Los pájaros de MORENA
El principio de semana fue exultante. El mismo día, dos políticos de MORENA en Veracruz se compararon con unos pájaros. En ningún momento, con pajarracos ni tampoco con pájaros de cuenta ni menos, mucho menos, pájaros cagones. Los dos, se sienten pájaros de abolengo y prosapia.
Uno, el secretario General de Gobierno, Éric Cisneros Burgos, se descubrió a sí mismo como el ave fénix. El otro, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, delegado federal, se descubrió como el pájaro de Salvador Díaz Mirón, cuyo plumaje nunca, jamás, jamás, jamás, se mancha.
Luis Velázquez
Muchos años antes, López Obrador recurrió a la analogía. Y por ejemplo, comparó a Vicente Fox Quesada con una chachalaca. “¡Ya cállate, chachalaca”, le dijo.
Y cuando los enemigos y adversarios le llamaron “Pejelagarto” reviraba. “Soy peje, pero no lagarto.
Lo de menos es que Éric Cisneros y Manuel Huerta se compararan, digamos, y considerando su mundo zoológico, con unos tigres, leones o panteras. Incluso, con los hipopótamos que tanto gustaran a Demi Moore y Robert Redford en la película “Propuesta indecorosa”.
Pero, bueno, los pájaros les gustan como un símbolo, un ícono, una brújula, en sus vidas.
Manuel Huerta, por ejemplo, es el ave diazmironiana. Pero cuidado, con todo y que “hay aves que cruzan el pantano y no se manchan”, Díaz Mirón se enlodó.
Se ensució y él solito, primero, cuando vitoreó a Victoriano Huerta, el asesino de Francisco Ignacio Madero y José María Pino Suárez, en las páginas de El Dictamen.
Y segundo, cuando a un ladito del hotel Diligencias, en la ciudad de Veracruz, disparó y mató por la espalda a un ciudadano que le había reprochado su apoyo a Victoriano Huerta.
Entonces, el ultra contra súper delegado federal, como le llaman, habría lanzado su analogía plumífera, pero sin medir las consecuencias.
Así, claro, igual, igualito, sucede cuando deja de observarse la enseñanza bíblica del Eclesiastés de “amarrarse la lengua”, antes, mucho antes, de resbalones en el tendedero público.
“NO ES FíCIL DOBLARME”: EL AVE FÉNIX
Mientras otros políticos (el panista Gerardo Buganza Salmerón y el priista Gustavo Souza Escamilla) vencieron el cáncer, Erik Cisneros venció, mejor dicho, domó al coronavirus. Salió del hospital privado, la Beneficencia Española, como el Cid Campeador, ajá.
Entonces, se comparó con el ave fénix. “Vamos a regresar (al palacio de Xalapa) como el ave fénix. No es tan fácil doblarme”, dijo, advirtió, precisó a los enemigos y adversarios y detractores emboscados atrás de las redes sociales que en los días en el hospital simple y llanamente lo dieron por muerto.
El primero en la historia en referirse al ave fénix, mitología griega, fue Hesíodo en el siglo VIII antes de Cristo. Luego, Herodoto. Después, Ovidio, el poeta que descubriera la realidad eterna asegurando que el ave fénix muere, pero resucita, como Jesucristo, a los tres días.
Es un ave de larga vida nacida en el Edén de un arbusto de rosas, debajo del llamado írbol del bien y del mal.
Apenas crecidita, el ave fénix solía cantar mejor que cualquier barítono y seducía con su cántico, a tal grado que cuando el Dios Sol pasaba en su carro se detenía, hipnotizado y arrobado, en transe esotérico.
En sus orígenes servía de inspiración para los artistas y científicos pero con los años, ahora en el siglo XXI, Éric Cisneros descubrió que también sirve para ilustrar la vida de los políticos, a partir de algunas cositas maravillosas, además, claro, de tener la influencia mitológica del Cristo Negro de Esquipulas y Otatitlán.
Una, el ave fénix encarna la esperanza.
Dos, significa la posibilidad de que los hombres se reinventen.
Y tres, de acuerdo con la mitología, cada quinientos años muere, pero al mismo tiempo resucita, como Éric Cisneros, a quien, incluso, sus amiguitos ya la estaban buscando sucesor en los diputados José Manuel Pozos Castro y Rafael Hernández Villalpando.
EL MUNDO EN LLAMAS
El ave fénix es de un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado, y que, bueno, ninguna analogía con el secretario de Gobierno, por más que pudiera dorarse de panza al sol en el río Papaloapan.
Pero igual que Díaz Mirón con su plumaje que le llevara a la cárcel acusado de un crimen y por la espalda, el ave fénix suele morir en un espectáculo de llamas y combustión, casi casi como Superman, el héroe más famoso de la historia, si le acercan la kriptonita.
O Sansón si le tijeretean el cabello.
O Goliat, si David le lanza la piedra en la onda.
Héroes todos de la mitología universal.
Entonces, si traducimos la muerte del ave fénix “en un espectáculo de llamas y combustión”, los enemigos bien podrían ubicar el resbalón fatídico en las elecciones de mediados del año entrante para nominar a los presidentes municipales de 3 años (y que podrán reelegirse por un período más) y a los diputados locales y federales.
Y es que si Cisneros Burgos lanza a sus candidatos soñando con amarrar el año 2024, y la mayoría, los más importantes, son derrotados en las urnas, será, sería, el fin del ave fénix.
Una combustión electoral. El mundo personal y político, en llamas.
Por eso, en vez de compararse el par de políticos guinda y marrón con una ave, un pájaro, quizá sería conveniente y saludable, por ejemplo, compararse con las cucarachas.
Según la historia, las cucarachas vivieron en el mismo tiempo que los dinosaurios, la figura mitológica que fue inspiración de los priistas en su dictadura perfecta.
Muchos años y siglos después, los dinosaurios desaparecieron y solo existen en los cuentos populares, en tanto las cucarachas continúan sobreviviendo, inderrotables.
Cisneros y Huerta podrán exclamar, como el candidato presidencial de la mafia en la película “Capadocia” luego de sobrevivir a un atentado: “¡Me siento inmortal! ¡Soy indestructible!”.
¡Vaya paradoja!:
El presidente de la república en funciones en la película “El candidato” es asesinado en el zócalo de la ciudad de México. Era mortal y era destructible.