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Diario de un reportero
Sábado 16 febrero, 2019

Veracruz turbulento

•342 asesinatos
•88 secuestros

DOMINGO
Días turbulentos



Se viven y padecen días turbulentos en Veracruz. Por ejemplo, a partir del primero de diciembre a la fecha ochenta y ocho personas han sido secuestradas.
En unos casos, mujeres. En otros, menores de edad.
En unos casos, los malandros han asesinado a las personas cuando las familias se han declarado sin liquidez para pagar el rescate.Pero, además, y en el caso de las mujeres, ultrajadas. Torturadas. Decapitadas. Cercenadas. Y arrojados sus cadáveres en despoblado, a orilla de la carretera, en caminos vecinales, en medio de cañaverales.
En la lista negra de los secuestros hay de todo. Nadie se salva. Nadie puesta festinar que libró la ola de violencia.
Hay, por ejemplo, estilistas, empleados, taxistas, comerciantes, enfermeras, estudiantes, campesinos, comerciantes y ganaderos.

Luis Velázquez

Mecánicos, empleados de bienes raí­ces, profesores, amas de casa, transportistas y carniceros.
Y desde luego, los plagiados pertenecen a la clase social alta, pero también media y hasta baja.
Los malosos están secuestrando parejo, multiplicando el terror y el horror en todos lados, sin piedad ni clemencia, dueños de hechos del Estado Delincuencial y que rebasa por completo al llamado Estado de Derecho.

LUNES
Extranjeros asesinados


Por vez primera, la violencia en el decibel más alto. Por ejemplo, trascendiendo los lí­mites geográficos de Veracruz y salpicando al extranjero.
Un caso: la emboscada a los migrantes de Guatemala en los lí­mites de Isla y Rodrí­guez Clara, donde una mujer fue asesinada y cuatro personas más heridas, entre ellas, un menor.
Otro caso: el asesinato del migrante hondureño en la ciudad de Veracruz que viví­a con su pareja hondureña pidiendo limosna en las calles y avenidas de la ciudad próxima a cumplir los 500 años de fundada.
Otro caso: los siete vecinos originarios de Actopan, nacionalizados en Estados Unidos, atacados por la Fuerza Civil.
Otro caso: el fotógrafo norteamericano, John Sevigny, y su compañera, detenidos y secuestrados y torturados por la policí­a de la secretarí­a de Seguridad Pública asignada en Córdoba.
Y lo peor: la mujer ultrajada durante dos dí­as consecutivos por los policí­as estatales y municipales, pues iban juntos en el operativo.
Veracruz, latiendo en el corazón de Estados Unidos, Honduras y Guatemala con sus ciudadanos asesinados y atropellados en sus derechos humanos.

MARTES
Cuadrilátero de la muerte


342 personas asesinadas en 75 dí­as en Veracruz es un número escalofriante. Inverosí­mil.
Casi casi cinco ejecutados cada 24 horas.
En el lado oficial canturrean que los malandros se están matando entre sí­ a fuego cruzado.
Cierto, nadie lo duda.
Pero si se revisa el dí­a con dí­a, entonces, entre los asesinados también hay civiles, civiles inocentes, niños, mujeres, jóvenes y ancianos.
La primera justificación oficial es que si matan a civiles se debe a sus malas amistades, una cantaleta histórica que ningún ciudadano cree.
Los dí­as así­ han caminado. Incluso, hay dí­as cuando solo una o dos personas significan el saldo de la muerte, pero hay otros dí­as y noches peores donde han sido ejecutados hasta diez, once, doce.
El escenario urbano, suburbano, rural e indí­gena de Veracruz está integrado por secuestrados, desaparecidos, torturados, asesinados, descuartizados, decapitados, arrojados en la ví­a pública, entre cañaverales, a orilla de las carreteras y cadáveres flotando en rí­os y lagunas.
Incluso, en unos casos los han asesinado en Veracruz y los tiran en Tabasco o Tamaulipas, o viceversa, pues el cuadrilátero de la muerte empieza en Tamaulipas, atraviesa Veracruz, llega a Tabasco y desemboca en Oaxaca y Chiapas.

