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A Mil por Hora
21 julio, 2019

Tres secuestros ha padecido una mujer evangélica

Rubicelia Ramí­rez vive del comercio de helados y aguas frescas en escuelas públicas
•Forma parte de la iglesia Pentecostés en el sur de Veracruz
•Le han plagiado a dos hijas y a un niño/Una historia de IGNACIO CARVAJAL


El primer secuestro que padeció Rubicelia Ramí­rez en su familia fue el de su hija Nallely Caballero Ramí­rez.
La interceptaron el 30 de abril pasado en la zona conurbada Minatitlán-Cosoleacaque y se la llevaron contra su voluntad.
De inmediato llamaron y pidieron un millón de pesos por su libertad.
También exigieron no denunciar, de lo contrario no volverí­an a verla.
En entrevista, Rubicelia (57 años) relata que cumplió cada demanda, que trató de ser fuerte, pero el estrés, el miedo y las amenazas colapsaron su cuerpo.

  • Sugeydy Ramírez Caballero, tercer secuestro familiar

  • Sugeydy Ramírez Caballero, tercer secuestro familiar

Paralizada, las negociaciones quedaron en manos de su esposo y otros familiares. "Me puse mala, tiesa, no pude seguir más" contó.
La familia de Rubicelia Ramí­rez vive del comercio de helados y aguas frescas en escuelas públicas.
En temporada de vacaciones pone un puesto de aguas de sabor en la avenida Dante Delgado, cerca de la casa donde viven en la colonia Veracruz, en Minatitlán.
En su vida habí­an imaginado una cifra como la solicitada por el rescate de Nallely: un millón de pesos.
Rubicelia y los suyos forman parte de la iglesia Pentecostés y con el apoyo de los hermanos y los pastores pidieron cooperación.
Otros hermanos hicieron préstamos, algunos vecinos también vendieron cosas para apoyar a la señora Rubicelia Ramí­rez, pues la noticia del secuestro, aunque no llegó a las autoridades, se esparció por las calles y callejones de Minatitlán rápidamente, pues se trataba de gente muy humilde.
Para completar parte del rescate también entregaron un coche y la suma de dinero la cual no se acercaba al techo de lo solicitado.
Hubo que ir al banco a hipotecar la casa familiar.
Los secuestradores accedieron a liberar a Nallely sin ningún rasguño y aceptar lo ofrecido por la familia de pentecostales.
Pero condicionaron la libertad y la integridad de cualquier miembro de la familia, a que tras liberación de Nallely, se harí­an más pagos en abonos para sumar la cifra original fijada como rescate. La familia accedió y Nallely volvió a casa.
Durante algunos meses, los Caballero Ramí­rez se marcharon de su domicilio a otras zonas de la ciudad tratando de superar el trance y se olvidaron un poco del tema, incluso de los pagos pendientes. La necesidad los hizo volver a Minatitlán.

SEGUNDO SECUESTRO
Al no contar con el pago completo del rescate, el 24 de junio los secuestradores regresaron a cumplir su amenaza.
Ese dí­a se llevaron al niño Eliasib Victorio Juárez, de 6 años de edad, vecino de la familia Caballero Ramí­rez. El pequeño fue sustraí­do de los brazos de su mamá cuando salí­an del culto en la iglesia a la que también acudí­an los Caballero Ramí­rez.
Atrás dejaron a su madre, Marí­a del Carmen Juárez, en llantos y lamentos por que no se explicaba la situación.
Ella también mujer de escasos recursos, sin problemas familiares.
Marí­a del Carmen Juárez lejos de callar corrió a denunciar ante las autoridades y la prensa, y al saberse la noticia del secuestro de su vecinito, Rubicelia Ramí­rez venteó el peligro. Sabí­a que debí­a sacar de Minatitlán a Nallely y a los niños.
Pero por el menor no hubo petición de rescate. Las autoridades estaban desconcertadas, pues al paso de las horas no entendí­an el asunto.
Fuentes de la Fiscalí­a General del Estado y de la Secretarí­a de Seguridad Pública (SSP), consultadas en ese contexto, explicaron que no habí­a medios económicos para pensar que la madre del niño estarí­a en condiciones de pagar algo a unos secuestradores, además en el entorno familiar tampoco se vislumbraba amenaza.
Las autoridades comenzaron a perfilar la posibilidad de una confusión, lo que fue confirmado al cumplirse 48 horas del plagio del menor, quien fue liberado en calles de la localidad de Mapachapa, a unos cuantos kilómetros de donde se le privó de la libertad.
Cuando se le encontró, el nene portaba una cartulina en donde los perpetradores se disculpaban con la madre, pero le reprochaban que no habí­an podido soltarlo antes “por el pinche desmadre que se armó”, en alusión a los bloqueos y protestas callejeros con los cuales los seres queridos del chico exigí­an su regreso; a las 24 horas del secuestro habí­an tapado dos carriles de la autopista Cosoleacaque-La Tinaja, afectando el tráfico de mercancí­as al sureste mexicano.
En el mensaje además iban palabras altisonantes y amenazas contra la familia de Rubicelia Ramí­rez por no haber pagado la parte restante del rescate de su hija Nallely, quien ya se encontraba lejos con su familia. El mensaje era claro: andaban buscando a un miembro de la familia de Rubicelia para obligarla a pagar el resto del rescate.

