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Miércoles 17 julio, 2019

Condenados a vivir jodidos

•Millón de indí­genas en Veracruz
•Y, de ñapa, analfabetas

UNO. Campesinos toda la familia

El abuelo fue campesino. El padre, campesino. El hijo, campesino. El nieto, campesino. De 1920 a 2019, casi cien años, viviendo la familia no con “la medianí­a del salario” sino con la jodidez del jornal. 70 pesos en la sierra de Zongolica.

Luis Velázquez

420 pesos a la semana. 840 a la quincena.
La vida, igual, todos los años durante 99 años. Levantarse antes del sol para que a las 7 de la mañana ya estuvieran en el surco en una jornada prolongada más allá de las 8 horas laborales, digamos, hacia las 7, 8 de la noche, cuando la luna alumbra la tierra.
Así­, todos los dí­as. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado. El domingo, el dí­a del descanso, para pasarse a veces tirado en la cama o en el piso de tierra soñando con recuperar la energí­a perdida y estar listos para la misma faena el lunes siguiente.
El abuelo, el padre, el hijo, el nieto, ninguno estudió la secundaria. Apenas, apenitas, unos años de la primaria. Sobre todo, el hijo y el nieto, el tiempo suficiente para aprender a leer y escribir.
Pero el abuelo y el padre, analfabetas. 500 mil habitantes de Veracruz sin saber leer y escribir dice el escritor y cronista, Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica con AMLO.
“¡Aquí­ nos tocó vivir y qué le vamos a hacer!” exclama un personaje novelesco de Carlos Fuentes Mací­as.

DOS. Veracruz rico con gente pobre

Hay en Veracruz, dice la versión oficial, un millón de indí­genas y dos millones de campesinos. Medio millón de personas solo hacen dos comidas al dí­a, y mal comidas, de tanta precariedad.
Unas veces, los hijos o los nietos, migran de las regiones serranas a las ciudades más próximas o a la ciudad de México, o de plano, a Estados Unidos.
Pero cuando se van y pasan unos años juran jamás volver. Y por lo regular, abandonan a los padres y abuelos, y hasta hijos si los tienen, porque en el otro lado del paí­s, encontraron nueva pareja.
Y como “muchas cornadas da el hambre”, ni modo de volver al mismo infierno,
Es la vida, por lo regular, en las zonas indí­genas de Huayacocotla, Chicontepec, Otontepec, Papantla, Zongolica, Soteapan y valles de Santa Martha y Uxpanapa.
Y en la mayorí­a de los municipios campesinos de la tierra jarocha, el gobierno de Veracruz festina en el discurso oficial que Veracruz es pródigo en recursos naturales, pero omitiendo que está habitada por gente pobre y en la miseria.

TRES. Condenados a vivir jodidos

Los indí­genas y campesinos se fueron con Miguel Hidalgo y José Marí­a Morelos a la guerra de Independencia. Y con Benito Juárez estuvieron a su lado en la guerra de Reforma. Y con Francisco I. Madero en la revolución.
Y en el discurso oficial siempre fueron utilizados como “carne de cañón”.
Y sin embargo, en muchas regiones de Veracruz y del paí­s están igual que en 1810. La pobreza y la miseria como eje central de sus vidas.
Y lo peor, como en el caso de Veracruz, unos 500, 600, 700 (depende quiénes lo digan) indí­genas presos en las cárceles acusados de robar una gallinita, un pollito, para llevar el itacate por un dí­a a casa.
Bien decí­a Napoleón, el polí­tico ha de vender esperanzas, utopí­as, discurso “bonitos, muy bonitos entre los bonitos” como dice aquel.
La realidad, sin embargo, es una sola:
Pasan gobiernos priistas y panistas y del PRD y MORENA ahora, y el abuelo fue campesino y el padre también y el hijo también y el nieto también, viviendo todos, ajá, de la jodidez del jornal.


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