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Diario de un reportero
Sábado 11 abril, 2020

La vida en el coronavirus

•El mandilón de la casa
•Echar panza como nunca

DOMINGO
“El amor en el tiempo del” COVID




La vida en el tiempo del COVID 19. Vivir encarcelado en las 4 paredes de la casa. Estar día y noche con la pareja. Y el colmo, pasar las horas leyendo memes del bichito chino.
Por fortuna he aprendido varias cosas. Por ejemplo, ya sé tender la cama sin ninguna arruguita en la sabana o la colcha.
Aprendí a barrer la casa y pasar jerga, sin ningún dolor de la columna vertebral.Además, con una sonrisa y escuchando a Selene, ahora en estos días cuando conmemoran un año más de su crimen.
También aprendí, sin dolores musculares, a lavar los trastes y que antes, mucho antes, cuando alguna vez lo intenté, la pareja enferma, juré nunca, jamás.
Y con la quinta o sexta semana enclaustrados (la cuenta de los días se ha perdido), ahora estoy en un curso de cocina.
Ya sé, por ejemplo, guisar los huevos en distintas formas. Desde revueltos y estrellados hasta divorciados y motuleños.

Luis Velázquez

Y con buen sazón, dicen.
Incluso, la mujer se hace tonta y me deja la chamba argumentando que le duele la espalda o que tiene gripa o ardor en la garganta. Y se acuesta. Me he vuelto una especie de su esclavo. “Mi negro”, me llama. Simple mandilón, pues.

LUNES
Pelí­culas en blanco y negro, las preferidas

Nadie llama por teléfono. Y como nunca he usado celular, tampoco whastsapp, bendito Dios, claro.
Los hijos y los nietos arriesgan, sin embargo, la vida y llegan de visita y recuerdan aquella pelí­cula del siglo pasado de “Cuando los hijos se van” y la pelí­cula de este siglo de “Cuando los hijos regresan”.
Entonces, y gracias al bichito, hemos descubierto que llevábamos mucho tiempo sin hablar, sin dialogar, sin contarnos cosas y que ahora florecen en tierra fértil.
Desde luego, todos se quitan los zapatos antes de entrar a casa. Y ellos compraron una botella de varios litros de gel y aquí­ la tienen, a la entrada, para untarse.
Nunca se han visto tantas pelí­culas mexicanas, y las preferidas, en blanco y negro. La gracia de Cantinflas, el macho braví­o de Emilio ”˜El indio”™ Fernández, la sonrisa fascinante de Ignacio López Tarso, la ceja bien parada, arco de triunfo, de Pedro Armendáriz, la bragada Marí­a Félix, la tierna mirada de Agustí­n Lara, desfilan en nuestras vidas como por vez primera.

MARTES
Terror y pánico

Enví­o un correo electrónico a un amigo para un cafecito y contesta que después, cuando pase la emergencia sanitaria.
Enví­o un correo a una amiguita para un café y dice que con mucho gusto “pero para mayo o junio”, que Dios dirá.
Enví­o un correí­to a una trabajadora sexual, amiguis desde hace años, juntos envejecimos, que dice que con mucho, muchí­simo gusto el café “para recordar viejos tiempos”, pero sin precisar fecha.
Y es que leer y seguir leyendo y pasar varias horas leyendo sin asomarse a la calle, resulta insuficiente.
Es como aquel amigo a quien su esposa habilitó una recámara como si fuera una cantina, con todo y barra y baño tipo cantina con un montón de aserrí­n y con sillas de cantina para en vez de largarse con los amigos permaneciera en casa y le dijo que faltaba el olor de los orines, y ni modo, que muchas gracias pero se iba con los cuates.
Incluso, ni viendo pelí­culas pornos en la madrugada hay consuelo. Además, los contenidos siguen igual que en el siglo pasado. Procaces. Vulgares. Burdos. Ramplones. ¡Nada que ver, por ejemplo, con Catherine Denueve en “Bella de dí­a”. Mariana Vacht en “Joven y bella”. Juliette Binoche y Jeremy Irons en “Obsesión”. ¡La finura, caray! ¡La belleza subliminal del sexo!
MIÉRCOLES
Los ruidos de la casa

He aprendido a conocer los ruidos propios de una casa, en ningún momento porque haya fantasmas, duendes, extraterrestres, gnomos, enviados de Jaime Mausán o del brujo mayor.
A veces, cierto, bien pudieran ser los espí­ritus de mis padres. Mi madre o mi padre…, y quienes dirí­an que me están esperando, pues ya es hora de irse.
Pero les he dicho que todaví­a tengo pendientes aquí­ en la tierra y que porfis esperen que dí­a llegará.
Hay ruidos sin identificar. Pisadas. Las cortinas moviéndose sin que sople el viento. Las puertas y ventanas cerradas.
Una silueta escurriendo en la oscuridad como una persona caminando entre las sombras.
El foco prendido que en la noche quedó apagado.
El timbre de la casa sonando sin que nadie llame a la puerta.
Voces que hablan arriba, en el primero y único piso, o abajo, en la planta inferior, y que bien son imaginativas, considerando como decí­a Aristóteles que la imaginación de cada quien es la loca de la casa.

JUEVES
La vida es un sueño

He dejado de leer antes de acostarme. Y es que leí­a y soñaba con pandemias, muertos cayendo en las calles, muertos en casas.
Ignacio López Tarso en la pelí­cula Macario, basada en la novela de Bruno Traven, donde habla con el diablo, soñando con vivos que están muertos y muertos que están vivos.
Pedro Páramo, de Juan Rulfo, donde los muertos hablan entre sí­ y hasta bailongos organizan en las noches, vaya parranda en el amanecer.
Y es que de pronto, ¡zas!, olvidé la enseñanza de Fidel Castro Ruz cuando hacia el triunfo de la revolución cubana ordenó por decreto que antes de dormir a los niños les contaran un cuento para ser felices en el sueño, en tanto los ancianos dejaran de leer novelas o cuentos de miedo y terror y ver pelí­culas tenebrosas porque los personajes cobran vida en las noches.
Y más en el tiempo de las pandemias, cuando nadie sabe si amanecerá vivo o muerto.
Por fortuna desde hace un ratito la lí­bido se fue como bien lo escribió Sigmund Freud. Y ni siquiera anda por ahí­ como una tentación avasallante que revuelque y perturbe los dí­as y las noches.
Y es que luego de los 60, 65 años, el amor, la pasión, el deseo, el sexo, se vuelven mí­sticos y se termina como en “El amor en el tiempo del cólera” en que las parejas se aman tomados de la mano, mirando el atardecer, sentados en los sillones talcotalpeños.

VIERNES
La panza es primero

Desde hace ratito ya no veo noticieros en la tele, y más, cuando hay feroz competencia por contar muertos.
Cada dí­a, un tiradero de cadáveres en los 5 continentes. Cadáveres que no pueden velarse en una funeraria y luego luego han de ser cremados para evitar el contagio.
Y sin embargo, Amlove jurando que “¡saldremos adelante!”, pues ni modo que la enfermedad dure cien años y los enfermos aguanten.
Y mientras los dí­as y las semanas caminan solo resta echar panza.
Vida sedentaria, la panza es la reina de la casa y la panza solita, sin aerobics y zumbas ha de tomar la forma arquitectónica que pueda.
Y más, cuando por ejemplo, a la pareja le gusta hacer carlotas o dulces sabrosos para el postre y la tarde pastelera con un cafecito negro.
¡Te queremos, coronavirus, te queremos!


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