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Barandal
Viernes 22 febrero, 2019

Pueblo indignado

•Autoridad, fallida
•Justicia por mano propia

ESCALERAS: En Coatzacoalcos, el infierno. El peor infierno de Veracruz con sus 212 municipios. La población, enervada por tanta incertidumbre y zozobra. Secuestros, desapariciones, torturas, asesinatos, decapitaciones, cadáveres tirados en la ví­a pública, cierre de negocios, desempleo creciente, indolencia y desdén oficial.
Y el presidente municipal, encerrado en su laberinto, en su búnker, en palacio, desoyendo el clamor social.

Luis Velázquez

Y de ñapa, su esposa “tirando su espada en prenda”, zahiriendo a la población, sobre todo, a la femenina. “Pensé, dijo, que eran decentes”, ¡ah!
En todo caso, nadie puede ser decente, guardar las formas, respetar la Cartilla Moral y el Manual de Urbanidades y Buenas Maneras, cuando se ha perdido un hijo, una pareja, un familiar en la descarrilada ola de violencia.
Y cuando, caray, hasta la esposa secuestran, desaparecen, asesinan y decapitan.

PASAMANOS: En repetidas ocasiones, la población ha protestado en las calles y avenidas y plantada frente al palacio municipal.
Y el alcalde, blindado por los suyos, sin dar la cara.
Está claro: no puede. Los malandros lo han rebasado. Pero…, lo peor, no sabe qué hacer. El desconcierto y la parálisis habitan sus dí­as y noches. Llegó al principio de Peter. La población le reclama seguridad y la esposa lo defiende.
Peor aún: atrapado y sin salida en la desesperación, “su luna de miel” topó con pared.
El gobernador, todo indica, le extendió la mano. Le envió mil policí­as. Pero la violencia sigue. Fuera de control.
Un pueblo está indignado. Coatzacoalcos, la puerta de entrada a Veracruz de la droga de sur a norte, y la puerta de entrada para los migrantes, y el huachicoleo en su dimensión estelar, y los secuestros y las desapariciones y los asesinatos y el cobro de piso, todo produciendo un billete para los malandros.
Ningún manual hay para que un alcalde deje de flotar en medio de la adversidad social.

CORREDORES: Más, mucho más ganarí­a el alcalde de MORENA, Ví­ctor Carranza, poniéndose de lado de la población que encerrado en su laberinto.
Incluso, encabezando las marchas. O en todo caso, en medio de la población iracunda, por ahí­, con su esposa, como parte de las caminatas de la dignidad ciudadana.
Pero, ni hablar, el alcalde ha declarado su actitud enemiga al pueblo. Tomó partido por el gobernador y el secretario de Seguridad Pública.
Y mientras tanto, los carteles y cartelitos siguen como dueños del pueblo.
Imagen del horror y el terror, la penúltima:
El fin de semana, en Cuitláhuac, el pueblo, fue tirado en la ví­a pública el cadáver de un joven. Sin ojos. Sin lengua. Sin un dedo de la mano derecha. Dos tiros. Torturado. La lengua y el dedo los pusieron encima de su pecho. La barbarie. La saña. El puño y el músculo a Cuitlalandia. Igual, igualito que en el sur de Veracruz cuando, por ejemplo, la madrugada del 16 de febrero un autobús urbano de pasajeros fue asaltado a la altura de Cosoleacaque.

BALCONES: Para la desventura social, igual que el alcalde está la secretarí­a de Seguridad Pública. Sin una estrategia. Azorada con la violencia.
Y aun cuando dirán que el paí­s está igual o peor, allá cada gobernador con el mundo encima. Aquí­, “la muerte tiene permiso” y al dí­a número 81 del sexenio de la izquierda iban 373 asesinatos, 38 feminicidios, dos infanticidios y 88 secuestros.
Además, Coatzacoalcos, irritado. Orizaba, irritada, con la marcha contra el crimen de mujeres. Y en Mariano Escobedo, el aviso al presidente municipal en mantas colgadas en la población. Malandro que detengamos, le advirtieron, será linchado.
Y también, claro, en la ciudad de Veracruz, donde en la unidad habitacional Geo Los Pinos los vecinos advirtieron que si detienen a un ladrón le cortarán las manos.
El pueblo, entonces, haciéndose justicia por mano propia.
La autoridad, fallida.

PASILLOS: Miguel íngel Yunes Linares fue rebasado por los carteles. Javier Duarte se alió. Fidel Herrera “los dejó hacer y dejó pasar”, y aun cuando traficaban droga, ni siquiera, vaya (quizá por ahí­ uno que otro aislado) ajustes de cuentas entre malandros.
Ahora, igual que desde el duartazgo, la población civil es ví­ctima.
Claro, dirí­a Renato Sales, el ex Comisionado de Seguridad Nacional, en Veracruz están operando “casi todos los carteles”.
Y en la rebatinga, cada cartel muestra el puño y el músculo para crear la percepción de que son más que los otros.
Y en medio, arrasan y avasallan con la población.
Más, mucho más peor es que el alcalde de Coatzacoalcos, desconcertado, imposibilitado, tampoco sepa el siguiente paso.
Sus neuronas apenas y le alcanzan para esconderse.

VENTANAS: Los carteles y cartelitos luchan por conservar el poder y aumentar sus ingresos y poderí­o económico.
Y como encuentran un Estado fallido, municipios fallidos, alcaldes débiles, entonces, aquí­ siguen.
Con todos los argumentos geográficos, han de preguntarse las razones por las cuales, la delincuencia organizada y común ha respetado el estado de Campeche, el priista Alejandro Moreno gobernador, de hecho y derecho un pueblo libre de malandros.
Y más, en un paí­s con tanta sangre chorreando.

PUERTAS: Nadie olvidará jamás en la historia local la sórdida y siniestra alianza de Javier Duarte y los suyos, jefes policiacos y policí­as, con los malandros.
Incluso, hasta crearon los llamados “Escuadrones de la muerte”.
Primera ocasión en que Veracruz brincara al concierto mundial, primero, como “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”, y segundo, la fosa clandestina más grande de América Latina.
Después, claro, vendrí­a la declaratoria de Enrique Peña Nieto a través del presidente del CEN del PRI, Enrique Ochoa Reza, de que Duarte era el gobernador más corrupto en la historia nacional.
Nadie dudarí­a, entonces, que los carteles siguen aquí­ porque descubrieron el paraí­so terrenal, tierra fértil para prosperar.

CERRADURAS: Nadie, claro, lo inculpa. Fue su tiempo y está preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, acusado de desví­o de recursos, sentenciado a 9 años de cárcel, sin que “el delito de lesa humanidad”, la desaparición forzada, figure en su expediente penal.
Ya se fue y ahora un nuevo sexenio gobierna Veracruz.
Y Coatzacoalcos está convertido en el infierno número uno del Golfo de México.
Y por más y más y más que la población protesta, todos los dí­as los ciudadanos se topan con la inseguridad que los alcanza.
En el largo y extenso túnel de Coatzacoalcos, ninguna lucecita de esperanza social alumbra el viaje al infierno.


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