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Miércoles 13 mayo, 2020

Riqueza en la pobreza

•Los dí­as más felices
•Festí­n con los amigos



En la pobreza, siempre hay riqueza. Incluso, el sicólogo dice que los pobres suelen ser más ricos que los ricos. Albert Camus lo dejó muy claro. En la pobreza, escribió en su novela “El primer hombre”, la dicha del mar y el sol, la brisa marina y la playa, la naturaleza, los amigos jugando en la

Luis Velázquez

playa, la lectura de los libros que el maestro de primaria le prestaba, el mundo que soñaba desde los libros.

DOS. Dí­as felices en la pobreza
Todo depende, claro, “de acuerdo con el cristal con que suele mirarse la realidad”, pues, dice el sicólogo, si la persona se obsesiona con la pobreza, entonces, todos los dí­as se vuelven sombrí­os y sin brillo.
Incluso, y como escribió Camus, “los dí­as son demasiados largos y la vida demasiado adversa”.
Por ejemplo, la vecina recuerda que de niña y adolescente nada la hací­a más feliz en el pueblo rural que cuando el tí­o dueño de un tendajón les regalaba pirulí­es como si fuera una piñatita en fiesta infantil.
También recuerda las tardes de los sábados cuando el mejor cocinero de la región, don Amado Beltrán, cocinaba sabrosos tamales y los niños se formaban en fila india porque uno les regalaba.

TRES. Festí­n amical
En aquella pobreza, ella y sus amiguitos eran felices, por ejemplo, cuando en la primavera todos iba en las tardes al rí­o Jamapa a nadar y zambullirse en el fondo del rí­o caudaloso y jugar competencias de natación y las chicas jugar volibol y los chicos béisbol.
Festí­n aquel cuando los fines de semana los chicos se juntaban con permiso de los padres para llevar serenata con un trí­o de jóvenes guitarristas.

CUATRO. La pasión deportiva
Ella recuerda la felicidad de su padre tomando unas cervezas con los amigos en el patio de la casa los sábados en la tarde donde se retacaban de tacos.
Y la madre en las tardes pasteleras con las amigas de la iglesia y que formaban parte de la Asociación Católica del pueblo.
Dar vueltas en el parque los sábados en la noche y los domingos en la tarde en sentido contrario a los chicos y en cada vuelta coquetearse entre las partes.
Los campeonatos de basquetbol que en la cancha de la iglesia católica organizaba el presbí­tero del pueblo y en donde la pasión alcanzaba el éxtasis, sin que nunca llegaran al pleito las diferencias deportivas.

CINCO. Modesta biblioteca en el pueblo
Incluso, nada los hací­a más felices como la modesta biblioteca que algún presidente municipal abrió en el salón de eventos sociales del Ayuntamiento y que de tan grande parecí­a pista de baile, pero una pista de baile llena de libros.
Y aun cuando quizá pocos, excepcionales chicos leí­an un libro la biblioteca se volvió un centro de reunión infantil y juvenil en un pueblo donde la vida solo giraba alrededor del parque, el rí­o y la cancha de básquet.

SEIS. Lo necesario para vivir
Así­ eran felices en medio de una pobreza y una miseria, incluso, que nunca ha sido superada porque, ni modo, la errática polí­tica económica y social pareciera una maldición de los dioses y de los astros en contra.
Un polí­tico, sin embargo, el más honesto del mundo, José Mujica, ex presidente de Uruguay, lo decí­a así­:
“Solo tengo… lo necesario para vivir”.
Y aquellos niños, adolescentes, jóvenes del pueblo fueron felices con lo que tení­an y/o con lo que la vida les ofrecí­a, y ahora, cuando grandes son, aprecian más los recuerdos y la nostalgia del paraí­so perdido.


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