TERCER SECUESTRO

Así­ llegó el 17 de julio y los delincuentes regresaron de nuevo sobre la familia de Rubicelia Ramí­rez. Esta vez cargaron con Sugeydy Ramí­rez Caballero, de 37 años, madre de dos hijas y con seis meses de embarazo.
En el mismo coche entregado como pago (también lo usaron para el secuestro del niño), los agresores llegaron a la calle donde la joven se encontraba trabajando detrás de un puesto de aguas frescas. La tomaron por la fuerza y se la llevaron.
A la familia le quedó claro de qué se trataba, querí­an la segunda parte del rescate. Por eso tampoco hubo denuncia por Sugeydy.
Pese a las gestiones de autoridades locales y de personal de la Unidad Especializada en Combate al Secuestro (UECS, se impuso el hermetismo.
Para la noche de ese dí­a, la familia, amigos y congregantes de la iglesia pentecostés marcharon a la autopista y tomaron un carril.
Ahí­ fue donde Rubicelia Ramí­rez no soportó más y comenzó a denunciar la injusticia por la cual pasaba. Y aunque no querí­an denunciar formalmente, por temor a represalias, exigí­an el apoyo de las autoridades para encontrar a la joven. Su mayor temor era que le mataran o de un golpe le provocaran un aborto.
En medio de su desesperación, arropada por los suyos, temblorosa, sin comer en varias horas, Rubicelia dio un mensaje a los perpetradores:
"Por favor, regresen a mi hija, ya no tenemos dinero. Somos hijos de Dios. Ella sabe de la Palabra. No les vamos a tener rencor. Los perdonamos. Pero por favor regresen bien a Sugeydy, sus dos hijos la esperan".
Y remarcó:
"No queremos más problemas, no los vamos a denunciar, por favor regresen a Sugeydy".
Ahí­ rememoró secuelas del primer secuestro:
"Ya no tenemos nada. Solo deudas. Se le debe a los hermanos y amigos que nos prestaron para juntar el rescate".
Después de haber sido amenazados por los enviados del gobierno de Veracruz y por la PFP ese bloqueo fue retirado.
Durante todo el viernes, en jornadas de vigilia, los familiares de la ví­ctima y los hermanos de la iglesia hicieron cadenas de oración para su regreso.
En cada iglesia pentecostés y casa de la religión en la zona se lanzaron plegarias para el buen regreso de la joven.
Al parecer, resultaron atendidas, y para la noche del viernes, al filo de la medianoche Sugeidy llegaba a casa.
Desde entonces, la familia de Rubicelia se volvió más hermética. Trascendió que pagaron la parte del rescate pendiente por Nallely y eso generó la liberación de Sugeydi.
Durante todo el sábado, discretamente, los hermanos de la religión pentecostés marcharon a cuenta gotas al templo y a casa de las ví­ctimas para dar gracias a Dios.
Para la madrugada del sábado y a lo largo de ese dí­a se alzaron más plegarias al Creador, se pidieron bendiciones y el perdón para los delincuentes, y la sangre de Cristo fue invocada cubrir el próximo camino de la familia de Rubicelia, pues, con sus vidas, pero con un montón de deudas, y nada material, están listos para exiliarse de la ciudad antes de padecer otro secuestro


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