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Jueves 14 febrero, 2019

Niños huérfanos

En una misma semana, tres mujeres fueron asesinadas en Veracruz. Y como atrás de cada vida humana siempre hay historias, en el caso, historias desgarradoras, las tres mujeres dejaron a ocho hijos en la orfandad.
La peor crudeza atrás de la tragedia social en un Veracruz donde van 37 feminicidios en lo que va de la Cuitlamaní­a y que ha originado marchas de protesta en Orizaba y el frente común de nueve presidentas municipales del norte de la entidad.

Luis Velázquez

En Las Choapas fue asesinada Silvana Jazmí­n, de 27 años. Era trabajadora sexual. Dejó cuatro hijos en la orfandad, los cuatros que dependí­an de ella. Su madre, una señora de 60 años, quedará al frente. El más pequeño de los niños tiene un año de edad. Ella laboraba en la autopista Cosoleacaque-La Tinaja. Uno de los tramos carreteros más inseguros, no de la Cuenca del Papaloapan, no de Veracruz, sino del paí­s. La vida, en un vértigo avasallante.
El mismo lunes 4, en Zongolica, un hombre mató a su esposa, Edith, de 37 años de edad. Era profesora de escuela primaria. Pleitos constantes entre la pareja.
"El hijo fue quien encontró el cadáver de su madre molido a golpes" escribió el cronista Ignacio Carvajal Garcí­a.
Y el jueves 7 de febrero, en Xalapa, la tercera mujer asesinada en cuatro dí­as de una semana anterior.
Marí­a del Carmen. Dirigente de los comerciantes de la Plaza Clavijero. Dejó tres hijos en la orfandad. Uno, de 3 años. Otro, de 7. Otro, de 9.
He ahí­ uno de los peores dramas de la ola de violencia en el estado de Veracruz, de norte a sur y de este a oeste, pues ningún municipio la libra, como tampoco ninguna familia puede festinar que es una sobreviviente de la matazón.

MATAZÓN EN VERACRUZ

La violencia está causando demasiados, excesivos estragos en el paí­s, claro, pero también en Veracruz. Y allá cada gobernador que enfrente la solución, pero aquí­, entre nosotros, duele mucho más, porque estamos cerca, inmersos, atrapados y sin salida.
Hijos huérfanos. Esposas viudas. Maridos viudos.
Padres seniles a la deriva económica y social.
Luto en los hogares y en las familias y en los pueblos.
Un tsunami de miedo, horror, terror, pánico, que azota Veracruz desde hace ocho años cuando Javier Duarte, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, desgobernaba con la bendición superior de Los Pinos de Enrique Peña Nieto.
Por un lado, la matazón entre malandros y que ha llegado a la población civil.
Por el otro, los cementerios de cada pueblo creciendo fuera de control.
Y por el otro, las decenas, cientos de desaparecidos cuyos familiares los siguen buscando en una frenética angustia y desesperación.
Y por el otro, el más importante, decenas, cientos quizá, de niños huérfanos y esposas viudas, en la incertidumbre y la zozobra económica.
En la guerra de Estados Unidos contra Vietnam, Richard Nixon llamaba a los civiles muertos "daños colaterales", el término que repetí­a "al pie de la letra" Felipe Calderón Hinojosa.
Daños colaterales, el espantoso drama, insuperable, imborrable, traumático, de los niños huérfanos.
Huérfanos, porque el llamado Estado de Derecho ha sido y es incapaz de enfrentar el Estado Delincuencial.
Los malandros siguen ganando la batalla.

TORMENTOSAS HISTORIAS

El número de muertos del sexenio de Javier Duarte a la fecha por la violencia resulta incalculable.
Se ignora si habrá una ONG, unos académicos, quizá la secretarí­a de Seguridad Pública, acaso la Fiscalí­a, que lleve y tenga la estadí­stica de la muerte.
Pero nadie, sin embargo, tendrá la numeralia de los hijos huérfanos a partir de que los padres fueron ejecutados, tanto hombres, los más, como mujeres, así­ sean, incluso, malandros asesinados, pues, está claro, los niños ninguna culpa tienen.
Y sin embargo, son la parte más frágil de las historias tormentosas alrededor de la incertidumbre y la zozobra.
Y si el Solecito, por ejemplo, dice que en el bienio azul de Miguel íngel Yunes Linares hubo más de dos mil desaparecidos, entonces, caray, si se calculan unos dos hijos por cada desaparecidos son cuatro mil niños, y si se calculan tres, entonces, 6 mil niños en la orfandad y que, bueno, los familiares (los tí­os, los abuelos si pudieran) habrí­an asumido la responsabilidad, pero con todo, nunca es lo mismo, pues los niños necesitan a sus padres. Madre y padre para crecer sin frustraciones, de manera sana.
Un drama social que ninguna autoridad ha enfrentado, y más, tratándose de hijos huérfanos, menores de edad.


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