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Martes 17 marzo, 2020

5 suicidios en un dí­a

Hay dí­as difí­ciles y duros. Como el miércoles 11 de marzo cuando 5 personas se suicidaron en Veracruz. Una alerta, tan preocupante como el coronavirus, de que la vida humana está tronchada. Un aviso más de que la desintegración familiar alcanza niveles insospechados. Un Toque de Queda para que el Estado se detenga en las relaciones familiares y humanas.

Luis Velázquez

Más, mucho más allá de que el sicólogo diga que con la primavera la vida se agita y hay gente que acelera sus neuronas suicidas… en un Veracruz considerado “como un manicomio con vista al mar”.
5 hombres se quitaron la vida. Uno, en el puerto de Veracruz. Otro, en Paso de Ovejas, Otro en Tierra Blanca. Y dos, en Martí­nez de la Torre.
En el transcurso de la noche, uno, de 30 años, se colgó de la viga de un cuartito donde viví­a.
Otro, de 21 años, se colgó de una barra metálica en el techo de su casa.
Otro, 40 años, se colgó en el corredor de una vivienda.
Otro más, de 25 años, se colgó de la rama de un árbol con una cuerda atada al cuello.
Y otro, de 70 años, se colgó de un árbol en el patio trasero de una vivienda.
El suicidio pega, entonces, a todas las edades. Dos chicos, menores de veinte años. Otro, en la edad madura. Y otro, senil, viejito, anciano.
Y, bueno, cuando un mismo dí­a 5 personas se quitan la vida, caray, en el sistema polí­tico las farolas han de prenderse porque se trata de un número insólito.
Se ignora el lugar de Veracruz en el suicidio nacional. Pero mucho se siente y cree que bien pudiera estar en los primeros.
Y en ningún momento porque, decí­an los priistas en el siglo pasado, se trata de uno de los estados federativos más grandes del paí­s, sino más razones de fondo y de peso han de existir, entre ellas, y establecida como una hipótesis general, premisa básica, la perdida de la fe y la esperanza en sus dí­as y noches y la desesperación humana y la ausencia de alicientes oficiales.

LA SALUD MENTAL, ASUNTO DE ESTADO
A veces, el suicidio es genético. Ernest Hemigway, por ejemplo, se suicidó con todo y el Premio Pulitzer y el Premio Nobel de Literatura.
Pero su padre, un hermano, un primo y una sobrina también se quitaron la vida.
Otras veces, la terrible y canija soledad lleva al suicidio.
Una decepción amorosa. Una relación tormentosa. Vientos huracanados con el desempleo y el subempleo. La pérdida total de las ganas de vivir y estar.
Y aun cuando hay demasiados pendientes sociales (inseguridad, impunidad, recesión, negocios y empresas y changarros cerrados, la vida prendida con alfileres, adolescentes embarazadas, abortos, etcétera), así­ como va el suicidio se está convirtiendo en un Asunto de Estado.
Y por lo regular sucede, de acuerdo con el sicólogo y el terapeuta familiar, cuando se camina en la vida sin estí­mulos, razones de ser para vivir cada dí­a y levantarse con enjundia a empujar la carreta.
El escritor Ricardo Garibay aseguraba que se habí­a abierto paso en la vida “a base de chingadazos”.
Pero, vaya paradoja, no todos los corazones y las neuronas y los hí­gados reaccionan ante la adversidad poniéndose los guantes para zangolotearse en el ring con los demás.
Muchos, apuestan al suicidio.
Memorable, imborrable y citable aquel padre de familia desempleado que una madrugada, hacia las 5 horas, se levantó de su habitación, agarró una cuerda que tení­a lista desde la noche anterior y se colgó de un árbol frondoso enfrente de su casa.
Y cuando los hijos se levantaron para ir a la escuela descubrieron el cadáver.
¡Vaya trauma en la vida!
La salud mental también forma parte de la tarea del Estado. Una, claro, la salud fí­sica para producir más y mejor. Y otra, la salud mental.
El orden de afuera, dice un sicólogo, es el orden de adentro. Y adentro, las células estarán demasiado revolcadas en un suicida.
Hay niños, por ejemplo, que se han quitado la vida y lo que significan palabras mayores.

COCTEL MOLOTOV POBREZA Y SOLEDAD
Hay en Veracruz 8 millones de habitantes y ninguna estadí­stica se detiene en el suicidio. Dirán quizá que se trata de hechos aislados y ninguna razón para alarmarse dada la población más grande que el crecimiento demográfico en varias naciones de América del Sur, Honduras, Guatemala, Salvador y Nicaragua.
Pero si se mira la constante en los 5 suicidas del once de marzo todos pertenecen a la clase social baja. Campesinos y colonos. Pobres. “Pobres entre los pobres”. Quizá, una constante, el desempleo, el subempleo, los salarios de hambre, el testimonio inapelable de una errática polí­tica económica, incapaz de alentar expectativas dignas de vida.
La pobreza, entonces, bien pudo llevarlos al suicidio. Y como en el caso del señor de 70 años de edad, originario de Martí­nez de la Torre, una vida enfrentado a la pobreza, acaso, y como botón nuclear, la soledad.
Dí­as difí­ciles y duros. Pero también, tristes y desalentadores, pues en todo caso, una razón de estudio profundo es seguir la pista a las causas por las que una persona decide quitarse la vida para que el Estado se aplique.
Por fortuna, AMLO, el presidente de la república, dice que somos un pueblo feliz…


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