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Jueves 21 marzo, 2019

Cólera social

•Nada que perder
•Veracruz huracanado

ESCALERAS: Con la cólera social a su más alto decibel, la población de Veracruz nada tiene ya que perder. Su única salida es arañarse con la vida pública y defender su vida y patrimonio. Caso Soledad Atzompa, con los linchamientos. Caso Coatzacoalcos, con la sublevación popular. Caso Xalapa, deteniendo a ladrones de autos. Caso Veracruz, sometiendo a un par de ladrones. Caso Mariano Escobedo, avisando que ladrón que detengan será linchado. Etcétera.

Luis Velázquez

El grueso de la población (6 millones de los 8 millones de habitantes de Veracruz en la pobreza) está en la miseria por más y más que trabaja.
Entonces, cuando mira perder el patrimonio que le resta y que es su propia vida, solo queda hacerse justicia por mano propia.

PASAMANOS: La ciudadaní­a común que todos los dí­as y noches vive y duerme con sencillez ha decidido dejar el anonimato y salir a la cancha pública para de ser necesario linchar a los malosos.
Pero más aún, quemarlos vivos.
Todaví­a falta que en algún pueblo les corten las manos como han advertido, pero al paso que vamos (497 muertos y 52 feminicidios en el dí­a 108 del sexenio de la izquierda), están firmes y bragados para volverse visibles y “convertirse en el rostro más conocido” (Marc Bassets) del coraje social.
Incluso, con riesgo de volverse indignación crónica.

CORREDORES: Cada quincena, la mayorí­a poblacional llega ahogada en su lí­mite económico. Muchas, sin duda, corriendo al Monte de Piedad para empeñar su único patrimonio, acaso, como es el anillo matrimonial.
Todos sueñan con mejorar su poder adquisitivo. Ofrecer una calidad de vida digna a los suyos. Y en contraparte, solo pueden dar una vida atrapada y sin salida entre la espada y la espada en el infierno, en el rincón más abyecto del infierno, allí­ donde están los traidores, los desleales y los demonios más perversos.

BALCONES: Habrá ciudadanos que, sin duda, soñaran con la utopí­a de un cambio de régimen. Un cambio de sistema polí­tico. Una vida democrática.
Pero la mayorí­a, cuando ya nada tiene que perder y vive en la miseria como vivieron sus padres y sus abuelos y sus tatarabuelos, entonces, el denominador común es la rebeldí­a, cansados de tanta inseguridad e impunidad.
Solo así­ pudiera entenderse, quizá explicarse, que una turba indí­gena y campesina de Soledad Atzompa haya detenido, linchado y quemado vivo a seis malandros.
El vací­o de poder de la autoridad ocupado por la sublevación colectiva.

PASILLOS: El pueblo, dijo alguna vez un indí­gena, es como una mula cuando se enmula.
De pronto, en lo más alto del precipicio, se detiene. Y zangolotea. Y sacude la carga. Y la tira. Y ni un paso para adelante ni para atrás por más morunazos asestados.
La analogí­a interpreta así­ lo que está sucediendo en Veracruz.
Por eso, de forma paradójica, unos vecinos de Córdoba se hacen llamar “Los chalecos verdes”, igual que sus antecesores de Francia que han puesto en la antesala de un sí­ncope cardiaco al presidente Emmanuel Macron.
Un mensaje claro y especí­fico que el gobierno de Veracruz ha de atender, claro, si desea escuchar el latido social, vaya a ser que por negligencia o indiferencia al ratito se multipliquen de norte a sur y de este a oeste de la tierra jarocha.

VENTANAS: La violencia criminal entró a Veracruz en el sexenio de Javier Duarte. Provení­a de Tamaulipas.
Ahora, la violencia social y “la violencia polí­tica ha interrumpido” en la vida jarocha.
Diez años después de que los vientos huracanados entraran por Tampico Alto y Pánuco en el norte de la entidad, la población se ha levantado, como nunca antes.
Al momento, la resistencia pací­fica y violenta en pocos pueblos, cierto, si se considera que hay 212 municipios.
Pero dado el hartazgo, podrí­a escribirse que en Atzompa la población, la sociedad organizada, obtuvo su primera victoria.
Y al ratito, más pueblos copiarí­an su estrategia.

PUERTAS: En el pasillo polí­tico, en el búnker de las oficinas públicas, en la mesa de la academia, ya nadie habla de los dos carnavales suspendidos. Tampoco quizá del Festival de Salsa prometido. Acaso, de los 500 años de la fundación del primer Ayuntamiento de América Latina en tierra firme.
El tema de conversación gira alrededor de un hecho especí­fico, el siguiente:
El genio de la cólera social ya salió de la botella y de Atzompa camina a otros pueblos. Y lo peor, imparable, “nadie sabe cómo volver a meterlo dentro” (ibí­dem).
Y si un diputado local de MORENA advirtió que en el palacio de gobierno de Xalapa merodean los demonios, más, mucho más indicativo es el genio de la rebelión pública escapado de la botella.
Y, bueno, dice el chamán, ni el mago Merlí­n podrí­a contrarrestarlo.
Un pueblo sublevado es como un tsunami entrando y avasallando al pueblo y a la población a la orilla del mar.

CERRADURAS: El pueblo ya se hartó, además de la inseguridad y la impunidad, de recibir migajas, palabras, letras, promesas, juramentos, ofrecimientos, repiques de campanas anunciando “lo bonito de lo bonito”.
Nadie pensarí­a en derribar al gobierno, aun cuando en las redes sociales se atrevieron a lanzar una falsa solicitud de licencia del gobernador, parte quizá del fuego amigo o enemigo.
Es, serí­a, una locura. Digamos, como pretender volcar de un puntapié el vagón de un ferrocarril.
Pero el viejo topo de Carlos Marx lo enseña con prudencia y mesura. El viento social, de por sí­, huracanado, ha de olfatearse y saber, como decí­a aquél, que si a mediodí­a con sol la población dice que es de noche las farolas han de prenderse.


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