El cadáver de Kevin Joshua Pérez Auces, nombre completo, apareció el lunes en aguas del rí­o Chiquito, en el poblado Paso Zopilote, Cosoleacaque.
Su cadáver flotaba en el caudal y sobre él una parvada de zopilotes que buscaban hacer fiesta de sus restos cuando fue localizado por pobladores que rápidamente dieron aviso a las autoridades.
Presentaba avanzado estado de putrefacción y todas las señales de que posiblemente habí­a sido lanzado al rí­o con vida, para que muriera ahogado.
Sus manos estaban amarradas con cuerda y también mostraba un gran pedazo de alambre de púas bien sujeto y apretado alrededor del cuello.
Su rostro y su boca no dejaban lugar a dudas de que habí­a muerto presenciando el terror.
El cadáver no presentó más lesiones. Habí­a muerto por quedarse sin aire. El alambre atado en el cuello, con las púas, encarnadas, apagaron la armoniosa voz de Kevin Auces.
Al ser rescatado del rí­o, el rostro del joven quedó con una imagen que resume el horror de los últimos momentos de vida.
Pero el drama de la familia del joven exestudiante de la carretera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sotavento, comenzó hace unos doce dí­as cuando fue secuestrado en su natal Jáltipan.
Sujetos fuertemente armados se lo llevaron por la fuerza cuando llegaba a su casa, en una colonia popular de ese municipio, y horas después vení­a la petición económica a cambio de la libertad.
La familia, que rechazó el apoyo de las autoridades para gestionar el secuestro, se enfrentaba a un rescate millonario. Versiones salidas del seno familiar indican que se pagó una parte del rescate, pero los secuestradores no cumplieron.
Es altamente probable que haya sido asesinado porque la ví­ctima haya reconocido a alguno de los captores o porque el plan desde siempre fue cobrar y matarle, común en bandas sin experiencia o muy violentas.
Durante varios dí­as la familia del joven aspirante a cantante no pasó la noche bien, se acumularon horas de desvelos, malos ratos y angustias.
Su muerte ha generado indignación entre los jóvenes del sur de Veracruz pues él era muy estimado en los cí­rculos artí­sticos, también entre los estudiantes de Ciencias de la Comunicación.
Este martes fue sepultado en una ceremonia muy í­ntima con su familia y seres queridos en donde se le recordó como una gran persona emprendedora y soñadora.
En el funeral estuvieron presentes sus amigos del pueblo, alumnos de la facultad de ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sotavento, quienes no daban crédito a lo que pasaba.
Introvertido, Auces buscaba un sueño, querí­a ser cantante y triunfar en el mundo con sus letras e interpretaciones.
Lo recuerdan como un joven melancólico, pero muy alegre que sorprendí­a a las personas con las cuerdas de sus instrumentos y voz, y si veí­a a alguien afligido le dedicaba una canción para levantarle el ánimo.
Era de Jáltipan, la tierra de numerosas personas destacadas en el ámbito de la música y en donde la jarana es un instrumento con el que casi se nace, pero él habí­a optado por el ukulele, algo poco común en el sureste mexicano, aun así­ le sacaba armoniosas tonadas que no dudaba en interpretar en ocasiones especiales.
En las redes sociales queda constancia de sus destellos artí­sticos pues se querí­a sumar a ese cí­rculo de iluminados de su pueblo y que hoy dan de que hablar incluso en otros paí­ses, cómo Los Cojolites, David Haro, los hermanos Ernesto y Antonio Garcí­a de León, Zenén Zeferino, etc.
Hoy toda la familia y sus amigos lloran por la crueldad de los secuestradores, pues no mataron a una persona más, no era estadí­stica, sino un joven destacado que luchaba a diario por ser una mejor versión de si y construir su camino a la fama.
Hoy Jáltipan llora a uno de sus hijos, a otra persona que traerí­a prestigio y representatividad al exterior. Queda el recuerdo de Kevin Joshua Pérez Auces, quien se convierte en la ví­ctima 510 de la lista de homicidios dolosos que se acumulan en Veracruz desde el primero de diciembre del 2018 a la fecha. El último reporte sobre secuestros dice que en ese mismo periodo de han cometido más de 150, por lo cual Veracruz actualmente ocupa el primer lugar por ese delito a nivel nacional, el mayor número de ví­ctimas son maestros o sus hijos, cómo fue en este caso.