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Martes 20 noviembre, 2018

Un reportero en el infierno

•Cada noche soñará con muertos
•“Los buscadores” de Noé Zavaleta

UNO. Un reportero en el infierno

El reportero Noé Zavaleta, corresponsal de Proceso en Veracruz, ha de soñar con muertos. Y cada noche, cada amanecer, tendrá pesadillas. Por fortuna es joven y aguanta cualquier paro cardiaco.

Luis Velázquez

Por ejemplo, ningún trabajador de la información como Noé, excepto su amigo Ignacio Carvajal, ha estado tan cerca de la muerte y la violencia y los desaparecidos y los secuestrados y las fosas clandestinas como ellos dos.
A primera vista, más Noé, pues es mayor de edad y al momento ha publicado dos libros (Ignacio uno), los dos girando alrededor de la muerte.
Ya lo decí­a Emerson:
El dí­a cuando nuestros hijos amen la muerte, amarán la vida, más, mucho más, que cualquier mortal.
El libro “Los buscadores” que será presentado mañana miércoles en la facultad de Comunicación de la UV y en la librerí­a Mar adentro, en el puerto jarocho, escurre sangre, muerte, dolor, sufrimiento.
Bastarí­a referir la estadí­stica de la muerte que Noé se sabe y domina como Pitágoras los números:
En Veracruz, fueron hallados 244 restos humanos en la fosa del pueblo de Arbolillo, en Alvarado.
Más los 290 restos y 21 mil fragmentos de huesos en las fosas de Colinas de Santa Fe, la más grande de América Latina.
Más los 350 restos sin identificar en los forenses.
Más las decenas de cuerpos hallados en las fosas clandestinas de 45 municipios.
Más las 3 mil 600 denuncias por desaparecidos en Veracruz de los años 2011 al 2016.
Más los desaparecidos con el gobernador Miguel íngel Yunes Linares.
Más las 40 mil familias desaparecidas en los últimos doce años en el paí­s.
Más los trece Colectivos de desaparecidos integrados con madres con hijos secuestrados de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Más las 540 personas enterradas en un radio de 40 kilómetros en la zona urbana del puerto de Veracruz.
Y el colmo de los colmos, de las 540 personas sepultadas sólo veinte han sido identificadas.
Más las 13 edecanes de Xalapa desaparecidas luego de una fiesta en Actopan y en donde, se presume, habí­a integrantes de la delincuencia organizada.
Más los 28 cadáveres hallados en una fosa clandestina de Portezuelos y Mata Loma, municipio de Manlio Fabio Altamirano, que siempre fueron ocultados.
Más los trece familiares de igual número de personas desaparecidos en el bienio azul de Yunes.
Por eso, los dí­as y las noches de Noé Zavaleta significan una pesadilla.

DOS. Un reportero que sale a buscar muertos

Todos los dí­as el corresponsal de Proceso sale de su casa en Xalapa a buscar muertos, desaparecidos, secuestrados y fosas clandestinas.
Así­, vive las horas en cada nuevo amanecer y anochecer.
Nadie como él vive el periodismo a plenitud como la octava maravilla del mundo, siempre al lado de las ví­ctimas.
Lo vive de manera compulsiva, intensa, apasionada, desbordada.
Lo vive de lunes a domingo, todas las horas, cada minuto, cada segundo.
Incluso, ene número de ocasiones ha plantado a sus barbies atrás de la noticia espeluznante, donde hay sangre, tiros, muertos, cadáveres, cruces en el panteón.
El colega vive el periodismo como un apostolado social quizá porque nunca pudo ser sacerdote.
En su teléfono celular son más, mucho más, la mayorí­a, el 90, 95 por ciento, las llamadas alrededor de la muerte.
El periodismo, en su dimensión estelar, por ósmosis y simbiosis, para envidia de muchos, muchí­simos colegas.
Ahora, por ejemplo, con el libro “Los buscadores”, ha caminado parte del paí­s presentándolo en compañí­a con los siete coautores, seis periodistas y un fotógrafo, Germán Canseco, su alter ego.
El periodismo ejercido de manera religiosa para honra de sí­ mismo, y al mismo tiempo, en rara y extraña coincidencia, para incomodidad de una parte del aparato gubernamental que siempre, desde hace tiempo, ha buscado rasurarlo, cooptarlo, neutralizarlo.
Manteniendo inalterable su libertad, lo más preciado en un reportero, y su autonomí­a y su independencia.

TRES. Veracruz, un fosario

En la prosa de Noé Zavaleta, la vida pública en Veracruz se concibe como un tiradero de cadáveres.
Un fosario dirí­a el sacerdote José Alejandro Solalinde siempre en pie de guerra, honrando su segundo apellido.
Por eso, tan cerca de la muerte y tan lejos, y por fortuna, de los polí­ticos, y los polí­ticos encumbrados, el corresponsal de Proceso dice que “la narcofosa de Colinas de Santa Fe es la más grande de Latinoamérica y no se explica sin la complicidad de los policí­as estatal y federal”.
“Ahí­, en la fosa conocida como ”˜La alberca”™ se hallaron quince cuerpos y para hacer esa fosa tuvieron que usar retroexcavadoras y ser custodiados por la Policí­a Estatal”.
El Estado, encarnado entonces por Javier Duarte, el polí­tico preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.
Y por su secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, preso en la cárcel de Pacho Viejo.
Y por los más de quince jefes policiacos y policí­as encarcelados en Pacho Viejo.
La voz de un reportero al servicio de los desventurados de los que habla el Sermón de la Montaña, reclamando justicia, simple y llanamente, justicia al Estado.
Se ignora si la voz del corresponsal de Proceso trascenderá en la esfera social y en la vida cotidiana, pero Noé cumple con el principio fundamental del Eclesiastés cuando dice que todo reportero ha de contar lo que ve.
Y en la mira del colega sólo está mirar y seguir mirando la muerte y escribir para contar los hechos que va descubriendo y redescubriendo en el camino.
En su segundo libro, “Los buscadores” retrata la violencia, el dolor, el sufrimiento y la impunidad vivida y padecida en “la noche tibia y callada” de Agustí­n Lara.


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