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Lunes 27 julio, 2020

Concordia, bien supremo

•Olvidar agravios
•Y sumar, siempre sumar

UNO. Buscar siempre la concordia

Nada enaltece y dignifica a un polí­tico, un funcionario público, un Estadista, como hacer de la concordia filosofí­a de vida y hacer a un lado la discordia, pues solo alimenta el infierno, la división, la ruptura, la polarización, vivir siempre a la orilla del precipicio, con todo mundo

Luis Velázquez

conflictuados.
Más cuando el polí­tico alcanza el cargo público más elevado, allí­ donde se vuelve el chamán, el tlatoani, el mero mero.

DOS. Olvidar agravios
En la cima del poder, dueño del aparato gubernamental, dueño de los centavos públicos, dueño de los cuerpos policiacos, jefe máximo de las cárceles, lí­der nato de su partido polí­tico, jefe del Poder Ejecutivo, ya federal, estatal, el polí­tico con autoridad moral olvida los agravios en el camino, y en vez de sembrar la discordia, vive para sumar y continuar sumando, soñando, digamos, con un proyecto social.
La vida, sin embargo, es canija, y con frecuencia, cuando el polí­tico se eleva a las alturas, el rencor y el odio se le fermentan y transmuta en la venganza.
La hora, pues, de desquitarse de todos que le hicieron imposible la vida.

TRES. Por encima, el bienestar social
Nada se gana con la discordia. Por el contrario, el corazón y las neuronas se retroalimentan con el rencor y se vive con la obsesión, incluso, de secuestrar, desaparecer y asesinar a los otros.
Además, trepado en el poder público más elevado, el polí­tico que vive para la discordia suele olvidar la tarea fundamental como es el bienestar social de los indí­genas, campesinos, obreros y clase media.

CUATRO. Polí­ticos frustrados
El sicólogo de la vecindad dice que lo ideal es llegar al poder sin deseos de vengarse y siempre con la inteligencia despierta porque todos los dí­as en la vida hay alguien mejor en cualidades, atributos y capacidades para ser y estar.
Una persona que llega al poder con frustraciones de por medio poco a poco cava su propia sepultura polí­tica.
Dí­a llegará cuando, incluso, quede solo, y entonces, llamará traidores a todos los que fueron sus amigos.
Y el corazón, lleno de amargura, querrá vengarse de hasta la familia.

CINCO. Mal karma y mal fario
Dueños del poder polí­tico, nada se gana con lanzar cacayacas desde el púlpito nacional en contra de los adversarios y los enemigos.
Tampoco con estarse declarando a cada rato como los puros entre los puros, pues “en la casa del jabonero el que no cae… resbala”.
Además, la historia demuestra que cuando un polí­tico se venga le cae el mal karma, la mala vibra, el mal fario.
Por ejemplo, José López Portillo encarceló a 7 secretarios de Estado y dependencias paraestatales de Luis Echeverrí­a y terminó sus dí­as en la adversidad familiar total y absoluta.
Plutarco Elí­as Calles hizo y deshizo y fue exiliado por Lázaro Cárdenas del Rí­o.
ílvaro Obregón, con Elí­as Calles, ordenó el asesinato de Pancho Villa, y fue asesinado en el restaurante “La bombilla” de la ciudad de México cuando habí­a pedido mole poblano con una pechuga.

SEIS. Vivir para vengarse
La concordia, sumar voluntades y esfuerzos, inteligencias y experiencias, perdonar, incluso, engrandece a un polí­tico.
En el pueblo, a un anciano le mataron a su hijo. El general Alejandro Mange le ofreció seguir la pista y detenerlo.
“Déjalo vivir”, solicitó el padre. “Ese hombre vivirá huyendo el resto de su vida y todos los dí­as y noches serán un infierno”.
Por desgracia, la mayor parte de polí­ticos viven para vengarse cuando se encumbran.


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