razón odia "con odio jarocho" a Amlove.
En la plática con las amigas en la tarde pastelera y en la manualidad aprovecha cada oportunidad para hablar mal del presidente de la república.
Su última frase célebre entre las amigas es devastadora.
"Pinche viejo... pendejo"..., y hasta en rima le salió.
Tiene unos sesenta y cinco años de edad. Es viuda. Vive de la pensión de tres mil pesos, pero pendiente los hijos de su vida en paz.
Siempre, claro, ha ejercido su derecho polí­tico a votar en las urnas. Y en el año 2018 votó por un compadre para presidente de la república y por otro compadre para gobernador. Y, claro, fueron votos anulados, pues ninguno de ambos figuraba en la boleta electoral.
Su rechazo a la figura presidencial bien pudiera deberse, digamos, mera hipótesis, a la pensión tan jodida que empezó a recibir el año anterior.
Acaso, al subempleo y salarios insultantes de sus hijos.
Quizá a que tanta discordia ha sembrado Amlove desde el púlpito nacional que ya está harta.
Acaso a que otro de sus hijos, egresado de la universidad, está desempleado desde hace dos años.
Ella lo vomita.
El chamán del pueblo decí­a, sin embargo, que con tanto odio el alma envejece y se pudre antes de tiempo.
También dice que llenar el corazón de tanta pasión enloquecedora carcome toda posibilidad de alegrí­a.
La señora, por el contrario, parece resucitar a la vida con tanto odio.
Serí­a, incluso, hasta su forma de reciclarse.
Casi casi, un "Vuelve a la vida".
Unas amigas, de plano, ya la borraron del whatsaap porque suele enviarles frasecitas, videos, montajes, memes, etcétera, donde evidencian a Amlove.
Y aun cuando están de acuerdo con ella, o más o menos de acuerdo, está canijo, dicen, vivir odiando... así­ se trate del peor enemigo, digamos, el asesino de un hijo, un familiar, un amigo, un compadre, un conocido, un vecino.
Pero, bueno, así­ vive.

INDIGNACIÓN CRÓNICA
Nunca, claro, escucha noticieros televisivos. Menos, escucha y mira la conferencia mañanera de cada dí­a y cada tarde transmitida por la tele.
Lee el periódico y basta para retroalimentar su odio.
También observa y escudriña el mundo alrededor y será suficiente para seguir empujando la carreta en la tierra fértil del odio, mejor dicho, de su odio.
Ella es jarocha y goza de mucha salud. Ni siquiera, vaya, padece presión arterial alta o baja. Tampoco tiene otros males. Menos es depresiva.
Por el contrario, vive en una indignación crónica por el estado económico y social, educativo y de salud, y de seguridad y procuración de justicia tan deplorable que se padece en cada nuevo amanecer.
Y sin embargo, tiene un gran sentido del humor. Es una jarocha clásica. Cuenta chistes, bromea, echa albures, corta la tijera de los demás y las ausentes con las amigas, se pitorrea, y como en últimas fechas le ha dado por leer el horóscopo está aprendiendo a leer las cartas con una bruja para leer la suerte a sus amigas.
Las amigas, sus contemporáneas, conocieron a personas que en otros tiempos odiaban a los presidentes. Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, por ejemplo.
Incluso, hay quienes odiaban a Gustavo Dí­az Ordaz y Luis Echeverrí­a Alvarez por aquello de la matanza de Tlatelolco.
Pero el odio de esta señora es inverosí­mil. De seguro de madrugada en madrugada, hacia las tres de la mañana cuando suele tenerse el sueño más profundo, el subconsciente se le revolcará con tanto odio concentrado.
El odio forma parte de su vida y se refocila.