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Viernes 29 mayo, 2020

Pequeñez polí­tica

Luego de un año y medio de la dinastí­a guinda y marrón en el palacio de gobierno de Xalapa, la caracterí­stica singular es la pequeñez. La pequeñez humana. La cortedad de miras. Lejos de la figura emblemática de un Estadista en el ejercicio del poder. Y lo peor, desproporcionados en el protagonismo. Declarándose los mejores entre los mejores.
De referencia servirí­an algunos de los antecesores.

Luis Velázquez

Por ejemplo:
Guadalupe Victoria, el primer gobernador de Veracruz, presidente de la república.
Antonio López de Santa Anna, 3 veces gobernador y once ocasiones presidente de la república. Además, héroe militar.
Miguel Alemán Valdés, gobernador, coordinador de campaña presidencial, secretario de Gobernación y presidente de la república.
Adolfo Ruiz Cortines, gobernador, secretario de Gobernación y presidente de la república.
Cándido Aguilar, gobernador y secretario de Relaciones Exteriores con el presidente Venustiano Carranza.
El coronel Alberto Tejeda Olivares, gobernador y secretario de Gobernación, ni más ni menos, con Plutarco Elí­as Calles. Y fallido candidato presidencial pues se le atravesó ílvaro Obregón buscando la reelección y que lo matan en el restaurante “La bombilla”, en la ciudad de México y su cabeza cayó sobre un plato de mole poblano.
Heriberto Jara, gobernador y secretario de la Marina Nacional.
Fernando Gutiérrez Barrios, gobernador y secretario de Gobernación y senador de la república.
Ellos, con alteza de miras y grandeza de Estadistas, trascendieron la vida local, sin nunca, jamás, caer en la pequeñez humana.
Y claro, varios fueron protagónicos, polí­ticos exitosos que eran, pero al mismo tiempo, planeando siempre con las neuronas el futuro por venir.
Eran hombres “y parecí­an gigantes” como escribiera el historiador Daniel Cosí­o Villegas de los hombres de la reforma, entre otros, Ignacio Ramí­rez (quien muriera en la ciudad de Veracruz), Ignacio Manuel Altamirano, Vicente Riva Palacio y Francisco Zarco.

SIMPLE CAJA DE RESONANCIA
Un año y medio después de la dinastí­a guinda y marrón en el palacio de Xalapa, la pequeñez humana.
Uno. 18 meses en la chismografí­a. La frivolidad fifí­, salsera y sabadaba.
Dos. Un gobierno de ocurrencias. La secretarí­a de Desarrollo Agropecuario, SADARPA, vendiendo mangos, plátanos, vainilla y litchis.
Tres. La SEDECO, un club de cafetómanos como dice el académico Alfonso Velázquez Trejo.
Cuatro. El reparto del poder con sentido patrimonialista.
Cinco. Una polí­tica de seguridad reactiva y que va siguiendo, paso a paso, la agenda setting establecida por los malandros.
Seis. Pendientes todos los dí­as de la conferencia mañanera en Palacio Nacional para reproducir como copia Xerox las medidas anunciadas y ser los primeros en el paí­s y ganarse la levantada de mano para ser declarado el gobernador más leal…, leal, porque es muy chiquito y pequeño y solo repite como lorito la lí­nea nacional.
Siete. En 18 meses, ningún sello personal en el ejercicio del poder. Bien cilindreado desde el palacio federal. Simple caja de resonancia.
Ocho. Los jodidos, más jodidos que nunca luego de la venta burda y ramplona de esperanza social.
Nueve. El colmo, un médico del Hospital Regional de Veracruz extendiendo la mano para una limosnita por el amor de Dios para la compra de materia prima que necesitan en el tiempo del coronavirus.
Diez. El descrédito moral. Caso el secretario de Educación revirando al senador Julen Rementerí­a con la denuncia documentada de las empresas fantasmas… en vez, por ejemplo, y en todo caso, el profe Zenyazen declarándose impoluto, la denuncia penal en la Fiscalí­a General por difamación y calumnias.
Once. El hacer todos los dí­as pendientes del clamor popular.
Doce. El gobierno rijoso peleándose con los actores sociales. Caso Orizaba. Caso Mariano Escobedo. Policí­as contra vecinos. Además, la rijosidad con la iglesia. Los partidos de oposición. Los diputados locales de oposición. Los alcaldes incómodos.
Trece. “En menos de lo que canta un gallo”, el resultado es uno solo. El desencanto. Y un desencanto, sin el mí­nimo respeto al gobierno de Veracruz.

DE PEQUEÑECES EL MUNDO ESTí HECHO
Entre pequeñeces la vida pública camina.
A: Pequeñez…, pasarse los dí­as y los meses defendiendo a parte del gabinete legal cuando hay crí­ticas de por medio.
B: Pequeñez…, defender al secretario de Salud cuando lo exhibieron como “Un besucón” dando besito a chico sureño.
C: Pequeñez… dolerse de que en la infancia le hicieron bullying y le apodan “El bola 8”, organizando funciones cinematográficas desde las azoteas de las casas en Xalapa.
D: Pequeñez… ser copia Xerox del presidente de la república.
E: Pequeñez… hacerse omiso y occiso con el asesinato de dos mujeres y dos niños en una colonia popular de Papantla y con el crimen de par de niños en Tierra Blanca, en los lí­mites con Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca.
F: Pequeñez… gritonear en cada crimen de un personaje que harán justicia y tienen identificados a los homicidas fí­sicos e intelectuales.
G: Pequeñez… armar escándalos con unos detenidos por el crimen de la reportera de Papantla, Marí­a Elena Ferral, y luego desatenderse por completo.
H: Pequeñez y otras cositas… prohibir al encargado de la Fiscalí­a Anticorrupción, Alfonso Corona, registrarse como aspirante para la Fiscalí­a de 5 años y dejar libre el camino a la esposa del secretario de Infraestructura y Obra Pública.
I: Pequeñez… quedar bien con el gobierno federal sin dignificar la vida social de los 6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz.
J: Pequeñez… querer parecerse y quedar bien con Amlove y cada vez más parecerse a Javier Duarte (empresas fantasmas y barbies), Éric Lagos (cinismo y pitorreo), Jorge Carvallo (codicia descarrilada) y Adolfo Mota (la petulancia en el estilo personal de ejercer el poder).


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