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Diario de un reportero
Sábado 11 mayo, 2019

El billete fácil para los medios

Tiempo imperial y faraónico
•Todo, con cargo al erario


DOMINGO
Tiempo imperial y faraónico



El 21 de abril, de cara al Golfo de México, en el restaurante de lujo de la Escuela Naval de Antón Lizardo, un reportero defeño miraba y admiraba el mar. Y con una sola cervecita que les dieron para la comida, su corazón se llenó de nostalgia.
Recordaba, por ejemplo, los años idos del priismo. Tiempo imperial y faraónico aquel cuando los reporteros de la fuente eran tratados como príncipes en cada gira presidencial, entre otros, por los gobernadores y sus voceros, y hasta por uno que otro alcalde.
Gracias a las giras, diría un trabajador de la información, construí mi casita. Gracias a las giras, diría otro, viajé por el mundo como un pachá. Gracias a las giras, hasta compré un ranchito. Un día, un columnista de la ciudad de México publicó que se acercaban los quinceaños de su hija y entonces, como un milagro “llovido del cielo” le llegaron de regalo dos camionetas de lujo para la chica.

Luis Velázquez

Con cargo, desde luego, al erario.
Fue el tiempo cuando en cada sexenio aparecí­an nuevos polí­ticos y familias de polí­ticos enriquecidas.
El tiempo del derroche y la abundancia.
Así­ se estilaba, entonces…

LUNES
La guayabera de cuatro bolsas


Un reportero de la fuente presidencial en gira en el interior del paí­s solí­a llevarse dos, tres guayaberas de manga larga de cuatro bolsas.
Era su estrategia para que cuando el vocero del gobernador y del presidente municipal y de uno que otro diputado federal, etcétera, se acercaran con el sobre, quizá en la misma sala de prensa, se los pusieran en una de las bolsas con un saludo atento y cordial del jefe máximo.
Luego, claro, los acomodaba en la bolsa del pantalón o los guardaba en su bolsita de mano, tiempo cuando los caballeros las usaban, para dejar libre las bolsas de la guayabera.
Al dí­a siguiente, luego de la gira, llegaba a casa en la noche y alrededor de la mesa del comedor acomodaba los billetitos sagrados uno tras otro como en fila india ante la mirada atónica de la esposa que, para entonces, conocí­a el ritual del amado esposo.
Entonces, “en la plenitud del pinche poder” sacaba un cigarro y se lo poní­a en la boca, tomaba un billete de 500 pesos y con el encendedor lo prendí­a y con el billete prendí­a el cigarro.
La locura plena. El arrobamiento. El paraí­so terrenal.

MARTES
“Soy un regalo del gobernador”


En la primera noche de las giras presidenciales, hacia las 24 horas, quizá la una de la madrugada, cuando los reporteros dormí­an, alguien tocaba a la puerta.
Y si el reportero tardaba en contestar, el toquido se volví­a estridente.
Somnoliento quizá, a la mitad del quinto sueño acaso, el reportero abrí­a la puerta y se topaba con una chica fascinante, guapa, guapetona, vestida de manera insinuante y provocativa, acaso, digamos, minifalda, piernuda, carita bonita, sonrisita traviesa tamaño sandí­a de Diego Rivero y le decí­a:
“Soy un regalo del gobernador… para usted”.
De inmediato, el reportero exclamaba:
“¡Pasa, mamita!”.
Entonces, se aparecí­a un mesero con una botella de champagne bien frí­a para los enamorados y dejaba que las horas de la madrugada fueran un festí­n y en abundancia si de carne y alcohol ha de ser.
Todo, claro, con cargo al erario.

