Veracruz, una desgracia
•Solo resta aguantar vara
•Tiros y muertos, siempre
ESCALERAS: La vida entera en Veracruz es una desgracia. Y solo queda aguantar vara.
Por ejemplo, miles de chicos, adolescentes y jóvenes, nacieron y viven en medio del peligro. Los balazos y los muertos desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero, hace 27 años.
Luis Velázquez
Los muertos, el tiradero de cadáveres, son el único recuerdo de sus infancias, lo único visto como imagen de Veracruz.
PASAMANOS: Hay niños, por ejemplo, que juegan a malandros en el recreo escolar.
En vez de Superman, el súper héroe más conocido de todos los tiempos, la imagen simbólica de ellos es un capo.
Incluso, y como por todos lados solo conocen de la muerte, los tiros y balazos han vuelto a ser el juego más interesante.
Los ricos, por ejemplo, se van de viaje, incluso, al extranjero, a mirar y conocer otros mundos, pero los pobres aquí se quedan y el paisaje de todos los días son los muertos, las cruces en los panteones, los balazos y el fuego cruzado.
Antes, mucho antes, el manual escolar eran las historietas de Memín Pinguín. Ahora, La Santa Muerte.
CORREDORES: La desgracia aparece a cada momento. Y sin avisar. Una bala perdida cambia la vida. Un secuestro, así sea exprés. El asesinato de un vecino. Una mujer más asesinada. Incluso, niños, como los menores asesinados en Papantla en una colonia popular o los niños ejecutados en Tierra Blanca, límites con Oaxaca.
Y por más que en cada pueblo festinen el tamal, la cocada, el arroz a la tumbada o el zacahuil más grande del mundo (“Veracruz se antoja”, ajá), la única imagen en la población local es de la violencia.
“Bamba violenta” le llamaban en el siglo pasado, igual, igualito que ahora.
BALCONES: Los días y noches tranquilas, en paz, sin sobresaltos, significan un legítimo derecho humano.
Ningún bebé vino al mundo para toparse con un tiradero de cadáveres.
Y si los exgobernadores ya fueron juzgados por el tribunal popular, el exterminio sigue hoy en el sexenio guinda y marrón.
Y allá la forma como cada secretario de Seguridad Pública de Patricio Chirinos Calero a la fecha entrara a la historia, pero ahora, Veracruz sigue envilecido, atrapado y sin salida, en un oleaje, mejor dicho, tsunami de incertidumbre y zozobra.
Cada día y noche cuentan a partir del número de muertos.
PASILLOS: Un estudio de una maestra de escuela primaria revela que hacia los 8 años de edad el niño ha visto unas ocho mil escenas de violencia… en la televisión, una televisión, por cierto, que nunca, jamás, regula la secretaría de Educación Pública.
Ahora, sin embargo, los niños han dejado de mirar la violencia en la tele, porque está en la calle y en las avenidas, en los pueblos y ciudades.
Habrá niños, adolescentes, jóvenes, por ejemplo, que han visto muchos cadáveres tirados en sus caminos. Y en otros casos, la muerte los ha alcanzado.
VENTANAS: El escritor argentino, Julio Cortázar (Rayuela), decía que “pasado un ratito… el ser humano se acostumbra a todo”.
Ta´canijo habituarse, por ejemplo, a los tiros y el fuego cruzado y los muertos y los cadáveres colgando de los puentes y a las cabezas humanas decapitadas abandonadas sobre la mesa de un antro.
Y aun cuando un personaje novelístico de Carlos Fuentes dice que “¡ni modo, aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer!”, lo peor que puede ocurrir a un niño es creer que Veracruz es el centro del infierno.