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A Mil por Hora
Jueves 03 enero, 2019

El secuestro y asesinato de una menor en Veracruz, el infierno del secuestro, el cobro de cuotas y el desempleo

Era menor de edad la joven secuestrada y asesinada después de 37 dí­as cautiva en Naranjos; querí­a ser atleta y nutrióloga
•A diario realizaba varias horas de ejercicio con el firme propósito de participar en una competencia de fisicoconstructivismo
•Familia no pudo pagar el rescate pues no contaban con solvencia económica abre la caí­da de la economí­a; los malos no quisieron aceptar menos


Por IGNACIO CARVAJAL

Cruz Itzel Nava Mar (Itzel Mar) tení­a 17 años cuando fue asesinada por secuestradores que la mantuvieron cautiva durante 37 dí­as. La mataron porque su familia no pudo juntar la suma exigida por su rescate.
Sus restos aparecieron en un camino aledaño al municipio de Naranjos, su tierra natal, ubicada a unos 80 kilómetros del puerto de Tuxpan, en la región huasteca del estado de Veracruz.

  • Itzel, secuestrada y asesinada

Itzel Mar, como la conocí­an entre sus amigos, era madre de un menor de 3 años y atesoraba un un sueño: cursar licenciatura en Nutrición y paralelamente hacer mucho ejercicio y comer saludable para convertirse en un gran atleta del Fitness.
Solo si conocí­a la ciencia de los alimentos, contarí­a con el conocimiento para mostrar el cuerpo más definido en las alguna competencia de culturismo.
Y como nutrióloga también podrí­a ayudar a mucha gente a recuperar la salud perdida por los malos hábitos.
Desde los catorce años, con una disciplina inquebrantable, se levantaba a las cinco y media de la mañana para prepararse la primera de seis comidas que hací­a al dí­a para mantener ocupado su metabolismo y no acumular grasas.
El ruido de la licuadora a la que echaba proteí­nas u otros suplementos, se escuchaba por toda la cuadra donde ella viví­a.
Entonces se sabí­a que la joven madre ya estaba iniciando su rutina para construir su fí­sico y alcanzar sus metas.
Después de comer, escuchando música clásica, hací­a ejercicio cardiovascular durante una hora y media. Paralelamente preparaba a su hijo para llevarlo al jardí­n de niños.
Luego del kí­nder se iba a su rutina más dura, dos horas en el gimnasio levantando pesas, jalando cables, alzando fierros y fortaleciendo cada parte de su cuerpo.
Sus manos -cuentan quienes le conocieron- contrastaban con la belleza de su rostro, éstas eran oscas y un poco rasposas por su trato diario con los fierros y aparatos del gimnasio.
La información para sus dietas y rutinas en el gimnasio las sacaba de tutoriales en que buscaba en Youtube. Tiempo de su vida era para hacerse cargo de su hijo, practicar deporte y realizar las tareas de la preparatoria, que cursaba los fines de semana. Cuando se la llevaron, estaba a dí­as de acabar su curso y comenzar a buscar educación superior.
Sus amigos y conocidos, también asiduos al deporte, y que la acompañaban en su sueño por conquistar un tí­tulo en alguna competencia de fisicoconstructivismo, la recuerdan disciplinada, alegre, por momentos seria por los problemas financieros en su familia, pues los negocios no andaban nada bien.
Ese fue uno de los grandes pendientes que le quedaron en la vida, subirse a una pasarela para mostrar la fortaleza de su cuerpo, producto de las horas en el gimnasio, los sacrificios en la alimentación y lucha interior contra las debilidades.
En Naranjos (20 073 habitantes) no hay cuadra en donde haya negocio bien puesto al que no haya llegado la mafia a secuestrar o a pedir la cuota.
