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Martes 25 junio, 2019

Un tiro solitario cimbró a Veracruz

Los malandros ya cruzaron la lí­nea roja. Un disparo el lunes 17, a las 10:30 horas, bastó para multiplicar el terror y el horror. Fue contra el Colectivo Familiares de Desaparecidos de Orizaba-Córdoba. Ellos subí­an al cerro “Los arenales” para buscar a los suyos en una fosa clandestina. Y el tiro solitario se les atravesó.
Además, iban acompañados de personal de la Fiscalí­a General de la República, de la Fiscalí­a de Veracruz y de la Gendarmerí­a.

Luis Velázquez

La secretarí­a de Seguridad Pública, ausente, a pesar de que en repetidas ocasiones han solicitado la presencia policiaca.
Entonces, suspendieron la búsqueda. Se retiraron del cerro. Lo dejaron para otro dí­a.
Pero cuando los malosos transgreden los lí­mites, entonces, significa la muerte de la esperanza. La libertad coaccionada de manera drástica. Proscrito, anulado, nulificado, el legí­timo derecho de los padres a buscar sus hijos desaparecidos.
Lo peor: el Estado de Derecho descarrilado por completo. La prueba irrefutable de que en Veracruz, los carteles y cartelitos, anexos y conexos, gobiernan y mandan. El Estado Delincuencial “en la plenitud del pinche poder”.
Ningún delito cometí­a el Colectivo y sus acompañantes. Solo rastreaban la pista de sus familiares desaparecidos.
Se ignora si el tiro solitario provino de un grupo de malosos, incómodo porque sigan la huella de la sangre.
O en todo caso, hasta de policí­as que como en el sexenio de Javier Duarte habrí­an participado en el secuestro, desaparición, matanza y levantamiento de fosas clandestinas para sepultar los cadáveres.
Con todo, la guerra sucia del siglo pasado, sexenios de Gustavo Dí­az Ordaz y Luis Echeverrí­a ílvarez, encarnada en Veracruz.

ESCALOFRIANTE AVISO

La ola de violencia es devastadora.
Secuestrados. Desaparecidos. Asesinados. Cercenados. Decapitados.
Cadáveres tirados en la ví­a pública. Cadáveres arrojados a orilla de carreteras. Tirados entre los cañaverales y los montes. Flotando en los rí­os, lagunas y arroyos.
Muchas veces, con narcomantas. Avisos escalofriantes de que la muerte sigue teniendo permiso. Y que van más.
Personas secuestradas y ejecutadas cuando la familia se ha declarado incompetente para pagar el rescate. Mujeres plagiada y asesinadas con todo y rescate cubierto. Incluso, violadas. Y luego, decapitadas.
Una pelí­cula inacabable de terror, horror y miedo. Y lo más grave, cada vez más recrudecida.
Premisa número uno: si falla la polí­tica de seguridad, entonces, los malandros “se crecen al castigo”.
Premisa número dos: si falla la procuración de Justicia, los malosos se ultra contra súper “crecen al castigo”.
Por eso, el tsunami de violencia cruzó la lí­nea roja el lunes 17 a las 10:30 horas en la región de Orizaba y Córdoba cuando un sicario disparó contra el Colectivo.
Hora, entonces, de que los 17, 18, 19 Colectivos de Veracruz “pongan las barbas a remojar” y que acaso ya habrí­an antes.
Sus vidas peligran. Están en riesgo.
Y es que si un tiro solitario les fue disparado constituye el aviso sórdido y siniestro del terror.
Y más, porque todos ellos iban con personal del par de Fiscalí­as y de la Guardia Nacional.

NADA GARANTIZA EL RESPETO A LA DIGNIDAD HUMANA

Los Colectivos nacieron con Javier Duarte, el gobernador con quien por vez primera Veracruz ascendió al ranking nacional de la desaparición forzada y las fosas clandestinas.
“Colinas de Santa Fe”, por ejemplo, se convirtió en la fosa más grande, no de Veracruz ni del paí­s, sino de América Latina en el siglo XXI, pues en el siglo XX las fosas más grandes estaban en el continente por las dictaduras militares.
Al momento, van 45 fosas descubiertas con un número incalculable de cadáveres.
Y cada Colectivo en su región sigue buscando y removiendo la tierra y los escombros atrás de los suyos.
Pero de Duarte a Miguel íngel Yunes Linares y a Cuitláhuac, nunca les habí­an disparado como ahora.
Tampoco, claro, en la yunicidad ni en el duartazgo, un Colectivo, como el Solecito, habí­a sitiado el palacio de la Fiscalí­a exigiendo la renuncia del titular, con todo y que en el bienio azul, Jorge Wí­nckler Ortiz ofendió, agravió, exhibió y humilló al Solecito, por ejemplo.
Nadie desearí­a que a una señora o padre de familia de los Colectivos le sorprendiera un ataque de caspa.
Pero, bueno, de darse significarí­a palabras mayores, entre otras, el gobierno de Veracruz incapaz de garantizar el básico respeto a un ser humano.

VIAJE DIARIO AL INFIERNO

Se viven y padecen dí­as huracanados, revolcados, difí­ciles.
Si los malandros se atrevieron a disparar al Colectivo, la mente y la imaginación humana pueden vislumbrar un Veracruz peor.
Más, si se considera que los carteles y cartelitos hacen y deshacen ante la manifiesta incapacidad del Estado para actuar y garantizar la seguridad en la vida.
Nadie tiene la vida segura. A la vuelta de la esquina, a la salida del café o el restaurante, a la hora cuando se llevan los niños a la escuela, después de una reunión familiar, incluso, rezando en la iglesia, comiendo tacos en el puesto callejero, conduciendo en la carretera, caminando en la calle, las personas son secuestradas y desaparecidas y asesinadas y cercenadas y decapitadas.
Van así­ ocho años y medio, desde Javier Duarte, en la vorágine social, aun cuando la violencia comenzó en el sexenio de Patricio Chirinos Calero, es decir, hace 26 años.
Pero por alguna razón, un semestre y tres semanas han bastado para tocar el rincón más arrinconado del infierno.
¡Suerte a todos! ¡Cuí­dense y cuiden a los suyos! La inseguridad y la impunidad son las reinas de Veracruz. Ellas gobiernan. Ellas mandan. Los carteles tienen permiso. La autoridad no puede.


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