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8 Columnas
05 julio, 2020

Vamos a contar mentiras


Francisco Ortiz Pinchetti

No sé por qué mientras miraba en la televisión el “informe” del Presidente de la República, el miércoles pasado, me acordé de aquella cancioncita que en realidad es un divertido juego infantil llamado Vamos a contar mentiras. ¿Lo recuerdan? Vamos a contar mentiras, laralá, vamos a contar mentiras laralá...

Tomado de SinEmbargo


Tal vez se deba a que por estos dí­as hemos conocido en plena pandemia todaví­a de falsas mentiras, mentiras a medias, y verdades que no existen, como la famosa verdad histórica de Jesús Murillo Karam sobre el caso Ayotzinapa, que según el Fiscal federal Alejandro Gertz Manero resultó falsa verdad, aunque no aportó alguna distinta. Sin contar las mentirosas verdades cotidianas del doctor Hugo López-Gatell sobre la evolución y las expectativas de la COVID-19.
Hurgando como es mi maní­a descubrí­ que la frase Vamos a contar mentiras es originalmente el tí­tulo de una obra del llamado teatro de enredos, que parece muy divertida, escrita por Alfonso Paso y estrenada en el Teatro Beatriz de Madrid en 1961. Es una de esas piezas ligeras que se solí­an presentar en España en escenarios informales, conocidos como Corral de comedias.
Sin embargo, me parece que el célebre estribillo infantil corresponde más a ese género de canciones-juego que hace años eran parte de nuestras diversiones cotidianas, en aquellos ya muy lejanos dí­as en que podí­amos reunirnos con nuestros vecinos y primos para jugar en la calle de la colonia sin ningún temor.
Así­, veo que Vamos a contar mentiras se liga a muchas otras retahí­las y rimas infantiles, como las de Al pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero; Este es el juego de Juan pirulero, que cada quien que atienda a su juego; Mambrú se fue a la guerra; a la rueda rueda de San Miguel; San Isidro Labrador quita el agua y pon el sol; A lo maduro, a lo maduro, que se voltee fulano de burro; La ví­bora de la mar; Tengo tengo tengo, tu no tienes nada, o Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…
Me encontré con un ciruelo/ Me encontré con un ciruelo/ Cargadito de manzanas, tralará/ Cargadito de manzanas, tralará/ Cargadito de manzanas…
Todo esto de las mentiras viene a cuento a partir de la genial intervención del auto llamado periodista Carlos Pozos, mejor conocido como Lord Molécula, que hace unos dí­as irrumpió por enésima vez en la conferencia de prensa matutina del Presidente para pedir micrófono en mano que la Secretarí­a de Gobernación exhorte (sic) a otros periodistas (sic) a abstenerse de decir “mentiras falsas” (recontra sic) sobre el titular del Ejecutivo federal.
Y aterrizó enseguida su chisme Don Molécula: “Ciro Gómez Leyva, Presidente, la semana pasada le dijo a usted que era un mentiroso porque él no se habí­a reunido grupalmente con Garcí­a Luna pero en esa respuesta acepta que sí­ lo hizo en forma privada. Estos voceros del régimen neoliberal, Presidente, están rebasando la lí­nea de libertad de expresión, como lo hace también el señor este López al que le dicen ”˜el teacher”™”.
Por el mar corren las liebres/ Por el mar corren las liebres/ Por el monte las sardinas, tralará/ Por el monte las sardinas, tralará/ Por el monte las sardinas…
Y también me encontré, qué cosa, esta letaní­a sobre la mentira, de autor desconocido:
Mentimos para engañar y para engañarnos.
Para justificarnos.
Para exagerar méritos.
Para aminorar fracasos.
Mentimos para proteger a otros.
O por miedo a las consecuencias.
Para mantener una promesa.
Para ocultar una emoción.
Mentimos por temor, por envidia, por miedo.
Para evitar un castigo.
Para sentirnos aceptados.
Para evitar conflictos.
Mentimos consciente o inconscientemente.
Por acción o por omisión.
Con culpa o alegremente.
De forma aparatosa o sin mover un músculo.
Mentimos sin ton ni son.
Por rutina, como acto reflejo, por instinto o por convención social.
Para herir o para protegernos de los demás.
Para no ofender.
Para no decir abiertamente “no”.
O por falta de valor.
Mentimos cuando nos maquillamos, cuando nos vestimos, cuando nos perfumamos.
Y lo hacemos de forma amable, descarada, peligrosa y hasta piadosa.
Vamos a contar mentiras, laralá…
Válgame.


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