En las calles de este municipio ubicado al norte del estado, la charla diaria gira en torno a la violencia y secuestros que no se denuncia. La violencia es palpable cuando un empresario baja cortinas por las extorsiones o cuando se sabe de otra familia que se exilia en Xalapa o Tuxpan para huir de la delincuencia.
En el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública a nivel municipal Naranjos, y los municipios aledaños, registran muy bajo nivel de denuncia de delitos de alto impacto, ante la desconfianza en la autoridad.
En este extremo del estado la infraestructura es poca, en kilómetros no hay fábricas, bodegas o centros de generación de empleos. La economí­a se soporta en los cí­tricos, actividades primarias y la migración.
Las ví­as de comunicación por tierra se muestran destruidas y con poco mantenimiento. En las carreteras de este lugar se puede andar durante horas sin rumbo fijo sin encontrar algún tipo de vigilancia o patrullas. Las autopistas construidas recientemente, más seguras y que ahorran tiempo, son costosas.
Los medios de comunicación no consignan a fondo los secuestros o cobros de piso. Es de alto riesgo denunciar a los grupos delincuenciales por pequeños que sean, y a la prensa le resulta más rentable documentar la violencia desde el enfoque del morbo que vende miles de ejemplares y rinde cientos de likes.
El último hecho de violencia del que se tiene noticia, es el secuestro de José Manuel Cristóbal Ramí­rez, de 24 años, originario de Naranjos, empleado de Petróleos Mexicanos, quien fuera privado de la libertad el pasado 31 de diciembre poco antes de las dos de la tarde en la gasolinera Dinora, ubicada sobre la carretera 180.
Los agresores lo interceptaron en ese expendio de gasolina, y le dispararon a su coche para detenerlo, pues puso resistencia a la sustracción. En el sitio únicamente se encontró el vehí­culo con impactos de bala.
De la misma forma -dice la gente en Naranjos, que no da sus generales por temor a represalias- se dio el secuestro de la joven Itzel Mar Betancourt, durante los últimos dí­as del gobierno de Miguel íngel Yunes Linares.
Sujetos armados la interceptan cuando regresaba de recoger en el colegio a su hijo. Le dan el cerrón a su coche y ella no se deja someter cuando intentaron sacarla por una ventana.
Sus compañeros de gimnasio cuentan que en las piernas, era capaz de cargar más de 100 kilos en sentadillas; con los brazos, poco más de 40, entonces, su fuerza, pese a su corta edad, era notoria; y gracias a sus músculos pudo resistir el embate de los criminales que tuvieron que disparar para amedrentarla.
Quizá por el miedo, tal vez para que no dañaran a su hijo, la joven cedió y fue así­ que nunca más se le volvió a ver con vida; hasta el 15 de diciembre, en que es encontrada en un camino de Tancoco, muy cerca de Naranjos, con un disparo en el rostro, amarrada de manos, con la ropa puesta y en un charco de su sangre.
Su o sus asesinos le colocaron un vendaje de manera minuciosa el cual sólo dejó descubierto un poco de su mejilla, en donde colocaron un balazo.
Los estudios forenses, a los que se pudo acceder, confirman que no presentaba golpes o señas de agresión sexual. No se le miraba maltratada ni con la ropa sucia. Hasta ahora, la Fiscalí­a General del Estado no ha dado algún resultado positivo en la búsqueda de sus responsables, cómo en gran parte de las investigaciones relacionadas con el homicidio de mujeres. El gobierno de Cuitláhuac Garcí­a Jiménez tampoco se ha posicionado por este caso o alguno de los 19 homicidios de mujeres con los que arrancó la nueva administración.
Pese a que su mamá, Gabriela Betancourt, puso en redes sociales diversos mensajes de auxilio, oraciones y súplicas a los delincuentes para que liberarán a su hija por una cantidad de dinero menor, el caso ha pasado desapercibido para la agenda gubernamental.
