaba dí­as encerrados en su cuartucho miserable y con frecuencia, evitando el desayuno o la comida para ahorrar unos centavos y comprar una camisa, un pantalón, un traje, unos zapatos.
Y su alimento era el café con mucho, muchí­simo pan… para llenarse, bajito de estatura que era, panzón y carón,
Toda su vida fue perseguido por los deudores pues tení­a demasiadas, excesivas deudas, pidiendo prestado siempre con la garantí­a de que alcanzarí­a el estrellato en la literatura y que, bueno, llegó demasiado tarde.
Ví­ctor Hugo era su amigo y a su muerte pronunció la oración fúnebre. Carlos Marx y Federico Engels lo admiraban.
Cincuenta mil tazas de café tomó cuando escribió “La Divina Comedia”. Su foto deberí­a estar en todos los cafés del mundo.


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