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Lunes 14 enero, 2019

Atropello policiaco

La policí­a vive los peores momentos. Y es en el primer sexenio de la izquierda en Veracruz. El viejo adagio de que la población tiene más miedo a un poli que a un ladrón se fortalece en la Cuitlamaní­a.
El último ramalazo fue dado en Villa Aldama. Veinte policí­as estatales y municipales, acusados de intento de homicidio, robo, lesiones, daño y abuso de autoridad.

Luis Velázquez

Incluso, de manera violenta e ilegal se metieron a la comunidad de Cerro de León y sembraron el terror y el pánico, como si fueran sicarios.
Entonces, y en nombre del uniforme, la gorra, la macana, los lentes negros, el bigotito tipo Hitler y la república amorosa y “la honestidad valiente”, detuvieron a tres personas. Y las golpearon. Y la denuncia fue puesta en la cancha mediática el miércoles 10 de enero.
Los vecinos se sublevaron. Dejaron el silencio a un lado. Se armaron de valor. Y en la Fiscalí­a de Perote interpusieron la denuncia.
Incluso, aportaron los números de las patrullas.
Todaví­a más: aseguraron que los polis les robaron más de 250 mil pesos producto de la venta de ganado.
Varios dí­as después, la respuesta de la secretarí­a de Seguridad Pública, el silencio. El silencio atroz y que también significa un lenguaje polisémico.
¿Silencio por indiferencia, negligencia, valemadrismo, prepotencia, dejar que la población gritonee?
Lo decí­a Carlos Salinas:
“Ni los veo ni los oigo”.

DE ISLA Y ACTOPAN A VILLA ALDAMA

La policí­a, cometiendo atropellos sin que nada pase, ni siquiera, vaya, un manotazo para enmendar la plana.
Menos, mucho menos, una disculpa pública.
El primer abuso y exceso policiaco fue con los policí­as de Isla, según el secretario General de Gobierno, Éric Patrocinio Cisneros Burgos, cuando, dijo, los municipales emboscaron a un grupo de migrantes de Guatemala en los lí­mites de Isla y Rodrí­guez Clara, matando a una mujer, hiriendo a cuatro más, entre ellos, un menor de edad.
Entonces, el alcalde Isla reviró al secretario de Gobierno y rechazó que los polis municipales fueran los agresores, y por el contrario, inculpó a las mafias de polleros.
Varias semanas después, nadie se acuerda de la emboscada y el asesinato.
Incluso, hasta el cónsul de Guatemala en Veracruz lo ha olvidado.
Después, vino el abuso de autoridad y el atropello a la dignidad humana de la policí­a estatal, la Fuerza Civil, contra los 7 vecinos originarios de Actopan y migrantes en Estados Unidos donde se nacionalizaron norteamericanos.
Lo peor: luego de la madriza asestada por la Fuerza Civil a todos ellos, el discurso oficial encontrado entre el gobernador y los secretarios de Gobierno y de Seguridad Pública y las ví­ctimas.
Que llevaban armas de uso exclusivo del Ejército (Éric Cisneros).
Que las armas eran para cazar patos y palomas (Cuitláhuac Garcí­a).
Que los jarochos y norteamericanos agredieron a los policí­as (Hugo Gutiérrez Maldonado).
Que no llevaban armas (las ví­ctimas).
Por lo pronto, esa cosita llamada Comisión Estatal de Derechos Humanos fijó un plazo de quince dí­as a la secretarí­a de Seguridad Pública para una explicación, de igual manera cuando la Namiko Matsumoto fuera titular de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas y glorificara al ex titular de la SPP, Arturo Bermúdez Zurita, luego de amenazar con la cárcel al fotógrafo Félix Márquez por la toma gráfica de las autodefensas de los Llanos de Sotavento.

EL PASADO CONDENA A LA POLICíA

La fama pública de la policí­a más siniestra y sórdida en la historia local fue en el duartazgo.
Los escuadros de la muerte.
La policí­a que levantaba personas en los retenes en las carreteras.
Los jefes policiacos y policí­as y hasta polí­ticos aliados con los carteles y cartelitos para desaparecer ciudadanos.
Los policí­as que secuestraban ciudadanos y entregaban a los malandros, quienes en muchos casos los desaparecí­an y asesinaban y hasta pozoleaban.
Los policí­as, aliados con los malandros, para crear y recrear sus fosas clandestinas, Colinas de Santa Fe, la más grande, no de Veracruz, no del paí­s, sino de América Latina, y en donde, oh paradoja, según el Solecito continúan tirando cadáveres.
Los policí­as dados de baja y reclutados por los carteles y cartelitos.
Los policí­as que solí­an asesinar a sus propios compañeros.
Los policí­as que tiraban cadáveres en la barranca de la muerte, conocida como “La aurora”, en el municipio de Emiliano Zapata.
Ahora, en la Cuitlamaní­a, que apenas, apenitas, apenititas inicia, la policí­a marcada con un capí­tulo sombrí­o en Villa Aldama, Isla/Rodrí­guez Clara y Actopan.
Veracruz es un estado rebasado gritó “a los cuatro vientos” el diputado local de la izquierda, PES, presidente de la Comisión de Seguridad, Érik Aguilar.
“Yo quiero ayudar, pero el secretario Hugo Gutiérrez Maldonado, “ni el teléfono me contesta”.
Paradojas de la vida:
El miércoles 9 de enero, acompañada de un policí­a estatal asignado al Hospital Infantil en el puerto jarocho, la jefa de prensa de la secretarí­a de Salud, Avisack Douglas Coronado, corrió a diez reporteros interesados en entrevistar al titular, el doctor Roberto Ramos Alor, muy conocido en las redes sociales (Notiver, 10 de enero, 2019).
En tanto, la ola de violencia está desbordada.
En el dí­a número 42 de la Cuitlamaní­a, 180asesinatos, de los cuales, 24 feminicidios y 38 secuestros, incumbencia número uno de la secretarí­a de Seguridad Pública, todos, en la impunidad tarea del Fiscal.


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