MIÉRCOLES
¡Vaya república amorosa!


Es el dí­a con dí­a. Grave, indicativo quizá, cuando, y por ejemplo, 5 polí­ticos y dos lí­deres sindicales han sido asesinados.
Sea por ajuste de cuentas entre malandros o entre malandros polí­ticos o sindicales, sea, digamos, por pasiones revolcadas, el caso es que si el fuego ha llegado a los hombres de la administración pública y partidista, entonces, la descomposición social alcanza decibeles insospechados.
Ya no se vale, entonces, seguir inculpando a Miguel íngel Yunes Linares o a Javier Duarte, cuando diez semanas después hay un nuevo gobernador y por vez primera, de izquierda, la izquierda que tanto ha soñado con el paraí­so terrenal.
Aquella donde, oh república amorosa, los seres humanos han de amar a los otros seres humanos y en donde nadie mentirá ni nadie robará, ni menos, mucho menos, nadie matará a sus semejantes.
Por eso mismo, digamos, camino a Damasco, el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra debutó en un acto público con un Niño Dios con la cara de AMLO, el presidente, dí­as después de revelar al mundo que Andrés Manuel López Obrador “tiene mucho parecido a Dios”, mejor dicho, al hijo de Dios, Jesucristo, el hijo del pescador que anduvo en la tierra con sandalias, montado en un burrito, en medio de la austeridad republicana predicando el amor humano.
La nueva palabra celestial está tardando mucho en desembarcar en Veracruz.
La distancia entre la vieja Tenochtitlán a las playas de Chalchihuecan es demasiado larga.

JUEVES
“Noche tibia y callada”


Dan terror los dí­as que caminan en “la noche tibia y callada de Veracruz”, tan glorificada por Agustí­n Lara en otro tiempo.
En el mes de junio de 2016, Javier Duarte gobernador, dos mujeres, originarias de Las Choapas, fueron decapitadas en Xalapa, donde laboraba una de ellas en la secretarí­a de Seguridad Pública.
Primero, secuestradas. Luego, desaparecidas. Después, torturadas. Luego, ultrajadas. Más tarde, decapitadas. Y horas después, tirados sus cadáveres, desnudos, en las ví­as del tren en la colonia Revolución.
Las cabezas de ellas tiradas en sitios diferentes. Una, en la colonia La Lagunilla. Otra, en el camino antiguo a Naolinco.
El 11 de febrero del año que corre, la Fiscalí­a detuvo a Cipriano “N”, presunto miembro de Los Zetas, quien se dijo originario de Cardel y sicario de los malandros.
Confesó su fechorí­a. El ejecutó a las dos mujeres por órdenes superiores. Una vendetta del crimen organizado.
La misma historia de entonces reproducida ahora en la Cuitlamaní­a. Un tsunami de violencia fuera de control. Desbordado. Los malandros siguen dominando en Veracruz.

VIERNES
Al filo de la navaja


La semana anterior, un médico de nombre Héctor, Héctor “N”, viajaba en su camioneta a Acultzingo, donde desempeña su trabajo profesional.
Iba acompañado con unas enfermeras.
Y a la altura de la comunidad Ahuaxinola, un vehí­culo se le emparejó. Y detuvo su camioneta cuando lo amenazaron con pistolas. Bajaron a las enfermeras. Las abandonaron sobre la ví­a federal. Y al doctor se lo llevaron, todo indica, hacia más adentro de la montaña.
Cinco dí­as estuvo secuestrado. Dí­as y noches de negociación de la familia directas con los malandros.
El pago del rescate fue cuantioso. Nunca trascendió la cantidad. Y por fortuna, lo dejaron en libertad.
En las redes sociales avisaron de su regreso a casa. Le fue bien.
Mal, terrible, fatí­dico, a la mujer de Amatitlán cuyos familiares pagaron el rescate y la asesinaron.
Mal, a la chica de 17 años de edad de Los Naranjos, secuestrada, desaparecida y asesinada cuando su señora madre se declaró sin liquidez para cubrir el rescate. Su cadáver arrojado en despoblado en Tancoco.
Los dí­as y noches son así­ en Veracruz. La vida, al filo de la navaja.


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