Historias Memorables
•Muere un reportero
•Coco de políticos
•Joaquín Fernández Torres
Héctor Fuentes
En Soledad de Doblado murió Joaquín Fernández Torres, por todos conocido como "Cualin". Fue corresponsal de algunos periódicos y noticieros radiofónicos. Reportero empírico era temido por las elites políticas de la aldea.
Llegó un momento cuando la población irritada con el presidente municipal, el síndico, el regidor, el funcionario público, les decían:
"Te denunciaré con Cualín".
Y todos se horrorizaban. Y a veces, enmendaban la página de soberbia y desdén político.
En "el pueblo chico infierno grande" tenía insólitos contactos y relaciones en la cabecera municipal y en las comunidades y cada día lo vivía con el acelerador puesto a mil por hora para tener la noticia en exclusiva y luego enseguida, primero, transmitirla a la radio, y segundo, enviarla al periódico donde era colaborador sin honorarios, ni siquiera, vaya, para la gasolina.
Era un hombre de mediana estatura, excedido de peso. Cara redonda, era feliz con su panza. Más feliz era manejando su viejo carrito para moverse atrás de la noticia. Casi casi, la encarnación de los viejos heraldos que de pueblo en pueblo caminaban para contar las últimas historias, los antecesores históricos, se afirma, del periodismo, antes, mucho antes, del invento del telégrafo y que en la Primera Guerra Mundial diera origen a la famosa pirámide invertida para contar los hechos y en donde se cuenta de lo más a lo menos importante.
Quizá apenas habría estudiado la escuela primaria. Pero la pasioncilla reporteril se le volvió una obsesiva obsesión y a veces hasta peleaba con el jefe de Información del medio con el que colaboraba porque dejaban fuera sus notas y/o en todo caso, porque en efecto las publicaban pero allá, en la página cuarenta, cuando los periódicos tenían 60 páginas, por ejemplo, a diferencia de ahora que están flaquitos, desnutridos, anémicos.
Nunca exigió un pago a los medios por sus textos. Tenía su modo de obtener ingresos vendiendo infusiones como crucetillo, guaco y hierba de burro en la banqueta de su casa y garantizar el itacate y la torta en casa y tomaba el periodismo como una vocación sagrada con amplio, profundo, inalterable sentido social.
PUEBLO ENLUTADO
Era un hombre callado. De poco hablar. Siempre mirando y observando las horas del día y de la noche con una lupa, un microscopio, lentes de aumento.
Miraba y anotaba en su mente.
Registraba los datos y los hechos.
Y seguía las pistas.
Durante mucho tiempo fue leyenda en el pueblo. Le tundía a los políticos y se ganó el respeto ciudadano.
Luego, extendió su periodismo y se volvió un corresponsal regional, siempre gravitando alrededor de Soledad de Doblado, su punto de partida y destino.
Unas versiones dicen que coronavirus se lo llevó, floreciendo en tierra fértil por el exceso de peso y otros males si se considera que cada ser humano está expuesto a unas tres mil enfermedades.
En el pueblo, hay luto. Más y más paisanos están muriendo.