MIÉRCOLES
El “Fondo Perdido”


Hay en el gobierno un programita social, quizá una dependencia, digamos, de la secretarí­a de Desarrollo Económico, o quizá Desarrollo Social, ahora denominada Bienestar Social, llamado “Fondo Perdido”.
El “Fondo Perdido” consiste en otorgar crédito a las personas fí­sicas y morales para crear una fuente de empleo.
Pero resulta que el pago del empréstito entra en la regla universal, en efecto, de lo que se entiende como “Fondo Perdido”.
Es decir, nunca, jamás, el beneficiario lo paga. Es un crédito a “fondo perdido”. Digamos, un subsidio en gratitud a los servicios prestados a la elite gobernante en turno.
Así­, y por ejemplo, en el tiempo imperial y faraónico del priismo y el panismo, un montón de magnates del periodismo y jefes editoriales y columnistas, quizá uno que otro reportero, fueron beneficiados con cargo al “Fondo Perdido”.
La nación los premiaba…
Algunos trabajadores y magnates de la información, por ejemplo, se compraron ranchos y hasta latifundistas se volvieron.
Otros, compraron rotativas y hasta imprentas para imprimir trabajos comerciales,
Incluso, el mismo gobierno del estado los contrataba para imprimir desde la papelerí­a oficial hasta la propaganda de eventos culturales y hasta libros.
Hubo reportero que compró un ranchito y hasta una presa derivadora de aguas le construyeron para que sus cientos de hectáreas sembradas con piña florecieran en su magnitud.
Era el tiempo de “las vacas gordas” “ordeñando la vaca y metiendo la mano al cajón”…

JUEVES
Excepcionales reporteros


Adolfo Lugo Verduzco (Hidalgo, 1933) fue gobernador y presidente del CEN del PRI en el sexenio de su amigo Miguel de la Madrid Hurtado.
Entonces, desde el partido tricolor envió una máquina eléctrica, tan de moda, al columnista Manuel Buendí­a, autor de la famosa columna “Red Privada” publicada en un periódico defeño y en 20, 25 diarios del paí­s.
Buendí­a la recibió en casa, sorprendido. Entonces, decidió regresarla. Una de sus hijas se entusiasmó y le pidió que porfis, por favorcito, se la regalara. Buendí­a se mantuvo.
Incluso, envió una carta a Lugo verduzco donde más o menos escribió lo siguiente:
“Ninguna razón hay para que el presidente del CEN del PRI enví­e una máquina de escribir a un reportero”.
Carlos Hank González, entonces Regente en la Ciudad de México, Carlos Salinas, envió una camioneta al reportero Julio Scherer Garcí­a, el gran director general del periódico Excélsior y director general del semanario Proceso.
El mensajero tocó a la puerta de la casa. Don Julio abrió. Y luego del saludo le entregó las llaves con la camioneta estacionada enfrente de su casa.
Un hijo de don Julio se entusiasmó. Don Julio la devolvió.
Nunca Buendí­a ni Scherer aceptaron un cargo público. Su vida era contar historias por más crueles y atroces que fueran.
Eran, claro, aquellos tiempos, el tiempo imperial y faraónico del PRI.

VIERNES
El billete fácil


Hubo un tiempo cuando la generación polí­tica en el poder sexenal fue ampliamente generosa con los medios.
Así­, hubo periódicos que, por ejemplo, recibieron de obsequio el último grito de la moda mundial en rotativas.
El regalo de edificios. El regalo de equipo cibernético. Jugosos convenios mensuales.
Cargos públicos para los magnates, los hijos y los familiares. Lí­nea abierta para los “Fondos Perdidos”, créditos fabulosos sin que nunca los pagaran.
Obsequio de ranchos y ganado. Maquinaria agrí­cola.
Viajes en el mundo. Becas para estudios en el extranjero.
Obra pública por dedazo para sus compañí­as constructoras y/o propiedad de amigos, socios, aliados y cómplices.
El billete fácil, pues.
Incluso, y aun cuando los polí­ticos acusarí­an de pillos a los medios se antepone una realidad insoslayable:
Si hay reporteros y magnates periodí­sticos pillos se debe a que hay polí­ticos iguales o más pillos.
Y entonces la población electoral se hartó. Y se vengó en las urnas. Y seguirá desquitándose si ahora con MORENA la misma relación priista y panista entre polí­ticos y medios se repitiera… “por arriba o debajo de la mesa”.


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