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Escenarios
Viernes 02 agosto, 2019

Asesinado en un baile

•Vendettas familiares
•A salto de mata

UNO. Asesinado en un baile

La única diversión en el pueblo es jugar béisbol y los bailes los sábados en la noche. Es cuando todos se ponen sus mejores ropitas. Y desde luego, la competencia de “las flores más bellas del ejido” para lucir bonitas.

Luis Velázquez

Hacia la medianoche de un sábado, el bailongo apenitas se incendiaba. Un par de chicos disputando en la fiesta del pueblo a la reina del baile. La chica eligió a uno y el otro, irritado, molesto, la tomó de un brazo y la zangoloteó. Y se armó la trifulca.
Luego enseguida el joven molesto, violento, sacó la pistola y disparó, digamos, contra su rival de amores. Y lo hirió de gravedad. El agresor huyó y se perdió en la noche sin fin. La gente solo escuchó la estampida del caballo perderse en la oscuridad. Era, es, de un rancho vecino.
El joven herido pudo trepar a su caballo para llegar a casa. En el camino, perdió la vida. El caballo siguió caminando y se plantó frente a la casa. Y relinchó quizá para avisar a los padres y hermanos. Alberto “N” quedó trambucado sobre la silla de montar, con la mano derecha en el estómago acaso deseando detener la fluidez de la sangre.

DOS. Vendettas familiares

Un dí­a después del sepelio, el comandante de policí­a habló con el padre. Le dijo:
--Ya tengo los datos del asesino. Iremos por él.
--¡No, déjelo vivir, mi hijo ya está muerto!
--Ha de hacerse justicia, insistió el comandante.
--¡Déjelo, comandante! Ese hombre anda huyendo. Así­ vivirá el resto de su vida. Huyendo. Y la vida será para él siempre un infierno.
--Yo he de cumplir con la ley, dijo el jefe policiaco.
--Si la ley así­ lo manda, hágalo. Pero por mí­, déjelo huir. Sufrirá más huyendo que en la cárcel.
El padre de Alberto “N” se mantuvo en su postura. Nunca esperó justicia y ordenó a los hijos se abstuvieran de un reclamo a la autoridad.
Entonces, dio vuelta a la página y siguió pa´lante, a cargo de los nueve hijos restantes.
Lo explicaba así­:
“La policí­a detiene al homicida y lo encarcela. Y lo sentencia. Luego, la familia del homicida se venga contra nosotros y puede matar a otro hijo. Y alguno de mis hijos, o varios, querrí­an vengarse. Y las familias entrarí­amos en una vendetta”.

TRES. “A salto de mata”

Es dura y canija la experiencia del padre. En muchos ranchos de Veracruz y del paí­s, la vida es así­. La venganza que lleva a un ajuste de cuentas entre familias. Por lo general, las emboscadas en la noche, la cacerí­a humana en despoblado.
Así­ fue en el tiempo del porfirismo, y de la revolución maderista. Incluso, en el tiempo de Benito Juárez, cuando la famosa Policí­a Rural y la Policí­a Montada se encargaba de garantizar la seguridad en la vida y los bienes en los poblados rurales e indí­genas.
Todaví­a hoy.
Por eso, la santa decisión filosófica del padre de Alberto “N”.
Nada más terrible en la vida, por ejemplo, andar “a salto de mata” por un crimen cometido. Huyendo por todos lados para evitar la cárcel. Incluso, cambiándose de nombre. Más aún, terminar de migrante en Estados Unidos. Perderse en el anonimato del mundo.
Y lo peor, si caes en la cárcel, la ley de Talión puede esperarte. Ojo por ojo, diente por diente.
“Déjalo vivir. El asesino sufrirá más huyendo que en la cárcel” pidió el padre de Alberto “N” al comandante policiaco.
“Sabia virtud, pues, de conocer el tiempo”… y a la naturaleza humana.


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