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Jueves 26 marzo, 2020

Leer la Biblia

•Ateos arrepentidos
•Purificar la nación

UNO. Leer la Biblia

Ahora cuando AMLO predica desde el púlpito nacional y a cada rato convoca algunos de los mandamientos de la ley de Dios (“No mentir, no robar, no matar”), y cuando los evangélicos reparten la Cartilla Moral y también predican, la lectura de la Biblia está en la cancha pública.

Luis Velázquez

Y más, luego de que el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra dice que AMLO “tiene mucho parecido con Dios”.
Y más, después de que en una posada navideña en la Ciudad de México se presentó cargando un Niño Dios… con la cara de AMLO.

DOS. Lectura imprescindible de grandes escritores
Por ejemplo, en la lectura de la Biblia hay cosas inverosí­miles.
Carlos Fuentes, Gabriel Garcí­a Márquez y Carlos Monsiváis aseguraban que leí­an la Biblia una vez cada año.
El escritor norteamericano, Francis Scott Fitzgerald, también leí­a los Evangelios, incluso, en sus cuentas y novelas cita frases imborrables, memorables y citables, digamos, como sostén argumentativo.
León Tolstói, el más grande escritor de cientos de años, tení­a la Biblia como su libro de cabecera y todas las mañanas y noches la leí­a.
Su vida fue cien por ciento religiosa, casi casi como un monje.
En contraparte, su discí­pulo amado, Antón Chéjov, era ateo.

TRES. Ateos arrepentidos
Napoleón Bonaparte, Oscar Wilde y José Vasconcelos fueron ateos toda su vida.
En el caso de Vasconcelos, el maestro de América, el hijo de Oaxaca que llegara a la rectorí­a de la UNAM y la secretarí­a de Educación Pública con el presidente ílvaro Obregón, en el lecho de muerte pidió un sacerdote para confesarse.
Es más, el último libro de Vasconcelos se llama “Lámpara votiva” y significa un regreso a la iglesia católica y a la certidumbre de que Dios existe.

CUATRO. Gran libro de crónicas
Carlos Fuentes, Garcí­a Márquez y Monsiváis leí­an la Biblia, pero advertí­an que se trataba del libro de crónicas y reportajes periodí­sticos más fabuloso y extraordinario escrito en la historia de la humanidad.
Y leí­an tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, escrito con la técnica literaria más efectiva como es contar los hechos con parábolas.
Y por eso mismo, el trí­o de escritores la leí­a, digamos, para refrescar su técnica, aun cuando en el caso de Scott Fitzgerald serví­a para apuntalar textos.

CINCO. Cada quien su Dios
La universalidad de la Biblia puede calibrarse a partir de que constituye el libro más leí­do en la historia de la humanidad, más, mucho más, por ejemplo que El Quijote o “Guerra y paz” de Dostoyevski o las canciones de Los Beatles.
En Estados Unidos, por ejemplo, los hoteles tienen en sus habitaciones un ejemplar. Y si es una Biblia de los católicos, evangélicos o protestantes, es otro cantar.
Dios, incluso, el Ser Superior, tiene un montón de nombres para llamarle. Y en todo caso, cada quien su Dios.

SEIS. Purificar la república
De AMLO se afirma que es cristiano evangélico. Y desde que era niño, cuando estuvo a punto de ahogarse en un rí­o de Tabasco y fue rescatado de una poza, estuvo seguro de que tení­a una misión en la vida y que ahora está cumpliendo a partir, entre otras cositas, de su legí­tima obsesiva obsesión de purificar la vida pública, y por añadidura, para que la población se ame.
Por eso, su prédica de una polí­tica de abracitos y besitos para humanizar el paí­s.
Solo falta que los evangélicos, además de repartir la Cartilla Moral, aprovechen el viaje para predicar en corto y hasta obsequiando un ejemplar de la Biblia.


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