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Malecón del paseo
Sábado 16 mayo, 2020

Apóstol del árbol

•Un árbol por cada hijo
•Flores por cada hija

EMBARCADERO: En el rancho, el abuelo pasó a la fama porque por cada hijo que procreaba con la abuela sembraba un árbol en el patio de la casa si era hombre y flores si eran mujeres... En total, llenó el patio de doce árboles y flores... El patio era su paraí­so terrenal, el mayor logro de su vida, la felicidad absoluta... El patio era su bosque y todos los dí­as levantaba temprano antes de que el sol cayera y regaba las flores y los árboles

Luis Velázquez

Y abonaba la tierra… Y platicaba con cada plantita sembraba y les contaba sus cosas del dí­a y hasta los sueños de la noche…

ROMPEOLAS: Cada árbol y flor sembrada era diferente porque cada hijo era una identidad, pues, incluso, hasta los gemelos son distintos en la forma de ser y vivir… En el patio habí­a, por ejemplo, rosas rojas, blancas y amarillas y bugambilias que crecí­an grandes y se extendí­an como pulpos alrededor y habí­a las que, incluso, trepaban en los árboles… Habí­a un árbol de limones, otro de tamarindo, otro de ciruelas y un roble, alto, frondoso, que se chupaba la sombra de todos… Y habí­a un aguacate que conforme fue creciendo sus raí­ces crecí­an hacia abajo, como muchos árboles, pero también, hacia los lados y poco a poco se van extendiendo y son capaces de entrar a las casas cercanas…

ASTILLEROS: Tanto crecieron las raí­ces externas del aguacate que un dí­a, ni modo, cuando el hijo a quien lo ofrendara habí­a crecido, necesitó cortar todas las raí­ces y casi lo seca… En medio de los árboles y las flores, el abuelo sembró pasto… Pero además, verduras… Es más, sembró verduras en las macetas colgadas en las paredes de la casa, tiempo cuando se usaban con paredes muy altas…

ESCOLLERAS: En el frente, la vieja casona tení­a un corredor donde los doce hijos jugaban… Y allí­, el abuelo sembró verduras en las macetas que colgaba… Casi casi el abuelo fue como el apóstol del árbol y de las flores y de las verduras y del pasto… Y, claro, soñaba con que la mayor parte de las familias en el rancho tuvieran su bosque en los patios de sus casas, pero la utopí­a quedó siempre incumplida… Nunca tuvo seguidores…

PLAZOLETA: Cada árbol y cada plantita de flores fueron bautizadas con el nombre de los doce hijos… Y así­ les llamaba… Y decí­a que los árboles y las ramas y los troncos de los árboles y el rosedal y las bugambilias lo escuchaban porque miraba el color de las hojas y era de un verde intenso que solí­a cambiar con el sol y con la luna y con la lluvia… Y era su dicha y felicidad… La abuela, quien era más práctica porque estaba canijo alimentar todos los dí­as en el desayuno, la comida y la cena a doce hijos, más el esposo, viví­a para pelearse con él, porque, decí­a, que amaba más a su bosque que a los hijos…

PALMERAS: Fue el abuelo un hombre bueno… Viudo, con dos hijos, casó por segunda ocasión y procreó diez hijos más… Y todos viví­an bajo el mismo techo y enseñó a la docena a quererse y entenderse y comprenderse… Y, claro, apoyarse en todo y con todo… Solo así­, digamos, se explicarí­a que amara tanto las flores y los árboles… Casi casi, un san Martí­n de Porres según cuenta la historia y la leyenda… Muchos años después, ya fallecido el padre, los hijos siguieron cuidando el bosque aquel…



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