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Jueves 18 julio, 2019

Periodismo estercolero

La gran calidad periodí­stica que los medios estamos dando a los lectores se calibra a través de los siguientes titulares:
Uno. “Me tienen que pedir perdón”. Donald Trump a las legisladores demócratas elegidas en las urnas, originarias de otros paí­ses.
Dos. “Hay quien se sube a un ladrillo y se marea. Y hay quien se baja y le da vértigo”.

Luis Velázquez

La profunda filosofí­a polí­tica y social de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno en la Ciudad de México lanzándose a la yugular de Carlos Urzúa, ex secretario de Hacienda y Crédito Público, para así­ congraciarse con AMLO.
Tres. “Nadie me capturó. Yo me entregué. Y ahora, me van a querer hacer hablar contra AMLO”. Javier Duarte, en su nuevo video declarándose ángel de la pureza.
Cuatro. “Javier Duarte es un descarado que deberí­a callar” reviró el gobernador de Veracruz a Duarte.
Y cinco. “Javier Duarte no es tema para el PRI de Veracruz” dice el presidente del CDE estatal, luego de que Duarte lo ungiera subsecretario General de Gobierno en su tiempo sexenal.
Las 5 frases bí­blicas anteriores alcanzan la excelsitud del periodismo estercolero. Centrado en dimes y diretes. Los polí­ticos peleando por sus intereses y los medios haciendo el juego. Simple, burdo, ramplón y barato comadreo en el molino de nixtamal y el salón de pedicure del mundo cibernético.
Más aún:
Las frases célebres manifiestan el ajuste de cuentas entre los grupos polí­ticos. Y los medios, caray, cajas de resonancias. La vida como un reality-show. Un fuego pirotécnico. La chismografí­a polí­tica elevada a la categorí­a universal de un Estadista, ajá.
Nada, entonces, más importante que las burdas declaraciones de los polí­ticos encontrando en la prensa escrita, hablada y digital la cancha pública más elevada.
Simple y llanamente, pura basura. Sin mayor trascendencia social y económica, educativa y de salud, de seguridad y de procuración de justicia en la mayor parte de la población, sobre todo, los pobres “y los pobres entre los pobres”, los jodidos, los desheredados, los olvidados de Dios.
Un periodismo, de veras, que da asco social.
Ni hablar, los ricos y famosos así­ son y los medios, dispuestitos a servir…

LA PRENSA, FLORERO DE LOS POLíTICOS

En dimes y diretes, los polí­ticos disputan sus parcelas bajándose al lavadero sin ningún pudor y los medios soñando con una dádiva, un negocio fácil, prestos para “tirarse al piso”.
Bastarí­a que un ciudadano observara con microscopio los temas noticiosos de un dí­a cualquiera para derivar la siguiente conclusión decepcionante:
La mayor parte de las noticiosas giran alrededor de la corrupción polí­tica, la lucha feroz por las parcelas del poder, el ajuste de cuentas y jalarse la cobija unos a otros, mientras el bienestar social de la población en el olvido.
En todo caso, “carne de cañón” para las cúpulas encaramadas en el poder total y absoluto.
La prensa, pues, como un florero de los polí­ticos.
Algunos medios, sin embargo, suelen publicar textos, digamos crí­ticos. Crónicas, reportajes, columnas, artí­culos.
Y nada, absolutamente nada pasa. Nada trasciende. Nada permea en las polí­ticas públicas.
Por el contrario, el periodismo crí­tico se expone. Desde la guerra feroz de los chairos, “Siervos de la nación” como les llaman, hasta la llave oficial cerrada. Y de ñapa, satanizados los más.
Por eso quizá, millón de veces doblegarse al fuego pirotécnico de las elites para hacer un periodismo insulso, intrascendente, compitiendo, por un lado, con las revistas del corazón, y por el otro, con los medios chorreando sangre.

AQUELLOS TIEMPOS INDIGNOS…

Con Miguel Hidalgo y José Marí­a Morelos, la primera, digamos, Transformación del paí­s, la prensa estaba al servicio de los virreyes españoles y de las elites eclesiásticas. Ellas financiaban. Y, por eso, poco espacio dieron a los insurgentes.
Con Benito Juárez, la segunda Transformación, la llave fue cerrada a los medios para el ejercicio pleno de la libertad y aquellos trabajadores de la información “eran hombres, pero parecí­an gigantes”.
Con Ricardo Flores Magón, el periodismo tuvo el objetivo de tumbar la dictadura de Porfirio Dí­az.
Con Francisco Ignacio Madero, la Tercera Transformación, la llave a los medios fue cerrada y los medios tomaron partido por Victoriano Huerta, Félix Dí­az, el sobrino de Porfirio Dí­az, y el embajador de Estados Unidos en México, propiciando la caí­da de “Panchito” y el asesinato con el tiro de gracia.
Han sido, quizá, los cuatro episodios grandiosos del periodismo en el paí­s, pues desde entonces, la prensa, con la fama pública de simples y burdas cajas de resonancia de la generación polí­tica en turno.

SORPRENDER AL LECTOR

Ningún beneficio social, ni siquiera, vaya, moral, genera la frase de Donald Trump de que “me tienen que pedir perdón”, ¡vaya loco!
Tampoco el desplante de Claudia Sheinbaum contra Carlos Urzúa para quedar bien con AMLO.
Ni el protagonismo de Javier Duarte con que negoció su captura y que originara la parada del senador Miguel íngel Osorio Chong.
Y del góber de MORENA gritoneando que “Duarte es un descarado”.
Un periodismo de gritos, insultos, amenazas, pasiones desbocadas, peleas estériles, el hí­gado por encima de las neuronas, amenazas y maldiciones.
Todos los dí­as son así­. Se repiten atrapados en su misma cárcel. Ninguna duda de un periodismo al servicio del mejor postor.
El teórico dice que el periodismo ha de sorprender en cada nueva edición al lector. ¡Puro rollo!


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