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Martes 18 diciembre, 2018

La angustia de una madre

•La hija, secuestrada
•Ella, sin dinero para el rescate

UNO. La angustia de una madre

Durante 45 dí­as, la señora Gabriela Mar Betancourt se la pasó negociando con los malandros para liberar a su hija, Itzel Mar Betancourt, de 24 años de edad, a quien secuestraran cuatro sicarios el 9 de noviembre en una colonia popular de Naranjos, en el norte de Veracruz.

Luis Velázquez

Entonces, los malosos pedí­an rescate millonario, incapaz la madre de cubrirlos.
Y los pistoleros la mataron y tiraron el cadáver en Tancoco.
En total, y hacia el sábado 15, quince mujeres asesinadas en la era Cuitláhuac Garcí­a Jiménez y en el tiempo del secretario de Seguridad Pública, el policí­a que apareció en una escuela de Coatzacoalcos con la pistola al cincho porque así­ está acostumbrado desde hace 28 años.
La madre describió su dolor en las redes sociales:
"Hija, perdóname porque no trabajé lo suficiente para poder pagar tu rescate y te dieron muerte.
Descansa en paz, hija.
Perdóname por no haber tenido suficiente dinero para pagar".
El testimonio atroz, desesperado y desesperante, angustioso, terrible, espantoso, impotencia total y absoluta, el peor mundo de todos los mundos peores, en un Veracruz donde desde hace ocho años (6 de Javier Duarte y dos de Miguel íngel Yunes Linares), la muerte tiene permiso.
Veracruz, un fosario, dirí­a el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, fundador del albergue de migrantes, "Los hermanos en el camino", con filial en Acayucan, en el sur de Veracruz.
El Veracruz con más fosas clandestinas que municipios.
El Veracruz, con dos Alertas de Género que han servido para un carajo.
Y todaví­a así­ hay quienes sopesan una tercera Alerta de Género.
Una vez más, el dolor y el sufrimiento de una madre, y de su familia.

DOS. Veracruz, tierra fértil para malandros

Un mes y siete dí­as pasó la empresaria Gabriela Mar Betancourt negociando, digamos, con los malandros.
Negociando la libertad de la hija.
La hija presentaba un disparo en la cara.
Golpes.
Las manos amarradas fuertemente igual que los pies.
En su momento, pidió ayuda a la autoridad local y de nada valió.
Dejó un hijo en la orfandad.
"Es mi única hija, ¡cómo la voy a poner en peligro!", escribió en su facebook a los malosos.
Jamás, nunca, hubo compasión ni misericordia.
El negocio del secuestro exprés "al rojo vivo" en Veracruz.
Los carteles y cartelitos, la delincuencia organizada y común, floreciendo en la tierra jarocha como en tierra fértil.
Dueños del dí­a y de la noche.
Imponiendo la agenda setting al Estado.
El Estado de Derecho rebasado por el Estado Delincuencial.
Los 8 millones de habitantes de Veracruz en la impotencia.
Expuestos dí­a y noche.
Desoí­dos en los gobiernos municipal, estatal y federal que siguen planeando la estrategia efectiva para combatir a los carteles luego de tantos operativos fallidos con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto y con Javier Duarte y Miguel íngel Yunes Linares.
Dramático el testimonio de la madre en el facebook:
"Desafortunadamente no tengo el dinero millonario que piden y me duele mucho no poder rescatarla.
Me siento impotente de que todo lo que hemos trabajado en años no me alcanza.
Perdón por no tener liquidez".
Dos gobernadores (Duarte y Yunes) terminaron su periodo constitucional.
Y un mandatario más llegó al palacio de Xalapa.
Y la vida cotidiana en Veracruz sigue atrapada y sin salida en el infierno.

TRES. La hora de la sublevación ciudadana

La población de Veracruz vive aterrorizada, expuesta a la inseguridad.
Incluso, ninguna duda hay de que en cada hogar, en cada familia, se multiplica la incertidumbre y la zozobra.
Y más por lo siguiente:
Un presidente municipal, rebasado.
Un gobernador, rebasado.
Un presidente de la república, rebasado por las circunstancias.
Y aun cuando la iglesia llama a rezar y rezar y rezar, el Padre Nuestro y el Ave Marí­a son incapaces de frenar y achicar y desaparecer el tsunami de inseguridad, de igual modo como los indí­genas de Miguel Hidalgo se poní­an una estampita de la Virgen de Guadalupe en el sombrero creyendo que así­ frenarí­an las balas y los cañones de los realistas.
De nada tampoco sirvieron las marchas ciudadanas en Coatzacoalcos y Minatitlán y la protesta de madres con hijos desaparecidos en Poza Rica en la quincena de Cuitláhuac Garcí­a que caminó la semana pasada.
Por fortuna, hay una población civil que sigue luchando por restablecer el paraí­so perdido, pues lo peor de todo, como decí­a Julio Cortázar, es acostumbrarse a todo pasado un ratito.
Sólo cuando en las doscientas doce cabeceras municipales de Veracruz, la población, con o sin los alcaldes, se lance a una protesta multitudinaria al mismo tiempo, un dí­a tras otro, cada dí­a de una semana, y la siguiente y la siguiente, procurando que la noticia sea publicada en la prensa nacional, podrá abrigarse quizá la esperanza social.
Es la hora de la sublevación colectiva.
El momento de la resistencia pací­fica.


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