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Jueves 11 octubre, 2018

El periodista dueño de cantinas

•Cantina libre a los reporteros
•Bastión contra los enemigos

UNO. El periodista dueño de cantinas

Muchos años después, imposible olvidar al director general y dueño de aquel periódico de Veracruz que tení­a diez cantinas y de mala muerte y que pagaba el salario a los reporteros con vales para consumir cerveza y licor... hasta quedar como idiota.

Luis Velázquez

Su periódico era de apenas, apenitas 8 páginas en que publicaba la sección de información general, información nacional y extranjera en una sola página, deportes, policí­a y sociales.
El diario circulaba en las oficinas de gobierno, en las casas de los polí­ticos encumbrados del momento y en los estanquillos, nada más para ganar presencia pues nadie lo compraba.
Se la pasaba, claro, loando a la generación polí­tica en el poder y como la frivolidad es compañera inevitable de los funcionarios públicos, entonces, convertí­a las páginas del periódico en un tratado de egolatrí­a, “tirando incienso a tiro por viaje”.
En portada siempre se publicada una columna polí­tica y que más bien era una biblia de halagos sin ton ni son.
La escribí­a el dueño, de acuerdo con sus intereses polí­ticos y económicos y siempre le iba bien.
Tan bien que, por ejemplo, cada año salí­a de viaje al otro extremo del mundo en un periodo vacacional de un mes por periplo turí­stico.
Incluso, en su recorrido del Rocinante llegó a Japón, la India, China, el Medio Oriente y el continente asiático y africano.
Todo, gracias, a su periódico y a las cantinas, desde luego.

DOS. Cantina libre a los reporteros

Solí­a pagar el salario a los reporteros cada sábado, sueldos de hambre y mezquinos, sin las prestaciones sociales, económicas y médicas establecidas en la Ley Federal del Trabajo.
Y siempre, de forma invariable, daba a los trabajadores de la información el mismo trato que los constructores, ingenieros y arquitectos a los albañiles, pues pagaba hacia el sábado en la tarde/noche, haciendo esperar horas y horas a los empleados.
Entonces, era el mismo rollo de su contador. No hay dinero, decí­a, pero aquí­ están los vales para las cantinas.
“Y cantina libre” decí­a el administrador del periódico.
Jóvenes la tropa reporteril y fotográfica y los compañeros de talleres, la mayorí­a, todos mejor dicho, terminaban en una de las diez cantinas donde, además, llegaban las trabajadoras sexuales.
Así­, era lógico que por lo regular, el salario de la semana quedara en las cantinas del dueño del periódico y lo peor entre lo peor, hasta se les quedaba a deber… para la próxima semana, como si fuera una tienda de raya.
Las cortesanas eran una trampa, pues cuando el compañero reportero estaba sin un centavo a su favor, entonces, el encargado de la cantina ordenaba a la daifa el servicio sexual con cargo a su cuenta y entonces, todo mundo quedaba endeudado hasta con ellas.
En tales circunstancias, ya podrá el lector imaginar el tipo de periodismo, la calidad ética, el rigor informativo, que se practicaba en aquel diario.
Simple y llanamente, el periódico era un negocio cien por ciento fenicio del patrón y le valí­a, con todo y que habí­a sido uno de los primeros egresados de la entonces facultad de Periodismo de la Universidad Veracruzana.

TRES. Bastión contra los enemigos

Muchas travesuras solí­a cometer el director y dueño del periódico.
Por ejemplo:
El presidente municipal en funciones le encargaba, en vivo y director, sin testigos, solitos ellos en la oficina edilicia, ya noche, una golpiza a un sí­ndico o regidor incómodo, a un polí­tico indeseable, enemigo y opositor, a un lí­der sindical, etcétera.
Y el director lo agarraba de encargo en una campaña feroz que duraba, según el caso, una, dos, tres semanas.
Desde luego, el alcalde le pasaba información para…, pero al mismo tiempo, el director general ordenaba a los reporteros rastrear más pistas y efectuar entrevistas de otros polí­ticos para golpear al polí­tico de referencia.
Y aun cuando cada periodista creí­a, estaba seguro, convencido de que practicaba el mejor periodismo de todos los tiempos en realidad se trataba de un periodismo por encargo y en donde el único beneficiado era el patroncito.
Muchos de aquellos viajes del dueño del medio al extranjero eran financiados desde el Ayuntamiento con cargo a los impuestos pagados por los jarochos.
Tal era la perversidad de los polí­ticos y aquel magnate periodí­stico, aun cuando ninguna duda hay de que el hecho y la práctica se reproducí­a en otras latitudes, quizá, todaví­a ahora en el Veracruz de hoy.

CUATRO. Las llaves cerradas…

Un dí­a, llegó un polí­tico de oposición al PRI al palacio municipal y las llaves le fueron cerradas por completo, de todo a todo, al director general y dueño del periódico aquel.
Y sin el financiamiento oficial, y sin campañas periodí­sticas en contra de…, se fue quedando solo, aislado, el medio sin vida.
Y más, cuando también alrededor de aquellas diez cantinas aparecieron mejores antros, de primer nivel, con daifas de primera, y entonces, los bares del patroncito fueron quebrando de una en una hasta cerrar todas.
Así­ terminó una época del periodismo jarocho, por los años aquellos cuando el PRI fue derrotado en las urnas hacia el año 1988 cuando en Baja California comenzara el declive tricolor con la derrota de una gubernatura, Carlos Salinas presidente de la república y Luis Donaldo Colosio Murrieta presidente del CEN del partido rojo.


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