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Martes 02 junio, 2020

¡Ay la moral!

•Cada quien la suya
•ADN de polí­ticos

UNO. ¡Ay la moral!

La palabra moral se ha vuelto una palabra casi obscena escribieron Albert Camus y Jean Daniel, los dos escritores y periodistas.
Era la década de 1940 en Francia y en Europa se armaban debates sobre los campos de concentración.

Luis Velázquez

Camus era jefe de Redacción del periódico Combat y luego director, un periódico que circulaba desde la clandestinidad y significaba la resistencia pací­fica.
Cada parte, y como siempre, tení­a su moral. Entonces, como ahora, una premisa universal era la siguiente. Lo que es bueno para mí­, puede ser malo para ti.

DOS. ADN de polí­ticos
Durante casi noventa años, el priismo dominó la vida pública. Con los años la fama del enriquecimiento ilí­cito se impuso en el tendedero.
Los escritores y periodistas, Marí­a Scherer Ibarra e Ignacio Lozano publicaron un libro donde aseguran que el ADN de un priista es la corrupción, y por añadidura, todos tenemos un priista en el corazón y las neuronas.
Pero entre las cúpulas tricolores encumbradas, la desviación de recursos públicos era normal, parte de, pues en todo caso abrí­a la posibilidad de una vida familiar cómoda, sin sobresaltos.

TRES. De Códigos de Ética a la Cartilla Moral
Si Miguel de la Madrid fue el primer presidente en hablar de la renovación moral, entonces Amlove resucitó la Cartilla Moral escrita por don Alfonso Reyes hace unos 70, 80 años, y los cristianos evangélicos la reparten como si fuera la Atalaya.
La Cartilla Moral de Amlove permitió, por ejemplo, que hacia el inicio del sexenio guinda y marrón, el presidente de la república pusiera en la cancha la amnistí­a para los malandros.
En una gira saludó de mano a la señora madre de Joaquí­n Guzmán Loera, El chapo, digamos, más que en nombre de la moral, de la caballerosidad.

CUATRO. “Si alguien está libre de pecado…”
En asuntos tan delicados como la moral, cada quien tiene la suya, aun cuando hay ejes universales.
Hace más de dos mil años quedó clara en los Diez Mandamientos de la ley de Dios.
Y también en la vieja Roma con los debates filosóficos de Sócrates, Séneca y Platón, entre otros.
“Si alguien está libre de pecado, dijo Jesús, que tire la primera piedra”, y que luego fue repetida por Enrique Peña Nieto como jefe del Poder Ejecutivo Federal. “No te preocupes, Rosario”.

CINCO. Entender y comprender
La moral, decí­a el cacique priista, Gonzalo N. Santos, “es un árbol que da moras” y pitorreaba.
La moral, claro, permite condenar a los demás desde la homilí­a, pero como dice el viejito del pueblo, hay en el idioma un par de verbos importantes y que son los siguientes.
A, entender, y B, comprender.
Entender y comprender las razones de los demás para ser y actuar, tratando de eludir hasta donde sea posible el verbo juzgar.

SEIS. Palabra obscena
La palabra moral es casi casi una palabra obscena.
El dicho popular dice, por ejemplo, que “en la casa del jabonero…”.
En las facultades de Leyes enseñan a los alumnos que en la vida “es fácil ser bueno, pero lo más difí­cil es ser justo”.
En cosas de la moral, lo mejor quizá es aplicar la tesis filosófica de los tres monitos que suelen vender en el mercado popular y en las ferias del pueblo.
“Ver, oí­r y callar”.
Y así­ como hay tres asuntitos espinosos de los que más vale no hablar como son la religión, la polí­tica y el sexo, también la moral se incluirí­a en el paquete.


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