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Miércoles 08 julio, 2020

El mejor postor

Entre el periodismo y el discurso polí­tico hay un eje rector. Los dos están en el sótano de la confianza y la credibilidad pública.
Pocos, excepcionales ciudadanos, les creen. La mayor parte, desconfí­an.
Los polí­ticos y funcionarios públicos, utilizando la vida pública con sentido patrimonialista para enriquecerse, y los dueños de medios y reporteros, al servicio de ellos.

Luis Velázquez/Parte II

Las notas informativas y las columnas, lanzando incienso a las dinastí­as polí­ticas de cada sexenio y cuatrienio. Cada sexenio, más polí­ticos y sus familias, ricos.
Ningún negocio tan próspero como el periodismo. Un periódico impreso, hablado y digital, fuente segura para prosperar en bienes materiales y llevar vida VIP, siempre y cuando se arrodillen ante el polí­tico en turno.
Y si por el contrario, los medios sueñan con el sentido social de su oficio, entonces, se vuelven incómodos e indeseables. “Pan o palo” decí­a, todaví­a vigente, Porfirio Dí­az Mori en sus 33 años de dictadura.
Por eso cuando la llamada austeridad republicana y la honestidad valiente andan en las grandes ligas de la dinastí­a guinda y marrón en el poder presidencial, muchos medios han cerrado, y otros, se han puesto más flaquitos. Otros, claro, llevando los dí­as con vientos favorables, preferidos y consentidos.
Si el medio es amigo del gobernante en turno y se pone a su servicio, entonces, le va bien. Muy bien.
Si por el contrario, se vuelve, digamos, un crí­tico, entonces, corre el riesgo, primero, de ser excluido del presupuesto oficial. Y segundo, de quedar satanizado desde la conferencia mañanera en el púlpito nacional.
La filosofí­a polí­tica y social del actor Ronald Reagan cuando fue presidente de Estados Unidos, la nación más poderosa del mundo, es categórica para los medios:
“¿Estás conmigo o estás contra mí­?” solí­a preguntar a los reporteros que cubrí­an la Casa Blanca.
José López Portillo lo decí­a así­: “No te pago para que me pegues”.
Miguel de la Madrid Hurtado lanzó campaña moralizadora para los medios y los obligaba a firmar el recibo mensual.
Enrique Peña Nieto se dolí­a: “Ya sé que los reporteros no aplauden”.
Y cuando la prensa se fue en contra de su secretaria de Desarrollo Social, la ex perredista Rosario Robles, le dijo:
“No te preocupes, Rosario”.
Es la lucha, quizá, acaso, digamos, entre dos poderes. El poder oficial y el poder, ajá, de la prensa. Cuarto poder que le llamaban. En realidad, un poder sometido al poder supremo del Jefe del Poder Ejecutivo Federal, y por añadidura, en cada entidad federativa.
Aliada del poder, el poder sexenal, los medios han terminado igual de desprestigiados y desacreditados que los polí­ticos y los funcionarios públicos.
La encuesta de Latinobarómetro ubica a los polí­ticos, los medios y los policí­as… en el sótano de la confianza colectiva.
Ningún ciudadano les cree ni tiene confianza ni guarda respeto.
La autoridad moral, tan importante en la vida, por los suelos.
Cada sexenio, los polí­ticos se han enriquecido. Pero también, parte considerable de los medios.
Las notas informativas y las columnas periodí­sticos, al servicio del mejor postor polí­tico.

CORTESANOS DE LA VIDA PÚBLICA
Nunca Ricardo Flores Magón y Filomeno Mata, tampoco Ignacio Ramí­rez e Ignacio Manuel Altamirano, por ejemplo, se enriquecieron.
Incluso, tiempo existió cuando Ricardo Flores Magón pedí­a dinerito prestado a su hermano Jesús, secretario de Gobernación, para que su familia comiera, esposa e hija, mientras estaba encarcelado.
El dí­a cuando muriera Ignacio Ramí­rez lo velaron en su casa, en las goteras de la Ciudad de México, porque la familia carecí­a de recursos para una funeraria.
En contraparte, hay dueños de medios, reporteros y columnistas con una vida VIP. Incluso, dueños hasta de yates y aviones y helicópteros. Compañí­as constructoras. Escuelas prósperas. Mansiones en el extranjero. Ranchos, ganado. Cañaverales.
Don Manuel Buendí­a, el columnista de “Red Privada” asesinado por la espalda en el sexenio de Miguel de la Madrid, decí­a lo siguiente: “Cuando veas a un reportero en automóvil caro, último modelo, con un Rolex y ropa y zapatos de marca, estás ante un manifiesto caso de corrupción”.
En Veracruz, por ejemplo, hay reporteros que ganan hasta 4 mil pesos mensuales, en tanto el salario más elevado es de 8 mil pesos.
Hay trabajadores de la información jodidos laborando en medios con dueños enriquecidos.
Y si los periódicos impresos tienen bají­sima circulación y hasta los regalan y los noticieros de radio y televisión tienen bajo rating y los medios digitales alcanzan pocas, escasas, limitadas visitas, y halagan sin cesar a los polí­ticos y funcionarios públicos, les vale.
En el poder, desde el poder, los financian. Y entre más incienso, mejor.
Más, mucho más ganan los medios ocultando, minimizando, desdibujando los hechos aunque los publiquen en la página veinte en la parte baja a una columna que publicando la verdad de los hechos.
Desde hace muchos sexenios, los polí­ticos perdieron la confianza de los ciudadanos. Y también, la mayorí­a de los medios.
La polí­tica y el periodismo, como un negocio. Y mucho se duda que el periodismo, como se soñaba a principios del siglo pasado, sirva para crear y recrear opinión.
Miguel Hidalgo se lanzó a la guerra de Independencia con la mayorí­a de los medios en contra pues tomaron partido por los virreyes y las elites eclesiásticas.
Benito Juárez tuvo en contra a la mayorí­a de los medios y aun así­ se reeligió quince años en el poder presidencial.
Francisco Ignacio Madero se lanzó a la revolución ante una prensa en su mayorí­a porfirista y hasta puso su periódico, Nueva Era, dirigido por su hermano Gustavo.
Desde Porfirio Dí­az, la polí­tica prostituyó al periodismo. Y desde entonces, compiten en la casa de citas por los mejores clientes.
Los cortesanos de la vida pública.


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