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Martes 07 julio, 2020

Sueño atroz

Mucho se duda de la función social del periodismo. Sirve, quizá, para otras tareas, digamos, para enervar a una parte de las elites polí­ticas. AMLO, por ejemplo, a cada rato revira a sus crí­ticos y hasta los declaró parte de su BOA. En algunas entidades federativas, los polí­ticos siembran el terror y denuestan y golpean a trabajadores de la información. Otros polí­ticos los utilizan para que les tiren incienso a su paso.

Luis Velázquez/Parte I

Pero de ahí­ a que la prensa escrita, hablada y digital sirva para alcanzar la igualdad social y económica, educativa y de salud y de seguridad y procuración de justicia, se trata de un viejo, histórico, legendario sueño de los idealistas.
Nunca, sin embargo, los medios han servido para dignificar y enaltecer la calidad de vida.
Unos historiadores aseguran, por ejemplo, que Ricardo Flores Magón con su periódico “Regeneración” abrió el camino para la revolución. Quizá. Pero Flores Magón también fundó el partido polí­tico, Partido Liberal, y uno y otro, en todo caso, se complementaban, tiempo cuando su periódico era leí­do por el maestro del pueblo a los campesinos debajo de los árboles.
Porfirio Dí­az tuvo su periódico favorito. “El Universal” de su amigo Reyes Spí­ndola. Con recursos públicos le financió la primera rotativa en el paí­s y que sirviera para que el periódico diera el siguiente paso y se convirtiera en diario de noticias, pues hasta entonces el periodismo era opinativo.
Y, por tanto, “El Universal” estuvo al servicio del dictador.
Teodoro A. Dehesa, el gobernador de Veracruz de 19 años en la dictadura porfirista, utilizó a Salvador Dí­az Mirón para publicar unas notas elogiosas y se las llevó a Diaz Mori asegurando que la población jarocha lo miraba como el favorito para sustituir a Juan de la Luz Enrí­quez.
En todos los casos, ni antes ni después, la función social del periodismo ha alcanzado dimensión estelar.

CAJA DE RESONANCIA POLíTICA
Por lo general, el periodismo es una caja de resonancia de los polí­ticos. La mayorí­a, disparando loas y miel. Flores y nardos. Cero espinas. Cero cardos. El mundo color de rosa.
Un lector sencillo y común de la prensa lo advertirá de inmediato. La mayorí­a de las notas y columnas publicadas ensalzan a la dinastí­a polí­tica encaramada en el poder público efí­mero, sea municipal, estatal o federal.
La mayor parte de las noticias publicadas son declaraciones de los funcionarios públicos y polí­ticos en donde, como es lógico y natural, se elogian ellos mismos y los medios las reproducen tal cual.
Incluso, las publican hasta en portada y a 8 columnas en portada y a 8 columnas en páginas interiores para así­ corresponder, digamos, a la generosidad oficial con el convenio mensual, y en otros casos, además, hasta con cargos públicos.
Y si de pronto suele darse un fuego cruzado de amigos y enemigos, la prensa toma partido del lado de quien paga mejor.
En el otro lado del tendedero están, siempre olvidados, los 6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz en la pobreza, la miseria y la jodidez.
Todos ellos, viviendo y padeciendo una baja y peor calidad de vida. El ejército de desempleados, subempleados y con salarios insultantes creciendo cada vez más. El cuestionable sistema de salud pública.
Y si por ahí­ suele darse un periodismo que, digamos, publique los hechos de los dí­as como sucedieron, apegados a la realidad, las elites gobernantes se incomodan.
Unas veces, responden “a tiro por viaje”. Otras, utilizan a la prensa adicta para la contraofensiva. Y desde luego, las redes sociales en contra de los crí­ticos.
El periodismo, en medio de las pasioncillas polí­ticas.
En todo caso, las tribus oficiales en turno son la fuente de financiamiento de la mayor parte de la prensa.
Y por eso, la sumisión y el vasallaje.
“El que paga… manda”.

MUCHOS INTERESES SE CRUZAN Y EMPALMAN
Los maestros en la desaparecida facultad de Periodismo/UV hablaban de la función social del periodismo.
Y muchos años después, más de cincuenta, la utopí­a, el sueño, el ideal, desmoronados.
Lo decí­a Albert Camus, Premio Nobel de Literatura, jefe de Redacción y director que fue del periódico clandestino en Francia, Combat:
En el periodismo hay muchos, demasiados, excesivos intereses.
Uno, polí­ticos. Y otro, de los dueños de los medios. Y otro más, de los directivos del periódico.
Y en tales circunstancias, el periodismo es como el inversionista de una fábrica, el dueño de un restaurante, el propietario de un changarro en la ví­a pública, el dueño de una escuela privada, es decir, atrás del billete.
Y como en la vida hay gente, sobre todo, los polí­ticos y funcionarios públicos, a quienes, igual que a los artistas, enloquece la palabra escrita, las loas, el incienso, el fuego artificial, el halago, entonces, en la industria de la vanidad y la frivolidad, los dueños de los medios se van “cabezones”.
Y la función social del periodismo queda a un lado del camino.
Toda la vida ha sido así­ y nada, absolutamente nada, indica, anuncia, profetiza, vislumbra un cambio en el ejercicio periodí­stico.
Lo peor:
Durante muchos años, don Julio Scherer Garcí­a dirigió Excélsior y lo convirtió en uno de los periódicos más importantes del mundo.
Y muchos años más dirigió el semanario Proceso, siempre, luchando contra la corrupción y la soberbia polí­tica.
Y nunca, la deshonestidad ni la soberbia polí­tica disminuyeron. Por el contrario, México alcanzó los primeros lugares de corrupción oficial en el mundo y las tribus polí­ticas siguieron ejerciendo el poder y gobernando con sentido patrimonialista.


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