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Escenarios
Viernes 29 mayo, 2020

Sopa de letras

•Leer es releer
•Escritores favoritos

UNO. Rica sopa de letras

La vida es, ha de ser, una rica sopa de letras. Ningún paraí­so terrenal es más placentero como encerrarse en casa con un libro. Leer, cierto. Pero más aún, releer y que significa la verdadera lectura.

Luis Velázquez

Digamos, como cuando se mira una pelí­cula dos, tres veces, y en cada ocasión se redescubre un filón informativo.
Y leer, si es posible, en voz alta, para escuchar el bamboleo, el ritmo y el tropel de las palabras. Y dejar que la imaginación vislumbre el lugar de los hechos y los personajes tomen forma.

DOS. Escritores consentidos
Cada lector tiene escritores preferidos. Pero una sabrosí­sima sopa de letras bien puede integrarse con algunas novelas y cuentos de los siguientes escritores.
A, Ernest Hemingway. Quizá, “El viejo y el mar”. B, José Vasconcelos, acaso, “Ulises criollo”, el primer libro de su autobiografí­a, una prosa avasallante, como un volcán en erupción, un tsunami arrastrando un pueblo, una pareja haciendo el amor y el sexo en la madrugada escuchando el tintineo de la lluvia en la azotea de la casa.

TRES. Leer en una isla desierta
C, Gabriel Garcí­a Márquez, quizá con “El relato de un náufrago”, una crónica, reportaje, escrito como novela.
D, Juan Rulfo, con la novela “Pedro Páramo”, el mundo insólito donde los muertos están vivos y hasta bailongos organizan en las noches en el cementerio.
D, Rubén Darí­o, con su libro de crónicas desde España, una prosa deliciosa describiendo personajes con una finura excepcional y contando historias inverosí­miles que parecen irreales pero que al mismo tiempo son hechos concretos y especí­ficos.

CUATRO. El Gabo quedó deslumbrado
Una noche, el escritor William Styron invitó a sus amigos Carlos Fuentes Mací­as y Gabriel Garcí­a Márquez a cenar con el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.
Apenas, apenitas comenzaba la noche, con un guiskazo en mano, Clinton dio una vuelta alrededor de la mesa de la sala principal de la Casa Blanca, y de pronto, comenzó a recitar una, dos, tres páginas de “Cien años de soledad”.
Y Garcí­a Márquez quedó deslumbrado, alucinado, sorprendido, atónito, igual, claro, que Styron y Carlos Fuentes.
Luego, Clinton llamó a su hija, quien entrara a la sala con un ejemplar de “Cien años de soledad” en inglés y a petición del padre también recitó de memoria dos, tres, cuatro, cinco páginas de la novela estelar.
Fue la noche más feliz de todas las noches del Gabo, a quien, por cierto, encantaba la cercaní­a del poder.

CINCO. El libro por excelencia
Unos dicen que el libro clásico por excelencia, lectura que ha de ser de cabecera, es la biblia.
Carlos Fuentes, Garcí­a Márquez y Carlos Monsiváis decí­an que ellos la leí­an una vez cada año porque es el mejor libro de crónicas y reportajes escrito y publicado en la historia de la humanidad…, más allá de los hechos inverosí­miles contados.
Del trí­o, Monsiváis era el más fascinante porque sabí­a de memoria capí­tulos completos de la biblia. A los diez años de edad leyó por vez primera la biblia completa…, a iniciativa de su señora madre.

SEIS. El bamboleo de las palabras
Ninguna sopa de letras tan sabrosa. Como si se cocinara con caldito de pollo y comiera con una tortillita echada a mano y con maí­z blanco.
En la relectura de los escritores anteriores, el mayor placer del mundo es leer en voz alta para escuchar el bamboleo de las palabras integradas en cada párrafo y en cada página.


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