en bolsas negras en la carretera de Gutiérrez Zamora a Papantla.
La Comisión Estatal de Búsqueda así­ lo testimonia en nota publicada en el Diario de Xalapa. Llamada en portada y texto en la página doce.
Insólito que luego del duartazgo con las fosas clandestinas de "Colinas de Santa Fe", la desaparición forzada en su más alto y peor decibel, todaví­a ahora, nueve años después, la región jarocha aparezca en el handicap de los desaparecidos.
Decenas, cientos quizá de familiares con parientes desaparecidos, entre ellos, hijos, buscando a los suyos.
Rastreando una pista para encontrarlos, vivos o muertos, y en caso de ser así­, dar la cristiana sepultura a cada uno de ellos.
Entre los trece desaparecidos hay mujeres y hombres.
4 mujeres y 9 hombres.
Edades de entre los 16 y los 43 años.
Uno de los casos, Virginia, de 18 años.
La última vez vista con vida fue el 31 de julio, hace unos 4 dí­as.
Su nombre y foto circuló en las redes sociales.
Pero sin ningún resultado, más que dejar testimonio de su secuestro y desaparición.
18 años.
"En la flor de la vida".
Apenas, apenitas naciendo.
Fernando, de 37 años, salió de casa para jugar fútbol en un campo de Medellí­n de los diputados federal y local, Dunyaska y Maleno Rosales.
Y desapareció con todo y coche según describe la reportera Ingrid Ruiz Rivera.
Por las tarjetas de crédito utilizadas para compras, la esposa deriva que fue plagiado y esquilmado y atracado.
Y de ahí­ en adelante, el silencio sobre su destino y paradero.
La peor tragedia de la vida es que de pronto, un familiar sea plagiado, secuestrado y desaparecido.
Y que los dí­as y noches transcurran sin ninguna información.
Sin ninguna señal de que está vivo, ocupado en alguna tarea, detenido incluso, plagiado.
Nada.
Nada tan duro y difí­cil como vivir en la angustia, la incertidumbre y la zozobra.
Si el familiar estará vivo o muerto.
Si lo tratarán bien.
Si ya comió.
Si se mantiene sano.
O si padece males arraigados le habrán dado la medicina.
Trece desaparecidos en las ciudades de Veracruz y Boca del Rí­o.
Ta´canijo.
El mundo sórdido, siniestro y sombrí­o que nos ha tocado vivir.