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Expediente 2024
Viernes 08 febrero, 2019

Luna de miel en el infierno

Hay una revuelta social en Veracruz que nadie quiso mirar, o en todo caso, que la vieron pero ex profeso la ignoraron porque la Cuitlamaní­a deseó perpetuar una luna de miel condenada de antemano al infierno.
Es la ola de violencia desbordada, fuera de control. Es la violencia que aterrizó aquí­, entre nosotros, desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero cuando el capo José Albino Quintero Meraz llegó a tener doce casas de seguridad solo en la zona conurbada Veracruz-Boca del Rí­o y nunca ningún gobernante lo molestó.

Luis Velázquez

Incluso, con Miguel Alemán Velasco hasta se volvió su vecino en el Frac. Costa de Oro de Boca del Rí­o y jamás sus escoltas lo olieron, y si lo olfatearon, aplicaron el principio universal de “dejar hacer y dejar pasar”.
Fue el origen del mal. Luego, seguirí­an llegando más carteles y un dí­a eran carteles y cartelitos, en una estructura de jefes fuertes que por ahora llevan 5 gobernadores y van con el sexto, tan frescos y campantes, ganando todos los dí­as la batalla.
El detonante fue la jugosa plaza Veracruz. La autopista de sur a norte, tres puertos marí­timos para embarcar y desembarcar la droga al y del extranjero, pistas clandestinas y policí­as frágiles.
Además, del consumo de droga en la población, donde, y por ejemplo, la venta suele darse en casitas de colonias populares.
Nadie ha cuantificado el número de secuestrados, desaparecidos, asesinados y sepultados en fosas clandestinas desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari con Chirinos de gobernador, a la fecha, pero nadie dudarí­a de que hay en Veracruz más fosas que municipios.
Cierto, todos los rincones del paí­s están igual o peor. Pero allá cada gobernador que resuelva el atolladero como pueda, mientras que en Veracruz la elite polí­tica dominante está atrapada en el principio de Peter.
No puede.
Y lo peor, el Poder Ejecutivo peleando con el Fiscal mientras en cada familia de la tierra jarocha se llora a un pariente, a un compadre, a un amigo, a un conocido, a un vecino.

PUEBLOS, EN MEDIO DE LOS ESCOMBROS

En medio de la guerra solo están quedando escombros de vida social en los pueblos.
En Veracruz, por ejemplo, se han enterrado los muertos en las fosas comunes y clandestinas, en los rí­os y lagunas, en cañaverales y a orilla del camino, sin la cristiana sepultura marcada por la ley, el último tribuno decente para los muertos.
Pero… la multitud es capaz de todo y algunos pueblos comienzan a rebelarse, listos para el linchamiento como en Mariano Escobedo donde en pancartas anunciaron al presidente municipal que malandro que detengan será inmolado en la ví­a pública o como en Coatzacoalcos donde hay resistencia pací­fica.
Incluso, en el tiradero de culpas, como en Atoyac, donde el secretario General de Gobierno y el Fiscal se están peleando por los muertos, pues un hombre fue asesinado en domingo al mediodí­a y la oficina de la Fiscalí­a estaba cerrada sin nadie que diera fe.
Es más, de acuerdo con el sicólogo social, parte de la población ya se siente muerta desde tiempo atrás creyendo que ya le toca morirse, en ningún momento por la decrepitud sino por una bala perdida o quedar en medio del fuego cruzado o por una venganza anónima, o porque como los panteones están creciendo tanto que el ciudadano se imagina que el espacio se agotará con tantos sepelios.
Todo Veracruz está así­ desde que los carteles llegaron aquí­ provenientes de Tamaulipas, donde la vida alcanza el peor infierno vivido.
Solo falta que un viento negro arrase con Veracruz como en un tsunami.
Los perros, los búhos y las lechuzas seguirán cantando porque siguen oliendo la muerte por todos lados.

LA FATALIDAD EN VERACRUZ

Desde la penumbra social, un nuevo capí­tulo de la fatalidad policiaca impacta en la población.
Incluso, hasta en “el purgatorio se reconocerí­an los latidos” de la incertidumbre y la zozobra.
Grave la pobreza, la miseria y la jodidez. Grave el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre. Grave la baja calidad educativa y de salud. Grave los indicadores del desarrollo humano.
Pero más, mucho más grave, en el último rincón de la vida, la inseguridad.
Y la impunidad, su hermanita gemela.
Igual de grave, o peor, sin embargo, que mientras algunos pueblos se están sublevando, en el palacio de gobierno de Xalapa están sordos. De espaldas a la realidad. Indiferentes, rayando en la indolencia.
Oí­dos sordos para escuchar la demanda social y rectificar el camino, ahora, cuando están a tiempo antes, mucho antes de que en el año 2021, tiempo electoral de presidentes municipales y diputados locales y federales, la incapacidad para gobernar se traduzca, igual que con el priismo y el panismo, en una terrible derrota, jamás imaginada, en las urnas.
Hay que dar “tiempo al tiempo” gritonean desde la Cuitlamaní­a. Es demasiado pronto para exigir resultados defienden los diputados locales de la izquierda. No sean impacientes dicen los morenistas.
Olvidan, sin embargo, que el déficit social de Veracruz es la inseguridad y que, para desgracia de la elite gobernante en turno, dura desde hace más de ocho años.
Y como ha permanecido tanto, por eso mismo el primero de julio del año anterior la población electoral votó en contra de los candidatos de los partidos tradicionales y apostó a una nueva esperanza.
Pero los tropezones del primer sexenio de izquierda están erosionando y de fea forma la fe ciudadana.
Y como niños de pecho están repitiendo la misma cantaleta de sus antecesores diciendo que la inseguridad va a la baja con resultado tan nefasto como en la gira de AMLO, el presidente, en el sur de Veracruz, donde el gobernador fue abucheado por una población enardecida cuando dijera que, según él, en su mundo color de rosa, la incertidumbre va en caí­da libre.
El sexenio de AMLO en Veracruz está dejando escapar oportunidad de oro para curar y cicatrizar la herida social.
Hay, por ejemplo, un gobernador acorralado con una polí­tica de seguridad pública colapsada, mientras el tren obradorista con su Guardia Nacional está tardando demasiado y/o ha pasado de largo.
Y lo peor, la percepción o sensación social, como le llaman los teóricos, es que la nueva fuerza de seguridad nacional tardará muchos meses en llegar y dar resultados atajando el terrorismo de los carteles y cartelitos.

ENTRE LA LIBERTAD Y EL MIEDO

El gran problema de Veracruz es el miedo. Las fuerzas oscuras en disputa. La vida en la siguiente encrucijada:
Reducir al ser humano al silencio y la nada como escribió William Faulkner, o a inconformarse, con todo y que la mitad del dí­a y la otra mitad se van chambeando para llevar el itacate y la torta a casa y al final de cada jornada laboral el corazón humano queda agotado, y lo peor, agobiado.
Elegir entre la libertad y el miedo.
Entre la inseguridad y la justicia.
Entre el coraje y la cobardí­a.
“No temáis” dice el relato bí­blico.
Pero al mismo tiempo, el riesgo de perder la vida en el intento, pues dado el saldo de la muerte ningún ciudadano de norte a sur y de este a oeste puede gritar victoria de que ya la libró en medio del pantano en que estamos atrapados.
El llamado Estado de Derecho, aniquilado por el Estado Delincuencial.
Los malandros, dueños del dí­a y de la noche.


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