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Jueves 19 marzo, 2020

El infierno

El interés de la mayorí­a de la población de Veracruz (8 millones de habitantes, 6 millones en la pobreza y la miseria) por el gobierno y las elites polí­ticas “está más apagado que un cubo de ceniza” (Ernest Hemingway, Sobre Parí­s).
En otro tiempo, en el siglo pasado, Veracruz era inmaculado. “La noche tibia y callada” le llamó Agustí­n Lara. Pepe Guí­zar decidió vivir en su casita de Mocambo llena de flores y pájaros cantores.

Luis Velázquez

Chabela Vargas alcanzó la plenitud a la orilla de la playa en Antón Lizardo en una casita regalada por Miguel Alemán Velasco y que luego vendiera.
Entonces, la población se creí­ y sentí­a orgullosa. Los Tiburones Rojos en gira triunfal en Europa. Luis “El Pirata” de la Fuente y Roberto ívila González, en las grandes ligas. El íguila de Veracruz en el estrellato.
Pero de aquella fiesta que era Veracruz ahora el buen ciudadano está harto del largo y extenso túnel sórdido y siniestro y sombrí­o de la incertidumbre y la zozobra.
Desde luego, en el siglo pasado la población también sufrió el infierno. Por ejemplo, hacia 1930 cuando el ejército de sicarios y pistoleros de Manuel Parra, el cacique de Naolinco desde su finca de Almolonga asesinó a unos cuarenta mil ejidatarios como parte de la enconada lucha agraria.
Y ni se diga hacia finales del siglo XX, “La Sonora Matancera” (en referencia a La Sonora Santanera) en el sexenio de Agustí­n Silvestre Acosta Lagunes.
Y con todo, existió más tiempo de gloria y resplandor cuando, y por ejemplo, a cada rato Veracruz rompí­a sus propios récords Guiness, entre otras cositas, con “El arroz a la tumbada más grande del mundo” y con la cocada más extensa del planeta.
Y ahora, y desde hace veintisiete años, de Patricio Chirinos Calera a la fecha, la tranquilidad de entonces fue relevada por el infierno.
Y si entonces la vida de los niños, las mujeres, los ancianos y los polí­ticos y hasta de los policí­a era respetada, hoy con todo y el esfuerzo oficial para restituir el Estado de Derecho, parecieran estar dando golpes erráticos, porque como en el cuento de Tito Monterroso, el dinosaurio sigue ahí­, imperturbable, más poderoso que nunca, dueño de la agenda setting, dueño de la vida pública, dueño de la paz colectiva.

ESTA GUERRA NO ES NUESTRA…
Nadie quiere una guerra y menos una guerra tan prolongada entre los carteles y cartelitos y el gobierno de Veracruz.
Incluso, “nadie que haya tenido algo que ver con una guerra quiere hablar de otra”, como escribiera Hemingway en la Primera Guerra Mundial.
El pueblo de Veracruz está harto de esta guerra, y al mismo tiempo, su hartazgo ya llegó a la indiferencia y el desdén, habituado como parece estar a un paisaje urbano, suburbano y rural donde las balaceras y los tiroteos forman parte de la vida cotidiana.
Y por eso mismo, mejor “mirar los toros desde lejos”, entregados a su trabajo en el taller y el surco, en la oficina pública y privada, en la fábrica y en el changarro, en el salón de clases y en la pepena, consciente y seguro de que más, mucho más importante que el tiradero de cadáveres es llevar el itacate y la torta a casa.
Y más, cuando en todo caso, de poco o nada, de plano, sirve ocuparse y preocuparse de la estadí­stica de la muerte, pues, y lo peor, se vive en la encrucijada de toparse un dí­a con una bala perdida o un fuego cruzado o sufrir un secuestro y una desaparición.
Y más, cuando en el gobierno estatal hay una elite excluyente reproduciendo el modelo polí­tico azul y rojo del reparto de las mieles del poder en unos cuantos, aquellos encaramados en los cargos públicos y con salarios excepcionales, además de los negocitos lí­citos e ilí­citos.
Y es que como la mayorí­a poblacional está fuera de los privilegios del poder y sus ingresos son en otro lado, así­ sean “salarios de hambre”, millón de veces aplicarse en la faena laboral que participar en marchas y caminatas y la resistencia pací­fica, pues, y por desgracia, de nada parece servir.

UN PUEBLO DESENCANTADO CON EL GOBIERNO
Cierto, la población está desencantada del sexenio guinda. Pocos, excepcionales ciudadanos están contentos.
Y para tranquilidad de todos ellos, el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre y la cero creación de empleos y los despidos incesantes que siguen y la caí­da del petróleo y hasta los estragos financieros del coronavirus, minan la fuerza social y el espí­ritu de lucha y el grueso de los jefes de familia con los suyos mejor prefieren ocuparse del diario vivir y la sobrevivencia que andar, digamos, de revoltosos y mitoteros… como en los buenos tiempos del socialismo, por ejemplo.
Y sin embargo, las cúpulas de MORENA en el palacio de Xalapa, anexos y conexos, siguen dando al paí­s la imagen que Veracruz tiene ahora, entre otras cositas, el primer lugar nacional en secuestros y feminicidios.
Y un sexenio que pocos ciudadanos respetan.
Pueden las elites polí­ticas guindas predicar en el púlpito. La población sigue trabajando porque de por medio está el itacate.
Y es que si cada jefe de familia canalizara su energí­a fí­sica y emoción social a la resistencia pací­fica desde hace tiempo las entrañas del poder cimbradas estarí­an.


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