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Miércoles 09 enero, 2019

Saña y barbarie

•Les cortan genitales •El nuevo Veracruz

UNO. Les cortaron genitales

La barbarie y la saña se han recrudecido en Veracruz. Sea cambio de sexenio, sean carteles mostrando el puño y el músculo al gobernador, sea ajuste de cuentas entre malandros, sea población civil, el horror y el terror como vasos comunicantes para meter miedo y "miedo al miedo" a los ciudadanos.

Luis Velázquez

En un camino de Acayucan que lleva al poblado de Almagrés tiraron cuatro cadáveres de hombres.
Los cuatro, con las manos cortadas.
Los cuadro, con los testí­culos cortados y que, bueno, significa, cierto, una novedad en los últimos 8 años en Veracruz y que van de Javier Duarte a Miguel íngel Yunes Linares y a Cuitláhuac Garcí­a Jiménez.
La noche del lunes 7 los tiraron.
Acayucan y alrededores, trastocada por la violencia.
Los carteles, los huachicoleros, los ladrones de carretera, los asaltantes de migrantes, los asesinatos de gente común y sencilla, y de paso, de trabajadores de la información.
Con todo, y los mil policí­as que Cuitláhuac Garcí­a cacareara semanas anteriores en los caminos del sur.
Y como sucede con frecuencia, sobre los cadáveres, una cartulina con un avisito, una advertencia.
La ejecución se la atribuyó, describe el reportero Ignacio Carvajal Garcí­a, el Cartel Jalisco Nueva Generación, famoso por sus redes, además de en el paí­s, en el extranjero.
Los nuevos dueños del territorio nacional.
En Veracruz, reveló en su tiempo el Comisionado de Seguridad Nacional, Renato Sales, "actúan casi todos los carteles".
Claro, la plaza Veracruz es jugosa.
Y de ñapa, y como quedara demostrado en el duartazgo, los polí­ticos, los jefes policiacos y los policí­as aliados con los carteles.
Da miedo, terror, pánico, angustia, crisis cardiaca, vivir en Veracruz.
De entrada, nadie tiene la vida comprada.
Nadie puede cantar victoria, así­ tenga escoltas armados y expertos, buenos tiradores.

DOS. Como en la dictadura militar

Los cadáveres fueron torturados.
Luego, asesinados.
Después, les cortaron las manos.
Y de inmediato, los genitales.
A primera vista, la percepción ciudadana es que si en los penales domina la ley de "ojo por ojo y diente por diente" y los violadores son violados, entonces, y como en el caso, a los cuatro hombres les cortaron las partes bajas, se hablarí­a de violadores.
Pero...bueno, ya la autoridad informará en su momento (digamos, en caso de ser así­) las razones, motivos, pretextos, de fondo y reales.
Por lo pronto, resulta insólito, inverosí­mil, el nivel al que se ha llegado aquí­, "en la noche tibia y callada", fantástica y subyugante de Agustí­n Lara tocando el piano en una suite nupcial del hotel Mocambo a Marí­a Félix.
La saña y la barbarie recuerdan, por ejemplo, al general Augusto Pinochet cuando a los simpatizantes de Salvador Allende, el primer presidente socialista de América Latina por la ví­a del voto, los detení­an y trepaban vivos a un helicóptero y vivos los arrojaban en el centro de un mar infectado de tiburones.
Y recuerda a los realistas de la guerra de Independencia cuando detení­an a los campesinos y colgaban de un árbol a la orilla del camino para intimidar a los compitas y evitar siguieran uniéndose a Miguel Hidalgo y José Marí­a Morelos, los dos fusilados, el primero, decapitado.
Y convoca a la Guerra Sucia de la época de Gustavo Dí­az Ordaz y Luis Echeverrí­a ílvarez cuando los apóstoles y mártires de la izquierda eran detenidos y desaparecidos para siempre, como el caso de Jesús Piedra Ibarra, el hijo de la señora Rosario Ibarra de Piedra, acusado de pertenecer a la Liga "23 de septiembre".
Incluso, recuerda al tiempo de Javier Duarte cuando, primero, los policí­as desaparecí­an en los retenes montados en la carretera a las personas y cuando tiraban cadáveres a la barranca de la muerte, "La aurora", en el municipio de Emiliano Zapata.
Los dí­as y las noches se han podrido en Veracruz.
La vida "nada vale" y "la muerte sigue teniendo permiso".
Pero ahora, con la ferocidad más irracional del mundo, propia de las novelas y pelí­culas de terror.
Cortar los testí­culos a cuatro personas son palabras mayores de una violencia irracional.

TRES. Atrapados en el infierno

Ningún ciudadano, se insiste, está a salvo.
La niña de doce años asesinada en Santa Ana Atzacan, junto con sus padres.
La joven señora, con un hijo, secuestrada en Naranjos y asesinada porque su señora madre carecí­a de recursos suficientes para pagar el rescate.
El empresario de Coatzacoalcos que con su familia salieron de casa a comer en un restaurante y lo secuestraron con todo y camioneta.
La joven sicóloga que salió a ejercitarse en un corredor público en una colonia del norte de la ciudad de Veracruz y la asesinaron y tiraron su cadáver cerca de una laguna.
Los tres jóvenes secuestrados en Atzalan, asesinados y arrojados sus cuerpos en despoblado para que se los comieran los coyotes y zopilotes, y los que, por cierto, empiezan por tragarse los ojos porque es más fácil, comida rápida.
El terror. La saña. La barbarie. El miedo. "El miedo al miedo" como escribió León Felipe.
Lo más grave es que los crí­menes siguen y siguen, imparables, fuera de control, y ninguna acción categórica y definitiva se percibe en el secretario de Seguridad Pública.
Y luego enseguida, la manifiesta incapacidad del Fiscal para detener a los presuntos homicidas, tanto fí­sicos como intelectuales.
Y, bueno, los penalistas dicen que si los malandros matan y matan y nada pasa, entonces, y como dijera el chamán, "se crecen al castigo".
Y "ahí­ se la llevan".
Y la población, los 8 millones de habitantes de Veracruz, atrapados y sin salida en el infierno.
Ningún caso tiene, entonces, exponerse y, digamos, salir en la noche a cenar con la familia o unos amigos, antrear, amanecer en la vida loca y fifí­, aun cuando, claro, las horas del dí­a también son de alto riesgo.
Si en 1879, Porfirio Dí­az ordenó a su amigo, el gobernador de Veracruz, Luis Mier y Terán "matar en caliente" a los 9 jarochos y campechanos sublevados a su reelección y que cumpliera muy obediente, ahora, la historia se reproduce, cada dí­a, cada noche, y con expresa y manifiesta crueldad, la peor crueldad de los humanoides como, por ejemplo, cortar las manos y cortar los testí­culos.
De veras, da miedo, pánico, terror, vivir en Veracruz.
Y lo peor, los niños de las escuelas primarias se están dando cuenta de todo y en vez de leer o mirar caricaturas preguntan a los padres sobre los muertos de cada dí­a.


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