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Viernes 16 noviembre, 2018

Infanticidio y feminicidio

Después del asesinato de niños y mujeres en Veracruz, sobrevino una segunda muerte. El silencio. El desdén. El desprecio y el menosprecio. La indiferencia y la negligencia. Todo, del lado oficial.
Luego del fracaso del secretario de Seguridad Pública para garantizar la seguridad en la vida y en los bienes, el fiscal Jorge Wí­nckler únicamente se ha ocupado de un solo objetivo, fiscal carnal que es, como es encarcelar al mayor número de duartistas en el penal de Pacho Viejo.

Luis Velázquez

Y todaví­a, de postre, fastidiar a Karime Mací­as con su extradición de Londres, la ciudad más cara del mundo, y en donde vive.
Y es que si con Javier Duarte, Veracruz se convirtió en “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril” y “en el peor paso para los migrantes de América Central”, en la yunicidad, la tierra jarocha alcanzó el primer lugar nacional en feminicidios y en infanticidios.
Según el Observatorio Universitario, en el transcurso del bienio azul se han cometido 279 feminicidios.
En tanto, el exterminio o genocidio de niños ha asustado quizá a las conciencias VIP, a la gente bonita de Veracruz.
Cuatro niños asesinados en una colonia popular de Coatzacoalcos.
El niño y su maestra asesinados en Tantoyuca.
Dos niños asesinados en Córdoba.
Dos niñas asesinadas en Rí­o Blanco.
Y el martes 18 de septiembre del año que corre, un niño de ocho años de edad asesinado a balazos en una vivienda en Tecolutla, cuando un comando irrumpió en la humilde vivienda en las calles del fraccionamiento Arcadí­a y mataron a una familia entera, la mamá y el papá, dejando heridos a sus hermanos.
En unos y otros casos, la yunicidad, cubriendo el principio de Peter o la incapacidad de Jaime Téllez Marié y de Jorge Wí­nckler, arguyendo que el padre, por ejemplo, y como en el caso de los niños ejecutados en Coatzacoalcos y una niña en Córdoba y las dos niñas en Rí­o Blanco, tení­an malas amistades.
Incluso, una de las niñas de Rí­o Blanco, que amante del jefe narco de la plaza.
Así­, primero fue la masacre de todos ellos.
Después, el silencio alrededor sin que la investigación procediera y a la fecha, ningún detenido.
Y luego, la satanización, igual como solí­a hacer Javier Duarte en su sexenio fatí­dico, siniestro y sórdido, cuando por vez primera Veracruz se convirtió en receptáculo de la desaparición forzada y que significa la alianza de polí­ticos, jefes policiacos, policí­as y carteles y cartelitos, y sicarios y pistoleros, para desaparecer, asesinar y sepultar en fosas clandestinas a civiles, sin importar sean niños, mujeres o ancianos.

TORBELLINO DE TERROR Y HORROR

Se ha vivido y padecido en Veracruz un torbellino de terror y de horror y que ha arrastrado entre sus patas a niños y mujeres.
Y al momento, ni los asesinos fí­sicos, ni menos, mucho menos, los asesinos intelectuales, detenidos.
Es más, dirí­amos que la gigantesca y creciente pesadilla ha sido la peor en la última década en Veracruz.
Y peor porque igual que en el duartazgo las masacres han sido sepultadas en el silencio y la indiferencia.
Y más, porque no obstante el número de ONG clamando justicia, incluso, uno que otro obispo de Veracruz, como Eduardo Patiño Leal, de Córdoba, con caminatas con su feligresí­a en el pueblo, sin que ninguna autoridad escuche.
Grave, incluso, porque es la herencia que Javier Duarte legó a Miguel íngel Yunes Linares y Yunes dejará a Cuitláhuac Garcí­a Jiménez, quien de entrada ya “se lavó las manos” diciendo que el narcotráfico es un asunto federal, cuando, caray, tanto los gobernadores como los presidentes municipales son corresponsables, pues ni modo “se curen en salud” y se hagan los tontos omisos y occisos.
No hay detenidos. No hay investigación. Los expedientes abiertos están archivados, durmiendo “el sueño de la paz”.
Y lo peor entre lo peor, cada asesinato de niños y mujeres y civiles sepulta el anterior y el anterior y el anterior y la cadena se vuelve un infierno.
El infierno de la impunidad en un infierno llamado Veracruz.
Ya se verá si como por otro lado ha cacareado el góber electo, en dos años pacificará Veracruz cuando, insólito, Fernando Gutiérrez Barrios pacificó Veracruz en 40 dí­as luego de que Agustí­n Acosta Lagunes le heredará “La Sonora Matancera” integrada por las bandas de los caciques regionales y sus pistoleros y sicarios.

TAPAR LA LUNA CON UN DEDO…

Más grave aún resulta que Javier Duarte ni Yunes Linares integraron una lista oficial de los desaparecidos y los asesinados y las fosas clandestinas, y por el contrario, los dí­as y las noches las pasaron y están pasando pretendiendo “tapar el sol y la luna con un dedo”.
La impunidad, por ejemplo, sigue marcando la vida en Veracruz.
Y en la llamada semántica del miedo (Jan Martí­nez Ahrens) los nombres de los carteles desfilan como en un carrusel de caballitos, a la vista de todos, dueños de la agenda setting, imponiendo la agenda pública, en tanto la autoridad solo tiene una polí­tica reactiva siguiendo sus pasos.
Los capos, eliminándose entre sí­ disputando la jugosa plaza Veracruz con su autopista de sur a norte, las pistas clandestinas, los tres puertos marí­timos y la complicidad policiaca.
Y además de disputar el tráfico de droga, los negocios adicionales y que van desde el secuestro, la desaparición, el llamado derecho de piso, el huachicoleo y la venta de seguridad.
Además, la advertencia a quienes se resistan de plomo o plata.
Y parte de la policí­a, sometida a todos ellos.
Y mientras cada cartel respira como una fiera defendiendo sus parcelas, en la población crece y se multiplica el miedo, el miedo al miedo, ante tanta gente mala.
Y lo peor, la descomposición social llega a tanto que siguen asesinando a niños y mujeres.
Casi casi, el exterminio, pues resulta difí­cil, inverosí­mil, aceptar que solo en la yunicidad según el Observatorio Ciudadana 279 mujeres pueblen la lista de feminicidios de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Por eso, el viejito del pueblo lo dice con precisión:
Para que los carteles tengan tanta vida significan que alguna autoridad lo ha permitido, lo ha tolerado, ha sido rebasada, es incapaz, y/o en todo, hay una complicidad del Estado con los malandros, tan arraigada y profunda que resulta una epopeya pulverizarla.
Detrás de cada niño y mujer asesinada hay una tragedia y una historia de impunidad.
El enemigo está en todas partes y la estrategia oficial de seguridad, simple y llanamente, ha fracasado.


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