Pero la desconfianza en las autoridades es palpable en el norte de Veracruz. Tan es así­, que a las pocas horas de la aparición del cadáver de Itzel Mar, otra mujer, de nombre Aurora Rivera Casanova, de 21 años, era asesinada en calles de Chinampa, otro municipio vecino con altos niveles de criminalidad opacada por la cifra negra.
A Aurora Rivera, también oriunda de Naranjos, le dispararon desde un vehí­culo en movimiento cuando ella andaba en su motoneta. Así­ se sumó a la lista de mujeres asesinadas en Veracruz durante 2018, que al cierre del año es de 211 ví­ctimas, la gran mayorí­a cumplen con una o más hipótesis sobre el feminicidio.
Pocos daban crédito al homicidio de Itzel Mar. Pero era ella, tanto, que su cadáver portaba ese vestido de encaje color azul que usaba en ocasiones especiales. Pegado al cuerpo, dejando ver el abdomen plano y la musculatura de la espalda.
Fue acompañada a su funeral por muchas personas que conocí­an a la familia de la joven, familia de comerciantes que lo poco que tienen lo consiguieron con su trabajo de desde la mañana hasta la puesta de sol. El caso se volvió de conocimiento nacional porque la madre de la finada, Gabriela Mar Betancourt, posteó durante varios meses oraciones, peticiones de ayuda y mensajes dirigidos en concreto a los secuestradores para que se tocaran el corazón y dejarán libre a su hija, pues no contaban con el dinero que pedí­an.
El dí­a que la mataron, Gaby Mar Betancourt posteó:
"Perdóname hija porque no trabajé lo suficiente para poder pagar tu rescate y te dieron muerte", frase que le dió la vuelta al paí­s evidenciando la crisis de seguridad en el norte de Veracruz, que pese a contar con dos alertas de género, no menguan las agresiones contra ellas.
"Me siento impotente de que todo lo que hemos trabajado en años no me alcanza, perdón por no tener", complementó en la misma publicación.
En otra publicación también describió como era la situación para su nieto a la espera de su madre y sin comprender abiertamente lo sucedido, pues a ese pequeñito le tocó presenciar cómo se llevaban a su mamá:
El hijo de 3 años de Itzel Mar oye pasar un "un carro... Sale gritando "mi mamá Itzel, mi mamá Itzel, ya llegó abuelita Gaby, ven"… se asoma por la ventana y regresa con su carita triste y me dice: "No es mi mami, abuelita".
Hasta el último momento la madre buscó mover las fibras sensibles a los captores, incluso ofreciéndoles perdón y bendiciones:
"Libérenla, Dios les va perdonar, si hacen oración Dios proveerá y jamás faltará en sus mesas alimento y trabajo que no dañe a las familias", puso dí­as antes del desenlace fatal.
"Ruego vean este mensaje para que ya no hagan más secuestros y tengan trabajo para que les dé para vivir en familia y con amor".
Pero fue sumada a la lista de mujeres asesinadas en el último mes del 2018, quizá el peor en mucho tiempo por tantas asesinadas, 19 en total:
Samantha Aparicio Alvarado, en Yanga; Coral Ruiz Molina, en Tierra Blanca; Karen Itzal Mejí­a Cruz, ílamo; Clara Marí­a Herlinda Ruiz Taperí­a, Juan Rodrí­guez Clara; Graciela Bernabé, Papantla; Florencia Juárez Pérez, Poza Rica; Maribel Cruz Romero, Blanca Itzel Morales Cruz y Elia Romero Vázquez , las tres de Santa Ana Atzacan; Josefa Salazar Jiménez, Mecatlán; Denise Martí­nez Rivera, de Córdoba;
Jazmí­n Alejandra Dí­az Islas, de Xalapa; Leonila Nieto Contreras, de San Rafael; Marisol Aguilera Rojas, de Martí­nez de la Torre; Rocí­o Florentino Gómez de Acayucan; Ivonne Gonzí lez Pérez, Martí­nez de la Torre; Mónica Alejandra Cházaro, de Veracruz puerto.



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