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Jueves 23 mayo, 2019

Primer semestre de Cuitláhuac

•El góber temido y respetado
•El góber pitorreado...

ESCALERAS: Daba miedo como gobernador Miguel íngel Yunes Linares. Javier Duarte terminó odiado, aun cuando alardeaba que se habí­a vuelto sexy, hombre que gustaba a las mujeres. Fidel Herrera Beltrán fue respetado por su inteligencia incandescente y operación polí­tica.
Miguel Alemán Velasco, digamos, admirado, nacido y crecido en pañales de seda.

Luis Velázquez

Patricio Chirinos Calero fue, de hecho y derecho, un polí­tico ausente. Su mundo, su lealtad, fue el salinismo.
Dante Delgado Rannauro, respetado y admirado en su hiperactividad. Fernando Gutiérrez Barrios, más que respetado, el más temido de todos.
Agustí­n Acosta Lagunes, deslumbró por su inteligencia y cultura.
Rafael Hernández Ochoa entró a la historia, digamos, como el ranchero enamorado.

PASAMANOS: Fernando López Arias, luego de encarcelar a los grandes lí­deres del paí­s como Demetrio Vallejo, David Alfaro Siqueiros y Ví­ctor Rico Galán como procurador de Justicia del presidente Adolfo López Mateos, su amigo, otro gobernador temido. Su mirada, fulminaba. Tení­a en los ojos una guillotina electrizante que provocaba cortocircuito.
Así­, y de cara a la historia presente, habrí­a de preguntarse en el primer semestre de MORENA en el palacio de gobierno de Xalapa, lo más importante en un gobernador:
A, si es respetado. B, si es temido. C, si es rechazado. D, si inspira confianza. E, si es odiado.
F, si es indiferente. G, si la población se burla y pitorrea de él. H, si inspira ternura. I, si alienta la compasión por su inocencia. J, si vive para el servicio social.

CORREDORES: Lo más importante en un polí­tico, decí­a Fouché, es ser temido.
Los griegos enseñaron que el Premio Oscar de un polí­tico es merecer, ganarse y mantener la confianza de cada ciudadano, cada familia, cada habitante de Veracruz.
Un semestre después, cada morenista, cada priista, cada panista, cada perredista, cada elector tendrá su percepción sobre Cuitláhuac Garcí­a y amigos y colegas que lo acompañan en el primer viaje polí­tico de la izquierda.
En todo caso, quizá y como escribiera Norman Mailer en su libro de crónicas, “América”, por lo menos se necesitarí­a una nueva teorí­a de la personalidad para explicarse la era Cuitláhuac.

BALCONES: Si en Veracruz no existieran carteles, activistas, guardias comunitarias, polí­ticos y reporteros incómodos, etcétera, entonces, el jefe máximo de MORENA en el palacio de Xalapa serí­a feliz, aun cuando el gozo también se alcanza comiendo ceviche en Coatzacoalcos y mondongo en Cotaxtla.
Pero como el primero de diciembre del año anterior “la luna de miel” quedó rota con los primeros asesinatos, el tsunami de violencia recrudecido, la sangre chorreando desde Tampico Alto hasta Las Choapas y desde Mariano Escobedo y Soledad Atzompa hasta el Golfo de México, entonces, la vida se volvió en automático un infierno.
Y un infierno para calibrar la capacidad polí­tica (experiencia, fogueo en el campo de batalla, formación humana, habilidades, relaciones, cabildeos, etcétera) de los Morenos, pues nunca, jamás, es ni será igual ser oposición a sentarse en la silla embrujada del poder ni tampoco ser candidato opositor a gobernar cada dí­a con inteligencia y visión de estadista.

PASILLOS: Cada gobernador suele tener sus talones de Aquiles. Pero una constante ha permeado Veracruz desde hace 26 años con Patricio Chirinos en el trono imperial y faraónico con los carteles.
La ola de violencia.
“A paso de ganso” se fue perdiendo la tranquilidad en la vida social.
Quizá las horas más difí­ciles para un mandatario fueron con Rafael Hernández Ochoa cuando la matanza de siete campesinos en Martí­nez de la Torre, asesinados por los pistoleros de un latifundista, y que llevara al presidente Luis Echeverrí­a ílvarez a congelar su relación institucional durante 3 meses en que nunca le contestó el teléfono rojo.
Y más, porque a Echeverrí­a hablaban al oí­do sus lí­deres campesinos Alfredo Bladimir Bonfil y Celestino Saucedo Monteón, y su secretario de la Reforma Agraria, Augusto Gómez Villanueva.

VENTANAS: Jorge Cerdán como gobernador estuvo a punto de caer por el Veracruz polvoriento que tení­a, pero lo salvó Manuel Parra, el temible cacique y pistolero de “La mano negra”, con sede en la hacienda Almolonga de Alto Lucero, cuando desfiló con quince mil caballerangos en Xalapa y lo redimió ante el presidente de la república.
Terribles los dí­as de Agustí­n Acosta Lagunes con “La Sonora Matancera”. Viento en popa Fernando Gutiérrez Barrios encarcelando caciques y pistoleros. Huracanados los vientos de Javier Duarte con “El escuadrón de la muerte” que desaparecí­a a personas en los retenes instalados en las carreteras de Veracruz.

PUERTAS: Se ignora si un semestre después, el góber de MORENA se ha ganado el respeto, la confianza, la admiración, el miedo, el temor, la indiferencia, el desdén y/o el pitorreo, primero, de la población electoral.
Y segundo, de las elites polí­ticas.
Y tercero, de los diputados locales y federales y senadores.
Y cuarto, de las cúpulas empresariales.
Y cinco, de los medios.
Incluso, si cada ciudadano y cada familia están orgullosos de tenerlo como gobernador.

CERRADURAS: Desde luego, una cosita son las encuestas y que suelen expresar la foto de un instante, el momento cuando fueron realizadas.
Otra cosita es la encuesta a modo.
Otra, la sensación del gabinete legal y ampliado y del primero y el segundo y el tercer cí­rculo del poder.
Y otra, la percepción real, sin maquillaje.
El sicólogo social dice que una cosita es la imagen que cada uno cree tener de sí­ mismo y otra, mil años luz de distancia, la imagen que en realidad transmite cada persona y otra, la imagen de una sociedad plural.

PATIO: Y más por lo siguiente:
Por lo general, el polí­tico busca ganar el poder polí­tico y ser el jefe máximo.
Y cuando ejerce el poder a plenitud busca el siguiente paso como es ganarse la gloria.
Y luego, entrar a la historia.
Y entronizado, que se cree, en la historia, le late la conquista de la inmortalidad.
“Yo soy Dios” decí­a Luis XIV. “Creo que me estoy convirtiendo en Dios” exclamó Vespasiano cuando su gabinete le rendí­a tanto culto y se pasaban de tueste. “AMLO tiene mucho parecido con Dios” dice el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra.
Los dioses celestiales han caducado. Ahora, gracias a los polí­ticos, los dioses son terrenales.
Cuitláhuac, de cara a la historia.


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