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Jueves 09 mayo, 2019

El oficio polí­tico

Las elites polí­ticas de Veracruz y uno que otro ciudadano hablan del oficio polí­tico como prebenda número uno de un funcionario público. Se refieren así­ al gobernador de quien acusan su novatez, ¡vaya costo de aprendizaje!, en el ejercicio del poder.
Jefe máximo, tlatoani, gurú, tótem, el jefe del Poder Ejecutivo ha de ser y parecer, como dice AMLO.

Luis Velázquez

Pero en el caso, y con todo y que fue vitoreado y le levantaron la mano en conferencia de prensa mañanera, su estilo personal de gobernar deja mucho que desear.
Se deberá, entre otras cositas, a su limitada experiencia y fogueo en el campo de batalla, pues, como se sabe, siempre resulta insuficiente que seas un polí­tico “honesto, limpio y transparente, incapaz de una perversidad”, y que estarí­a, o está, claro, por verse.
Por ejemplo, Miguel íngel Yunes Linares llegó a la silla embrujada de palacio con dos, tres ocasiones como diputado local y federal, jefe del departamento jurí­dico del CEN del PRI, secretario General de Gobierno, director del ISSSTE y secretario o subsecretario de Seguridad Nacional.
Fidel Herrera Beltrán llegó a la gubernatura luego de cuatro ocasiones como diputado federal y senador de la república y titular del Fondo Nacional de Viviendas Populares y delegado del CEN del PRI en equis número de ocasiones.
Miguel Alemán Velasco, luego de la senadurí­a y de su paso por Televisa.
Patricio Chirinos, luego de la diputación federal en un par de ocasiones y la secretarí­a del Medio Ambiente con Carlos Salinas, de quien además habí­a sido y siguió como asesor polí­tico.
Dante Delgado Rannauro, luego de la secretarí­a General de Gobierno, diputado federal, presidente del CDE del PRI y delegado federal de la secretarí­a de Educación Pública en dos, tres, cuatro estados federativos.
Fernando Gutiérrez Barrios, luego de la dirección Federal de Seguridad, operando en los sótanos del poder durante varios sexenios y director de Caminos y Puentes Federales.

POLíTICOS FOGUEADOS EN EL CAMPO DE BATALLA

Agustí­n Acosta Lagunes alcanzó la gubernatura luego de la subsecretarí­a de Hacienda y Crédito Público y la dirección de la Casa de Moneda.
Rafael Hernández Ochoa, luego de la diputación federal y la secretarí­a y secretarí­a de Trabajo y Previsión Social.
Rafael Murillo Vidal, luego de la diputación federal y la senadurí­a de la república.
Fernando López Arias, luego de la senadurí­a de la república, pero más aún, después de la procuradurí­a General de la República, tiempo difí­cil con el presidente Adolfo López Mateos, cuando encarcelara en el viejo y legendario penal de Lecumberri a David Alfaro Siqueiros, Demetrio Vallejo y Ví­ctor Rico Galán.
Incluso, Javier Duarte, ¡pobrecito!, llegó al trono imperial y faraónico luego de un paso efí­mero por la diputación federal y la secretarí­a y subsecretaria de Finanzas y Planeación.
Etcétera, etcétera.
En términos generales, los exgobernadores llegaron al máximo poder polí­tico temperados en su formación pública por los cargos gubernamentales y legislativos, donde se foguearon y jugaron las batallas polí­ticas más educadoras.
Y es que, refiere el viejito del pueblo, nunca es ni será igual que de pronto, ¡zas!, aterrices en el palacio de Xalapa solo, únicamente con la diputación federal, además, inconclusa, y te otorguen todo el poder polí­tico, económico, social, educativo, de salud y de seguridad del mundo, y en menos de 5 meses hayan causado el terrible, espantoso y creciente desencanto social.
Ya de por sí­, y con todo y la experiencia lograda, hay ex gobernadores que resbalaron por completo.
Más, mucho más, cuando se llega sin luchas en el campo de batalla.
Y lo peor, cuando la mitad del gabinete y la otra mitad también pueden considerarse unos improvisados quienes amanecieron con un pastel gigantesco y han dado peores tropezones que en la ruleta rusa.

“UN POQUITO DE GRACIA Y OTRAS COSITAS”

Cada gobernador en su tiempo, pero llegar a la silla embrujada del palacio como le llamaba Eufemio Zapata, el hermano menor de Emiliano, implica el conocimiento y dominio de “La bamba”, y como “La bamba”, “un poquito de gracias y otras cositas”.
Por ejemplo, si en una empresa, el dueño nombra a su hijo gerente general sin ninguna experiencia ni fogueo, “veinte y las malas” de que podrí­a, digamos, quebrar el negocio…, incluso, por más diplomas académicos, maestrí­as y doctorados, colgando en la sala de la casa, en el estudio o la oficina.
Nadie se vuelve un experto por decreto, así­ te levanten la mano ante el público y te vitoreen en un discurso en la Escuela Naval de Antón Lizardo.
Y menos, cuando a ningún asesor se escucha, y menos cuando te acostumbras a desechar a la gente experta luego de utilizarla.
Y menos, mucho menos, cuando a tu alrededor hay gente fogueada en el frente, en el centro y en la retaguardia de la batalla y por celos polí­ticos la arrumbas.
Por eso, el desencanto que por la falta de oficio y la soberbia arruinando la humildad está originando el gobernador de MORENA y AMLO.
Peor si alrededor tienes a un montón de chamaquitos más soberbios en la tarea de gobernar.
Y peor si cada funcionario del gabinete legal y ampliado se cree y siente un iluminado, un enviado de Dios, como aquel señor que con frecuencia llega al café, bajito de estatura, la estatura de Napoleón Bonaparte quizá, con figura de Rotoplas, moreno moreno, mal encarado, con un chaleco anunciando en la espalda “Soy un siervo de la nación”, mirando de arriba para abajo a los demás y al mundo.


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